Si trabajas en algo relacionado con las industrias creativas, probablemente habrás vivido la siguiente situación más de una vez. Clientes que tienen una necesidad compulsiva de poner pegas a todo lo que entregas. No hablamos de planteamientos serios, meditados y razonables que un buen cliente debe defender. Hablamos de esas personas que siempre encuentran alguna excusa para meter las zarpas en un trabajo por muy absurda que sea la razón.
Para esos clientes, que aparecen de vez en cuando, Lawrence San cuenta una anécdota en su blog que ofrece ideas para hacer frente a ellos. Lo llama la teoría del brazo peludo, un truco que aprendió de un excolega llamado Joe que trabajó en producción de diseño gráfico hace muchos años.
“Trabajábamos con un cliente que siempre tenía que cambiar algún detalle de las piezas que le presentábamos. Normalmente lo estropeaba. Así que los otros freelancers y yo inventamos una técnica que llamamos el brazo peludo”, le contó Joe a San cuando trabajaban juntos.
El engaño consistía en meter su brazo velludo de forma accidental en los rincones de la ejecución cuando componía la pieza ya terminada. “Cuando se lo presenté al cliente a un lado estaba mi brazo peludo en la imagen. El cliente lo encontró enseguida y dijo ‘¿Qué demonios hace ese brazo ahí?’”.
Joe le respondió fingiendo su error con un escueto: “Oh, eso. No me di cuenta”.
A lo que el cliente contestó enfadado: “¡Saca ese brazo de ahí! No puedes dejar ese brazo peludo ahí!”.
“Se levantó y a medida que se alejaba con aire de superioridad, le llamé por su nombre y le pregunté ‘¿Cuando quite el brazo lo puedo mandar a imprimir? Él se dio la vuelta y dijo ‘Sí, ¡pero saca ese brazo de allí primero!’. En los pasillos le escuché decir: ‘¡Esta gente! Tienes que vigilarles como un halcón”.
Sea cierta o no la historia, un pequeño señuelo puede ser una manera efectiva de distraer a los clientes con afición a estropear los buenos trabajos. “Decirme que quitara el brazo le produjo satisfacción”, dijo Joe a su amigo. Gracias a eso, “no cambió nada importante”.
Así que si el color corporativo es rojo, mete un poco de azul. Si tiene una especial aversión a las máscaras de luchadores mexicanos, por ejemplo, mételo discretamente. Puede que acabe centrándose solo en eso dejando intacta el resto de la pieza (aunque también existe el riesgo de que le guste este nuevo detalle).
Esta historia, extraída de un artículo de Oliver Burkeman, tiene un equivalente interesante en el cine. Según cuenta el periodista británico, la versión original de Team America, una película de marionetas de los creadores de South Park, tenía una escena de sexo obsceno de 4 minutos. El objetivo era distraer a los encargados de calificar la película para que no presentaran demasiada atención a otras partes que sí eran importantes para la trama del largometraje. La estrategia funcionó y con eso los calificadores se quedaron satisfechos. No subieron la edad de admisión para mayores de 18, una medida que hubiera afectado la taquilla de la película.
Burkemann advierte que mucha gente con posiciones de autoridad necesita sentirse útil en estos procesos. Hay quien aporta y ayuda a que el trabajo crezca. Para los que no aportan, un cebo bien plantado puede ser la solución para tenerlos contentos.
Y tú ¿tienes otra versión del brazo peludo?
Fuente: http://yorokobu.es/la-teoria-del-brazo-peludo/
RPVSi te mandan hacer algo hazlo pero deja siempre un obvio detalle que quede mal. Te mandarán corregir eso y nada o poco más. El que paga siempre necesita corregir para sentir que tiene autoridad y decisión final sobre el trabajo.