Cuando te llevas mal con una persona, ésta nos hace presenciar la competitividad que hay en la sociedad. Recuerdo a una mala persona, e inmediatamente, no puedo salir de la extrema competitividad.
No vivimos en ciudades naturales sino en ciudades impregnadas por la competitividad del ser humano. Qué tal el trabajo ? Siempre os harán esta pregunta, primera pregunta, cuando coincidáis con algún conocido. No os preguntarán si creéis en Dios. Simplemente, saben que seguimos compitiendo y que formamos parte de ese ámbito.
Las personas pasean por la calle, aunque realmente, están compitiendo. Veo a las personas más maleducadas, cuando envejecen. Ojo, envejecen dentro de la competitividad.
Incluso, algunos no ven que una persona joven tenga ilusiones en el estudio. Al contrario, creen que un alumno inteligente no se esfuerza para su vocación, sino para prevenir la competitividad el día de mañana.
Las personas mediocres saben que ha pasado su tiempo para competir. Por eso, necesitan pisar a los demás. Os pueden acosar, y el acosador cree que tiene impunidad porque la víctima debe afrontar la competitividad de la sociedad.
Además, cuando os perjudican, un tío mediocre intentará reparar el error desde su amabilidad. Os hace creer que sois su colega, pero en el fondo, quiero ocultar la inexistencia de competitividad que hay entre vosotros.