Lo que nunca faltó al ex presidente fue sentido histórico. Nada más comenzar su primer mandato fue el primero en reconocer la colaboración de Francia en las razzias de judíos, 75.000 deportados a los campos de exterminio nazi.
La muerte de Jacques Chirac a los 86 años -presidente de la República francesa durante dos mandatos, primer ministro en dos ocasiones, ministro tres veces, alcalde de París durante 18 años, político de leyenda y grandes contradicciones, denostado y amado, muerto y resucitado- cierra una época, la del gaullismo, extinguido salvo como mera referencia tan sentimental como ocasional.
Fue también el último líder político que conoció la Segunda Guerra Mundial, que luchó en una guerra (Argelia) y que tuvo un papel en la revuelta del Mayo del 68.
Hombre agitado y de acción, menospreciado por la élite intelectual, leal con las personas, infiel con las ideas (y con su esposa) Jacques Chirac siempre pareció albergar algún complejo. Por ejemplo, en una autobiografía que no llegó a publicar lamentaba que su talla -1,90 lo que incluso hoy haría de él un hombre alto- era cinco centímetros inferior a la de su padre y diez a la de su abuelo.
El mayor de los Chirac celebró la victoria del Frente Popular en 1936. Su padre, la detestó aunque se calificaba como moderado. Tenía un buen puesto en un banco donde asesoraba a algunas de las mayores fortunas de Francia. Chirac padre era un hombre autoritario y de vida sentimental intensa fuera del matrimonio, lo que se tradujo en un hogar un tanto frío. Eso sí, cada noche, después de cenar, el padre tomaba un libro de la biblioteca y leía para la familia.
Toda esa seguridad hogareña saltaría por los aires cuando las botas alemanas invadieron Francia y la familia Chirac se unió al gran éxodo para huir de París en un Renault Vivaquatre. La fascinación del crío por lo militar arranca de la Liberación, los comandos franceses y los yanquis que reparten chocolate y chicle.
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DEP, siempre chauvineaba