Reconozco la belleza de una mujer, y me asombro cuando contemplo tal obviedad, pero no me llenan. Pienso que es como la compañera del colegio, de la uni o del trabajo con la que coincides cotidianamente porque te encuentras en ese ambiente. Pero tú te sientas en la primera fila y ellas, en la última. O tras presenciar la belleza de una chica en un restaurante, tener la sensación de que ella está pensando en su anterior pareja.
Su belleza nunca será para mí, sino para el ambiente. Este circuito de sociabilidad sigue dando las mismas vueltas.