La noche llega y algo cambia en la química de mi cerebro. La ansiedad, y el malestar aumenta con la llegada de la oscuridad. Es como con la fiebre, quizás esté relacionado a esos ciclos circadianos, o simplemente sea que al estar en la cama sin hacer nada que distraiga la mente los pensamientos negativos dominan todo.
A veces bebo más de la cuenta y me despierto a media noche, casi como si fuese un toc lo primero que se me viene a la mente es la muerte. Es una especie de sentimiento que me recuerda que no debo olvidar que todo es pasajero y acabará más pronto que tarde. Mis peores pensamientos, los más pesimistas y destructivos aparecen al desvelarme en mitad de la noche: muerte propia, muerte familiar, acabar en la calle, en la ruina...
Así pues, en días de mucha ansiedad, lo único que calma un poco los síntomas es ponerme a escuchar música hasta coger el sueño y sumirme en pesadillas absurdas. Al despertar si he conseguido dormirme, los niveles de náuseas, la mente embotada, y la ansiedad se hacen más obvios, más consciente, pero después de unas horas, el optimismo va venciendo.
Como si fuese una especie de guerra entre la oscuridad y la luz. Como si la oscuridad me sumiese en tinieblas e indefenso, un malvado ser me torturase toda la noche susurrandome a la mente ideas suicidas y desgracias múltiples. Al llegar el alba la luz vuelve a ganar, todo se vuelve más claro y solo entonces puedo razonar y pensar que “las cosas no están tan mal como creía la noche antes”.