Ambas en peligro de extinción en lo que a textos académicos, intelectuales y, por supuesto, periodísticos se refiere. Si bien la segunda palabra ya prácticamente no se utiliza en textos formales (ni que decir en conversaciones de tipo serio), la palabra "empresario" está comenzando a ser desterrada para dar paso a un sinónimo popularmente mucho más aceptado: "emprendedor".
No es que decir "emprendedor" mole, es que la palabra "empresario" se está convirtiendo en una nuca gramatical a la que disparar. Un término -que en su día ya desbancó al más tedioso "patrón"- que causa repugnancia en una gran parte del sector vital de este país: los jóvenes y que se une a otros términos actuales también muy desprestigiados tales como "banquero" o "político".
Es una realidad de nuestra lengua Cervantil: las palabras cambian, las mentes cambian y las naciones, a base de tinta y/o sangre, también. La crisis económica, que tan grave golpea la nación Española desde 2007, así como la falta de una empatía, entendimiento, interés y compromiso más que obvio de las grandes fortunas empresauriales de esta nación, rebotan en los pequeños empresarios, cada vez más distantes de sus compañeros asalariados, lo que respalda la forja de una palabra que posiblemente acabará en desuso formal para acabar siendo utilizada en un registro más oral.
Así como pasó con "puta", sustituida por "prostituta" y más tarde por "señorita" o "escort", a la palabra empresario le quedan pocos telediarios entre nosotros. El asco de unos y el miedo de otros por ser incluidos en un listado negro a abatir están motivando al pueblo a su desuso y a la utilización de "emprendedor" como, al menos, si no aparece otro sustantivo, a ser su sustituto final.
El nuevo orden mundial nos trae un nuevo orden en las palabras. Sentémonos en nuestros asientos de primera fila para regocijarnos y ver cuanto terminan en caer de manera definitiva "puta" y "empresario". Seguramente la primera quede indemne; es un país de estas.