Siento debilidad por las canciones que se tocan con el alma. Esas letras llenas de los sentimientos y vivencias de otros. Algunas de ellas están ocultas en películas o series norteamericanas con jóvenes actores noveles que destapan su corazoncito a la cámara. Y allí aparecen, cuando éstos tienen un problema, las canciones de las que os hablo, mientras piensan sobre ello y pasean por una calle a la vez que una suave lluvia empapa las aceras, o mientras están sentados en un verde césped recién cortado. Y es ahí cuando una cálida guitarra de melódicos acordes suena acompañando a una dulce voz que casi siempre es femenina. Y así se pasan la tarde entera dichos jóvenes estadounidenses, hasta que aparece el guapo o guapa de turno y les dice, dándoles una palmadita en la espalda, que todo se va a arreglar.
Nunca he conseguido averiguar quién son los que cantan alguna de esas canciones, pero eso no es lo que más me importa: cada vez que escucho una de esas canciones pienso en por qué aquí no veo esas amplias calles mojadas por una finísima lluvia que ensordece el rumor de la gente, por qué no veo a esa joven sumida en sus pensamientos mientras observa distraídamente la portada del libro que está leyendo tirado encima de una verde alfombra.
Pienso que quizá sea porque aquí no llueve demasiado, o porque no hay suficientes calles para tanta gente, o porque quizás no haya suficientes espacios verdes (y probablemente no los haya), o también puede ser (quizás, no lo sé) que el/la joven (normalmente el artículo es femenino) esté sentada en un cómodo sillón en el salón de su casa con un paquete de pañuelos de papel abierto, pero sin usar, mientras ve en la programación de sobremesa los problemas de la gente (que me pregunto yo que de dónde les sacarán) para olvidarse del suyo. Y a la vez escribe un sms a su amiga Mari Pili (su amiga del alma), contándole lo que le pasa. Mientras ésta hace lo propio sentada en su sillón mientras la suave lluvia golpea a su ventana para que la dejen entrar, y ella, maldiciendo por no poder ir a la peluquería (centros de esthéticienne las llaman ahora) y ojeando a la vez una revista para jóvenes adolescentes en la que te dan consejos para adelgazar y que no te deje tu novio pijo, la escribe diciéndola: “No te preocupes, que lo tuyo no es comprable a lo de esa señora que acaba de salir donde Ana Rosa”.
En fin, esto solo ha sido un fugaz pensamiento que me ha venido a la cabeza mientras escuchaba una canción.
Pero no se vayan a creer a pies juntillas todo lo que yo les digo, porque quizás sea yo, que soy miope y en ocasiones no me pongo las gafas para mirar a través del cristal de la vida, el que me equivoque. Vayan con Dios.
Este texto lo escribí hace 2 años... ha llovido mucho... lo acabo de encontrar casi sin proponérmelo... he decidido no retocar nada (ahora cambiaría muchas cosas) y sin un motivo muy concreto os lo dejo aquí...
Salu2 desde el otro lado...