http://www.libertaddigital.com/opiniones/opi_desa_28133.html
Aqui os explica su documentacion sobre las rutas de las tarjetas para hacer sus analisis. Yo os pego las conclusiones.
Conclusiones
Si el lector no se ha aburrido antes de llegar aquí, probablemente nos conceda que hemos demostrado convenientemente los tres puntos que decíamos querer demostrar al principio del artículo:
1) No hay ninguna prueba de que la tarjeta de la mochila de Vallecas (ni ninguna de las demás relacionadas con la trama del 11-M) se vendiera a través del locutorio de Zougham, por la sencilla razón de que ni Interdist Móvil ni Sindhu Enterprise anotaban qué números vendían a cada cliente. Exceptuando las trece tarjetas que se encontraron en el registro del locutorio, no conocemos el número de ninguna de las 200 tarjetas que Zougham compró a Sindhu Enterprise, así que no podemos saber si una tarjeta concreta fue adquirida por Zougham o no.
2) Un simple análisis de probabilidades demuestra, más allá de toda duda razonable, que quien vendió las 7 tarjetas supuestamente utilizadas para las mochilas bomba fue directamente Sindhu Enterprise, no el locutorio de Zougham. En cuanto al resto de las tarjetas usadas por los miembros de la trama, pudieron adquirirse tanto en Sindhu Enterprise como en cualquiera de sus clientes (incluido el locutorio de Zougham).
3) El hecho de que Sindhu Enterprise realizara ese único pedido incomprensible a Uritel 2000 permite sospechar que estamos ante una operación perfectamente calculada para poder vincular a Zougham rápidamente con la mochila de Vallecas después de producido el atentado. Eso querría decir que la voluntad de utilizar a Zougham como cabeza de turco se remonta, al menos, a un mes antes de los atentados, ya que es el 4 de febrero de 2004 cuando Sindhu Enterprise hace a Uritel ese pedido.
Los intocables
Volvamos de nuevo a la versión policial de los hechos. Después de encontrada la mochila de Vallecas, la Policía le pide a Amena datos sobre quién ha vendido la tarjeta telefónica encontrada en la mochila y Amena contesta, casi inmediatamente, que ese número telefónico se suministró al bazar Sindhu Enterprise. Suponemos que Amena consiguió esa información poniéndose en contacto con el mayorista Uritel 2000.
La Policía acude entonces a Sindhu Enterprise y los dueños de Sindhu (que fueron declarados testigos protegidos) señalaron a Jamal Zougham, en la mañana del 13 de marzo, como la persona a la que habían vendido aquella tarjeta telefónica.
A la vista de los datos desvelados en este artículo, las 7 tarjetas activadas en Morata fueron adquiridas en Sindhu Enterprise, no en el locutorio de Jamal Zougham. En consecuencia, los dueños de Sindhu estaban mintiendo al decir que habían vendido esa tarjeta concreta a Jamal Zougham. Para empezar, no podían saber a quién habían vendido cada tarjeta, porque no anotaban los números telefónicos vendidos: pero además es que esa tarjeta fue adquirida directamente en su establecimiento. ¿Mentían conscientemente, tratando de ocultar a quién habían vendido en realidad esas tarjetas?
Si no existiera ese pedido milagroso a Uritel por parte de Sindhu Enterprise, podríamos atribuir todo a un comportamiento inocente, pero ese único pedido absurdo, inexplicable y providencial apunta a que los dos dueños hindúes de Sindhu Enterprise participaron conscientemente en la premeditada y concienzuda preparación de las detenciones del 13-M.
Esas detenciones fueron un fraude, pero no improvisado; fueron injustas, pero bien meditadas; influyeron decisivamente sobre el resultado electoral, pero de forma consciente.
Al declarar intocables a esos dos hindúes el 13 de marzo por el procedimiento de asignarles la condición de testigos protegidos, los nombres de los dos dueños de Sindhu Enterprise se ocultaron a todo el mundo durante muchas semanas después del atentado, hasta el punto de que la opinión pública, los periodistas especializados e incluso el juez pensaban que los dos hindúes que habían vendido las tarjetas a Zougham eran los mismos que habían sido detenidos por vender los teléfonos móviles.
Esa confusión se mantendría durante meses, pero estamos hablando de hindúes distintos. Aunque en la India se abolió el sistema de castas hace mucho tiempo, parece que en algunos lugares siguen perdurando las diferencias entre hindúes: a unos se los detiene por vender unos teléfonos móviles, mientras que a otros se los declara intocables por vender unas tarjetas. Unas tarjetas que llevaban, de manera directa, a los miembros de la trama.
¿Por qué tantas mentiras, tantas cortinas de humo, tantos comportamientos extraños?
Palabras finales
Decíamos al principio que resulta incomprensible que el 13 de marzo no se detuviera a esos miembros de una supuesta célula española de Al Qaeda a los que se llevaba vigilando dos años y que, en su lugar, se decidiera detener y poner en la picota a cinco cabezas de turco. ¿Hubiera podido evitarse la explosión del piso de Leganés si los dueños de Sindhu Enterprise hubieran declarado desde el principio a quién vendieron realmente la tarjeta de la mochila de Vallecas, es decir, si no se hubiera desviado la atención de todos hacia las cabezas de turco?
Avanzábamos la sospecha en el capítulo anterior de que alguien hubiera intentado deliberadamente dar tiempo a que algunos de los presuntos terroristas se concentraran en Leganés. Esa sospecha surgía al analizar el extraño retraso en el registro del piso de El Tunecino, en el que la Policía no entra hasta después de la explosión de Leganés, a pesar de que el domicilio de El Tunecino se tenía ya controlado un año antes del 11-M.
Son ya muchos los datos tenebrosos que vamos extrayendo del sumario: la jugada de las detenciones del 13-M, la cancelación de las escuchas a El Chino el 12 de marzo, la inexplicable puesta en libertad de varias personas vinculadas a los hermanos Almallah, el retraso en el registro del piso de El Tunecino...
Parece como si, a cada paso que damos, apareciera siempre al fondo el mismo espectro tenebroso, el fantasma de Leganés, como una especie de destino prefijado e inexorable para aquellos miembros de la trama que más información hubieran podido aportar.
Hora es ya, por tanto, de enfrentarse a los espectros y de echar un primer vistazo a lo que esconde ese fantasma que surge inevitable detrás de cada esquina.
En el próximo capítulo: ¿Qué ocurrió en Leganés?