"Navegando por Internet encuentro a menudo alusiones a mi modesta persona calificándome de “ex terrorista”. Obviamente la idea es suscitar rechazo hacia mis libros, pero se equivocaría quien creyera que ese rechazo recae sobre el segundo término del calificativo. Lo que provoca la indignación de quienes así hablan, casi todos progres fanatizados, incluyendo supuestos intelectuales, es justamente el “ex”. Como resulta obvio a cualquier observador medianamente agudo, esta gente respeta profundamente a los terroristas, para los cuales solicita el diálogo, la negociación, es decir, el premio a sus atentados a costa de las libertades. Para mí u otros en mi caso no solicitan esas ventajas, desde luego, sino la censura, el vacío y el silencio."
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Algunas personas han salido en mi defensa señalando que se trató de acciones antiguas, hace treinta y más años, y contra una dictadura [...] y que estoy radicalmente en contra del terrorismo y de ningún modo justifico mis acciones juveniles.
Ello es bastante justo, pero quisiera añadir un par de consideraciones.
No soy pacifista, y considero legítima la violencia frente a una tiranía intolerable. Desde ese punto de vista podría justificarme con facilidad, máxime cuando los durísimos antifranquistas de después de Franco nos pintan a éste como un dictador singularmente brutal y abyecto. Cebrián, Carrillo y muchísimos más han justificado así, expresamente, los crímenes de la ETA de entonces. El mismo Savater ha creído recordar que se trataba de un régimen asesino y que la ETA luchaba contra su represión.
La verdad me parece hoy muy otra. Nosotros no luchábamos contra la represión, sino que la exacerbábamos, de forma muy deliberada en el caso de la ETA, mediante la mecánica "acción-reacción-más acción": golpeando y ocultándonos a fin de atraer la represión sobre la gente común y provocar así su radicalización política. Y aunque hablábamos constantemente de democracia y libertades, nadie ha sido más enemigo de ellas que los comunistas, que entonces constituíamos o vertebrábamos toda la (reducida) oposición real.
No es fácil reconocer estas cosas, y menos para quienes obramos de aquel modo. Pero la convivencia democrática debe asentarse sobre la verdad. Los falsos mitos sólo pueden traer la discordia y la violencia, por muy queridos que resulten para quienes, sin haber luchado entonces, o habiendo colaborado incluso con la dictadura, se han vuelto a destiempo tan "antifranquistas".