Hola a todos, resulta que un conocido mio "acaba" de publicar un libro, digo acaba porque el libro lo escribió a mediados del 2010 pero no es hasta ahora que lo esta enviando a las editoriales y con un poco de suerte lo publicarán dentro de poco, vamos, que está en proceso de salir a la luz, y yo como buen compañero que soy anuncio su obra que a mi me parece extraordinaria para ayudar a difundirla y que se corra la voz, porque el libro lo vale. Os dejo el primer capitulo y mexplicais que os ha parecido, si os gusta -cosa que dudo en este sitio - puedo poner mas capitulos o si a alguien en concreto le interesa que me envie un mp y le paso info.
Os dejo con primer capítulo.
Allá donde se viaje en el mundo moderno, se acaba por escuchar esta frase: El mundo va mal. Se oye esa misma frase en los cinco continentes, en cientos de lenguas diferentes, en bocas de gente de lo más variada: El mundo va mal.
Como una intuición común a todos los seres humanos, todo hombre contemporáneo dirá o escuchará lo que todos han dicho o escuchado: El mundo va mal. Y sin embargo, por mucho que esto se diga y se repita, por mucho que esté comúnmente admitido, por mucho que se acabe escuchando siempre lo mismo, el mundo no va mal. El mundo ni va mal ni puede ir mal, de la misma forma que tampoco va bien ni puede ir mejor. No podemos valorar la trayectoria del mundo con respecto a un modo circunscrito a lo humano. “Bien” y “mal” son adverbios de modo validísimos desde la perspectiva humana, pero absurdos y vacíos como dirección de algo que nos transciende, a saber, el mundo. Por lo tanto, si nos referimos al mundo, será más adecuado decir: ¡el mundo va! Esto ya supone decir mucho. ¿Cómo? ¿De dónde? ¿A dónde? Son preguntas que nos meten siempre en serios problemas.
No obstante, algo está ocurriendo cuando todos los seres humanos expresan que “algo no va bien”. Al no poder hablar en nombre del mundo, podemos decir: el mundo no va bien desde la valoración del ser humano. Parece que así es: hay descontento, sufrimiento, miedo, injusticia, crueldad, hambre, guerras, miserias, dolor, y una serie de emociones que ningún ser humano valora como “buenas”. Y he aquí un lúcido punto de partida de lectura de este libro: como humanos, identificamos lo que nos hace bien y lo que nos hace mal; lo discernimos, no lo confundimos. Aunque aparezcan en ocasiones disfrazados los unos de los otros, la alegría, la belleza y la dicha son buenas para lo humano, y el sufrimiento, la fealdad, y la miseria no lo son. Por ello, el mundo nos parece “no ir bien”, porque lo malo parece abundar en grado, cantidad e intensidad. El mal parece vencernos.
Por lo tanto, ¿no sería mejor cambiar la frase que todos dicen y escuchan por “los seres humanos van mal”? Es posible: vamos a centrarnos en la perspectiva humana, pues es la que nos corresponde. Si decimos que algo –en este caso, nosotros- va mal, decimos que sigue una trayectoria descendente de modo; es decir, que “vamos de mal en peor”. No hay ninguna objeción que pueda ponerse a esta ley: si se va mal, se tenderá a ir peor. ¿A qué responde esta tendencia? ¿A la cantidad? No: los seres humanos no aparentan ir de más cantidad a menos cantidad, pues actualmente somos más de 6.500 millones, por mucho que se empeñen genocidas, eugenistas y neomalthusianos en diezmarnos. La tendencia descendente que sigue el ser humano responde a la misma cualidad humana: vamos de “más humano” a “menos humano”. Cuando nos vemos ir de “mal en peor”, nos vemos alejándonos de la cualidad humana, estamos –con rigor- “degradándonos” como humanos, estamos mermando la virtud de lo que somos. Esta tendencia parecería dirigirse a un modo que no nos corresponde e ignoramos: la infrahumanidad. ¿Qué es eso? No lo sabemos. De la infrahumanidad, sólo sabemos que ella está sacando ventaja de nuestra trayectoria. Si desde nuestra perspectiva, “los seres humanos van mal”, se comprenderá que desde la perspectiva de esta fuerza, los seres humanos van bien, muy bien, requetebién. Cuanto peor para nosotros, mejor para esta fuerza. Esta fuerza, aun siendo inercia, tiene un plan, un proyecto, una estrategia. Este libro aborda esta estrategia.
¿Quién articula esta fuerza? Pregunta complicada. Comprobemos una contradicción: si toda la humanidad intuye “no ir bien”, una importante representación de esa humanidad mantendrá al mismo tiempo que el ser humano “está evolucionando”, “progresa”, va a mejor. Algunos dicen esto y muchos otros se lo creen. Lo más desconcertante es comprender que los más fervientes defensores de esta contradicción son los hombres y mujeres que gobiernan, dirigen y representan a los estados, corporaciones e instituciones que dan cuerpo al Establishment político. En términos ideológicos, a los apologistas de esta tendencia, se les puede llamar “progresistas”, pues defienden la noción de “progreso” como una trayectoria feliz que sigue el ser humano expresada en datos económicos y estadísticos. En términos científicos, a estas gentes se les
puede llamar “evolucionistas”, y defienden un “progreso” en el dominio biológico, aplicable a una supuesta “especie” humana que proviene del simio y que continúa indefinidamente su periplo evolutivo. Incluso en términos sociales, este evolucionismo científico se llevará a sus más falaces y monstruosas aplicaciones (la eugenesia, el darwinismo social, y todos sus retoños), teorizadas y practicadas por gentes que podemos llamar “eugenistas”. Todos estos nombres (progresistas, evolucionistas, eugenistas…) no difieren en su esencia: se trata de un mismo espíritu, el espíritu moderno.
Entonces nos encontramos con un supuesto ser humano (el hombre moderno) que escuchando –y en ocasiones admitiendo- que “la humanidad va mal”, defiende al mismo tiempo que “va bien”. ¿Qué locura es esa? Mantenerse en modernas posiciones “progresistas” requiere un ejercicio de un abyecto cinismo: cada década batimos nuestro propio record en hambre, guerras, torturas, genocidios, crueldad, exterminios, y todas las caras de la ausencia de humanidad. Y sin embargo, el discurso de la corrección política es cada día más progresista: los gobiernos hablan más y más de “libertad”, la ONU habla más y más de “paz”, e – incluso- las corporaciones transnacionales parecen dedicarse a la humanidad, con su “ayuda humanitaria”. ¿Se trata de una repugnante contradicción? Sí, pero no sólo: la esquizofrenia inherente al discurso oficial no es sólo una enfermedad mental. Se trata de algo mucho más duro, incomprensible e incómodo: existen
seres humanos (muchos, en la actualidad) que defienden los intereses de la infrahumanidad. Desde su punto de vista, no hay contradicción en defender y trabajar a favor de la tendencia infrahumana: cuanto peor para el ser humano, mejor para los intereses a los que sirven. ¿Son humanos estos sujetos? Esa es una pregunta que este libro no va a abordar, y no porque la respuesta sea ambigua, sino porque no supone ser relevante para nuestro objetivo.
Este objetivo es el siguiente: exponer el proyecto, la trayectoria y el trabajo que esta fuerza ha estado llevando a cabo para culminar con éxito en un futuro relativamente inmediato. Para referirnos a este proyecto utilizaremos uno de los términos que sus propios teóricos, técnicos y apologistas han utilizado: Novus Ordo Seclorum. Sin duda, existen otros términos igualmente apropiados para referirse a dicho trabajo infrahumano: globalización, “Gran Obra De Todas Las Eras”, centralización de poder, secularización mundial, imperialismo europeo, Nuevo Orden Mundial, neoliberalismo económico, o –sencillamente- la modernidad. No obstante, todos estos términos –aun siendo apropiados desde diferentes puntos de vista: histórico, económico, político…- sólo pueden encerrar una porción de una realidad con implicaciones mucho más profundas y serias de lo que podría parecer a simple vista. Es por ello por lo que conviene dejarlo claro desde el principio: el Novus Ordo Seclorum no se trata sólo de un simple programa político más o menos impuesto por una minoritaria élite, no es un sistema económico particular, ni una corriente filosófica, ni la pretensión de una sociedad, una logia, una raza, un estado o una familia. No; y jamás se insistirá lo suficiente en esto: el Novus Ordo Seclorum supone ser un programa de profundas implicaciones que afecta a la estructura social, a la ordenación política, a la misma concepción de humanidad… pero también –y ante todo-, afecta a la propia individualidad de cada uno de los seres humanos (su vida particular, su estructura emocional, se libertad mental, sus nociones de “yo”, “vida”, “muerte”…) No se trata de una historia sobre un mundo lejano, ni una paranoia individual extrapolada al plano político. El Novus Ordo Seclorum es la ambiciosa declaración de guerra a la humanidad, a nosotros como hombres, a ti como ser humano.