MAHOMA ERA UN TALIBÁN
Llevo mucho sin poder expresarme debido a las amenazas recibidas de hace aproximadamente un año, por un vídeo publicado en RR.SS. En el cual recitaba un poema sobre el COVID-19 como si estuviera recitando El Corán. Las consecuencias fueron brutales. Literalmente, en Marruecos pedían mi cabeza. Pedían mi entierro viva y reclamaban al Estado marroquí apedrearme hasta la muerte. Cuando digo la gente incluye también a la familia, que me llamaron para decirme “atrévete a poner tus pies en Marruecos, te mataré”. Lo peor es que no fueron personas cualquiera que bombardearon el móvil de mis padres con llamadas y mensajes, haciéndoles sentir vergüenza por mí, amenazándolos e insultándolos.
Ahora con el asunto de las mujeres afganas me paré a reflexionar sobre la crueldad de la mente musulmana. Realmente, pienso que en cada cabeza musulmana hay un talibán. ¿Islamofobia? Pensad lo que queráis. Los mensajes que me llegaron no fueron pocos. ¿Intimidación? Son triunfadores en ello, pero la libertad de expresión es un derecho que no nos van a quebrantar.
Lo más gracioso es que desde algunos medios intenten hacernos creer que los talibanes de hoy en día son nuevos y buenos. También dicen que los talibanes del 2021 pueden ser moderados y que, posiblemente, respetaran los derechos de las mujeres dentro de las leyes islámicas. Creo que no quedó claro en todos estos años que el islam es una religión misógina.
La ley islámica no puede ser una opción democrática, ¿estamos locos? No puede ser una forma de vivir. Nosotras, las nacidas en familias musulmanas, estamos hartas de tanto relativismo cultural en Europa. Una cabeza musulmana da igual de dónde es, el contenido es el mismo, la única diferencia es que hay gente impulsiva y otra no tanto. El islam es una religión que incita al odio porque, si no fuera así, ningún padre ni ninguna madre que haya sacado una vida de sus órganos podrían deshacerse de ellos, por el mero hecho de dejar de creer en el Islam. Ya son muchos casos que salen a la luz, de mujeres y hombres que abandonan el islam y las consecuencias son crueles. El odio, la persecución y, en muchos otros casos, los asesinatos.
La ley islámica obliga a los padres a enseñar a sus hijos a rezar a los 8 años, a los 10 años a insistirles para que lo hagan y a los 12, si se niegan a rezar, deben matarlos. No lo digo yo, lo dice el libro sagrado. Todo y que afirmo que en cada cabeza musulmana hay un talibán, el peor de todo no es el musulmán si no las escrituras. No hablo de interpretaciones, hablo de lo que está escrito en el Corán. Es un libro realmente peligroso para la humanidad. Todos dicen que el ISIS, Al Qaeda y los talibanes no nos representan, que esta gente son unos cuatro flipados de la vida. La realidad es que no es así, son gente con altos estudios islámicos, solo hace falta ver el currículum del ex líder terrorista Abu Bakr El Baghdadi, ya asesinado y que Alá lo meta en lo más profundo de su infierno, quería decir en su Gloria.
Sin embargo, seguid, seguid y seguid elevando pancartas contra la islamofobia y haciendo la vista gorda hacia las mujeres que sufrimos el machismo. Seguid apoyando el símbolo que nos anula, elimina y ningunea. Para nosotras el velo nunca será una herramienta de liberación, todo lo contrario: es nuestra cárcel, es nuestra anulación como ciudadanas y humanas. ¿No todos los musulmanes son iguales? Nadie dice que lo fueran, nadie es igual a otro, pero el Corán lo es.
Está más que demostrado que muchas de las niñas de familias musulmanas, en los colegios, no participan en la asignatura obligatoria que incluye piscina. Pero para las “feministas” islámicas, los colegios deberían ser inclusivos y deberían dejar a las niñas bañarse en burkini. ¿Sexualización? Para nada, solo protección a la cultura de la misoginia. Las mismas niñas no participan ni en excursiones ni en colonias, ¿por qué? La excusa perfecta siempre ha sido por motivos económicos, el colegio lo traga, son inmigrantes por lo tanto son pobres. Cualquier colegio prefiere callar y aceptar las órdenes de los padres, el famoso pin parental, que solamente nos lo aplican a nosotras, por miedo a la Islamofobia. El método típico que calla bocas.
Las feministas en los países musulmanes son violadas, encarceladas, castigadas y quemadas por negarse a tapar su cuerpo. En cambio aquí, hablan de ellas como si empezaran a sufrir ayer. Las mujeres nacidas en contextos islámicos llevan décadas sufriendo. Pero sois como los medios de comunicación, os movéis por las noticias de la temporada. Mientras tanto, lleváis velos a las instituciones, introducís el islam en la educación pública y naturalizáis la barbarie.
Y así es. “La ley islámica está mal interpretada”, dice el converso del turno, nacido y criado entre los cristales de la democracia, mientras todos los países musulmanes la aplican por igual. Estamos ya cansadas de los “Mohamed’s Garcia y las Fatima’s Gutierrez”.
Hakima Abdoun Serrak
Activista
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