#1428 Bueno, es que Chile, dentro de todo lo opinable al respecto, fue de la mano de la escuela de Chicago y no de la Austriaca, que aunque desde fuera parezcan lo mismo y compartan algunos puntos, hay muchas diferencias entre ellas y sus seguidores no suelen llevarse bien precisamente xD.
Efectivamente para ellos la fuente de todo mal es la intervención estatal, pero para poder plasmar esa idea en una colectividad indeterminada han de valerse de miedos y fobias ya existentes en el subconsciente colectivo para que su mensaje llegue mejor y a un mayor número de personas, de ahí el querer realizar la equiparación o comparación.
En lo que debo discrepar bastante es en el tema de la dictadura liberal, para mi es bastante sencilla de imaginar, sin ir más lejos cualquier distopía cyberpunk con megacorporaciones o, aquí salvando las distancias por el contexto histórico, el feudalismo. En este último aunque se hable de impuestos o tributos, bien podría hablarse de un alquiler si partimos de que el monarca es dueño de la tierra y se paga para arrendar el uso de dicha tierra así como una contraprestación por servicios accesorios como la seguridad. El problema del feudalismo es que bastante dependiente de la conceptualización del mismo. Pero, basandonos en la propiedad privada y el uso de la fuerza como autodefensa, la existencia de un monopolio o un oligopolio sobre determinados recursos vitales difícilmente sustituibles y necesarios para la vida o el desarrollo de esta, se convertiría en una dictadura liberal con ausencia de una intervención estatal.
Algo que suelo notar en los postulados y defensores del liberalismo moderno (en una óptica no académica, la académica daría para otra disertación), aunque en gran parte esté influido por la politización y popularización de este (que conlleva simplificar el mensaje para que pueda ser recibido y procesado por el mayor número de personas posible) es el completo olvido del libre mercado de competencia perfecta, en el que ni productores ni consumidores tienen poder para influir en el precio o las cantidades de mercado, quedando relegado a un liberalismo entendido como ausencia de regulación, partiendo del dogma de que cualquier intervención desvirtuaría más ese equilibrio (y sería más negativo) que el poder de mercado que puedan ejercer oferentes o demandantes para conseguir un precio y cantidad forzados.
En este caso subyacen muchas ideas que no se manifiestan directamente, pero sí indirectamente, que ponen de manifiesto una determinada moral ajena a la propia disciplina. Un ejemplo que me viene siempre a la mente en estos casos es un pequeño fragmento de unos apuntes acerca de los modelos sanitarios, como todos los ejemplos es sólo una pequeña parte del conjunto, incapaz de mostrar el global, pero lo considero ilustrativo.
Acerca del gasto sanitario público y la utilidad recibida por el contribuyente del mismo, exponía que un gasto sanitario estatal siempre va a proporcionar una menor utilidad que un gasto sanitario privado ya que, en el mejor de los casos, el contribuyente se encontraría en una situación de igualdad frente al gasto sanitario privado cuando el estado gastara lo mismo que él desea gastar, encontrándose peor si el estado gastara menos (en este caso debería complementar por la vía privada para alcanzar ese gasto e incurrir en un sobrecoste) o si el estado gastara más de lo que él desea gastar ya que esto condicionaría y desvirtuaría el resto de gastos en otros bienes y servicios que deseara hacer dada su restricción presupuestaria.
Si bien a priori parece correcto y lógico, se da el problema de que abusa implícitamente de la clausula ceteris paribus, y supone que los precios y cantidades del mercado serán los mismos, cosa que, especialmente en el mercado sanitario donde la asimetría de información es muy alta, su elasticidad-precio es muy rígida y las economías de escala juegan un papel fundamental, con grandes barreras de entrada y salida (no sólo burocráticas, sino en términos de inversión inicial, patentes, etc.) es altamente improbable.
Pero creo que estamos de acuerdo en que reducir el debate a si tal autor es nazi/fascista/comunista, es hacernos un flaco favor.