Suecia es una olla cada vez más a presión con este tema.
Una chica de mi pueblo se fue a Estocolmo (que no Malmö, ojo, que esa ciudad está aún peor) de Erasmus y, a la semana o así, viniendo de una fiesta sobre las 11 de la noche, le rodearon varios subsaharianos, empezaron a increparla, la toquetearon, le quitaron el móvil y la cartera y, cuando estaban intentando ya quitarle los pantalones con ella semicaída, apareció una patrulla de la policía y el grupo se dispersó. La patrulla se bajó del coche tranquilamente, sin siquiera hacer amago de ir tras ellos, y la atendió. La trasladaron a la jefatura de policía y le dieron la opción de interponer una denuncia, algo que no pudo hacer porque: a) no conocía la identidad de los agresores (los agentes que la atendieron no dijeron ni mu), y b) estaba paseando sola y de noche, algo que, según le dijeron, la dejaba expuesta a este tipo de crímenes (cágate lorito).
El caso es que quedó tan asustada que a la semana anuló la beca y se vino.
Aunque esto no tenga mucho que ver con la noticia en sí, sirve para darnos cuenta de que en un país tan cívico, pacífico y tolerante como es Suecia la cosa se está poniendo cruda y las autoridades, para no ver decaer su tolerancia y buenismo, se están volviendo sin querer cómplices de ello.