No están actuando ni como un gobierno ni como unos políticos al uso, ni siquiera como un partido, me parece a mí que están actuando como si una secta se hubiera hecho con un Estado. Una secta religiosa, por si cabe alguna duda, con su cosmovisión, sus creencias, sus profesionales (sacerdotes que condenan y dicen los que está bien y lo que no, que se enfadan) que regulan el dogma y dirigen la liturgia (el rito), su manipulación emocional, su defensa a ultranza del líder (lo que nos acerca a un tipo de secta más peligrosa); su discurso maniqueo de buenos y malos, del bien y del mal, de lo que se puede tolerar y de lo que no; sus masas, etc. Martillean desde sus medios y desde las instituciones aunque tengan que llevarse por delante la democracia, la separación de poderes. Discursos sobre la humanidad, sobre la ética, subiéndose a un púlpito para impartir moralinas cuando ellos han estado haciendo lo mismo que ahora critican como norma. Estamos hablando de quienes estamos hablando, que es lo más irónico, los sacerdotes son los que son y no les pasa factura. Llevamos unos años como para dar cualquier nombre que te salen 20 más.