En este post me gustaría narrar un poco mi experiencia entre los kichwas amazónicos con los que viví durante dos meses en la provincia de Pastaza en la Amazonía ecuatoriana. Y el posterior viaje que realicé por este maravilloso país, un poco del norte de Perú y sobre todo por el país que por ahora más me ha enamorado... Colombia.
El año pasado conseguí una beca de la Universidad de Sevilla con la cual podía pagarme el viaje a este insólito rincón del mundo para realizar la investigación del trabajo de fin de máster. Decir tengo que aunque mimé mucho el proyecto, fue una suerte conseguirlo.
Así que arribé a Quito el 15 de Julio del verano pasado. Quito es una ciudad increíble, enclavada entre volcanes, en un sierra que normalmente supera los 3000 metros de altitud (la ciudad está a 2800 metros).
Durante los días que estuve en Quito, tuve la suerte de asistir al último día del Inti Raymi, la fiesta del sol inca, celebrado para el fin de la cosecha, por todos los pueblos indígenas andinos herederos de este cultura.
A los días me fui a Arajuno. Un antiguo pueblo petrolero fundado por la compañía Shell en los años 30 y luego abandonado por los mismos. A este lugar, hace solo cinco años, solo se podía acceder por avión. Hoy existe un carril chungo que lleva hasta él desde la ciudad de Puyo, en las bocas del río Pastaza.
Es un lugar complicado. En este pueblo conviven de manera mas o menos forzosa (ya sabéis, la reestructuraciones demográficas de los estados, la influencia cultural exterior, etc) varías etnías indígenas, entre ellos los kichwas (herederos de indígenas andinos que bajaron a estas tierras, la mayoría como mano de obra de los españoles), los waorani (indígenas aún bastante independiente y algo agresivos, de esta etnia aún sobreviven grupos no contactados en Ecuador) y los shuaras (famosos jíbaros reductores de cabeza, famosos por ser traicioneros y viles, o eso dicen las otras etnias).
La tensión es casi constante en el pueblo, desde donde se gobierna el cantón. Es un cantón indígena (98% de población) y la mayoría salvaje. La etnia dominante es la kichwa, pero aún así la lucha por el poder político y cultural es patente.
Así que yo me encontraba en mitad de un pueblo donde conviven tres nacionalidades indígenas (shuar, waroanis y kichwas), que se apoyan o compiten entre sí dependiendo de la situación. Aparte, también tengo cara de gringo, que puede parecer una tontería, pero me dio muchos problemas. Los prejuicios están presentes en todas partes. Me instalé con mi familia kichwa y viví con ellos. Al principio fue complicado, mucho, por su reticencia a los extranjeros y porque muchos seguían empecinados en que era gringo y venia a robarles. EL mundo femenino en estas culturas es duro, pero también el mundo masculino es complicado y duro, ya que se basa todo en una relación de supremacía entre los miembros y sobre todo si eres nuevo, haciendo por tanto pruebas de valor para comprobar si eres un cobarde o no. Pero esto en un principio, yo no lo sabía, ni tampoco todos sus protocolos ni costumbres. Así que tuve que ir adaptándome al terreno poco a poco.
Fui aprendiendo a ser como ellos, y practiqué todas sus rutinas, cazar, pescar, plantar en la chacra, tomar guayusa y hablar de los sueños, caminar por la selva y vivir en ella y de ella, navegar por los ríos, tomar ayahuasca, etc. También fui observando la problemáticas locales y las relaciones entre instituciones y familias.
Su mundito es muy diferente al nuestro, y para una persona ajena como soy yo, puede parecer terriblemente complicado y difícil. Las rencillas, malos entendidos, las competiciones y las envidias están a la orden del día. Hay que ser cuidadoso con quien hablas o con quién trabajas porque puedes crear una situación conflictiva.
La investigación era sobre historia oral y poco de antropología. El título es: "Discursos de identidad en las comunidad kichwa amazónicas del cantón Arajuno, provincia de Pastaza, Ecuador", era básicamente comparar sus discursos (recogidos en entrevistas que realizaba) con el comportamiento real (observado mediante la convivencia con ellos.
Os dejo una serie de imágenes de las cositas que viví con ellos.
Tras mi experiencia con los kichwas. Aproveché y viajé por varios lugares del país que merecían la pena ver. Sobre todo la ciudad de Cuenca, una ciudad encantadora y preciosa, enclavada en un lugar mágico de belleza incomparable.
Cerca de allí visité el parque natural del Cajas, un lugar que deja sin respiración y no solo por la altura (3600 metros) sino también por el paisaje.
Así como las ruinas de Ingapirca. Las ruinas incas mejor conservadas de Ecuador.
Aprovechando que tenía un amigo en el norte de Perú haciendo cooperación, le visité. Tengo que decir que Perú me desencantó, pero también es verdad que solo visité el norte, que es todo desértico y el lugar más pobre de todo Perú. Daba bastante pena visitar los colegios de los niños de las zonas rurales desérticas, donde estuve con mi amigo unos días (ya que trabajaba allí).
Volví a Quito ya que unos amigos vinieron a visitarme e iniciar con ellos lo que sería la segunda parte del viaje.
Conseguí convencerlos de visitar una zona de la Amazonía que tenía ganas de visitar. El bosque inundado de Cuyabeno. Conseguimos entrar de una manera mas o menos furtiva ya que es parque natural. Pero trás horas interminables de autobus y canoas por los ríos, conseguimos llegar hasta una señora indígena que hacía turismo comunitario. Por solo 25 dólares al día, nos dio alojamiento, todas las comidas y las actividades. Este lugar es fantástico. Entre las cosas que hicimos tengo que destacar, ver cocodrilos por la noche, pescar pirañas, ver delfines y bañarnos en el bosque inundado. Para quién no sepa que es, aquí os dejo unas imágenes de estos días por Cuyabeno.
De vuelta de la Amazonía paramos en un lugar llamado Papallacta para relajarnos en aguas termales salidos del volcán Antisana. A 3200 metros de altura, con un frío mortal, te metes en estas aguas cálidas mientras ves la cumbre nevada del volcán, una pasada... Decir tiene que en los Andes ecuatorianos hay gran cantidad de volcanes, casi todo por encima de los 5000 metros. Se conoce como la Avenida de los Volcanes.
De vuelta en Quito, cogimos un bus para cruzar la frontera con Colombia. Esta parte del viaje fue realmente infernal, por la cantidad de horas de bus que nos tuvimos que mamar. Pero tras días realmente asquerosos pudimos llegar a Tierra Dentro en la Sierra Sur de Colombia. Un lugar precioso de los indigenas Paeces, gente realmente hospitalaria. Allí disfrutamos de un paísaje sobrecogedor. Comentar que es una zona de actividad guerrillera y nos dejaron a 2 km del pueblo en mitad de la noche y tuvimos que andar con linternas acojonados por mitad del campo jajaja una experiencia inolvidable.
Cerca de allí dormimos en el desierto de Tatacoa, un lugar con cierto parecido a Almeria pero con una magia especial.
Después fuimos a Bogotá. Es una ciudad infernalmente infernal, 8 millones de habitantes, sin metro ni apenas transporte público, peligrosa, etc. Pero tengo un buen recuerdo, no es excesivamente bonita, pero tiene algunas zonas interesantes. Salimos de fiesta en un lugar de pijos, donde durante el día sirven comidas y por la noche se hace discoteca. En el mismo hostal donde estábamos alojados nos ofrecío por 20 euros, beber en el hostal, bus (estaba a las afueras), beber en el bus, entrar a la discoteca y luego traernos de vuelta. Fueron solo un par de días, pero un par muy interesante. Por cierto, las colombianas... mujeres espectaculares!
Con resaca cogimos un bus al norte y pisamos tierras santanderinas. En un pueblo llamado San Gil, entre cañones y ríos caudalosos, prácticamos deporte extremo. Tengo que decir que por solo 60 pavos pudimos hacer rafting, cayonning, tirolina, puente tibetano, escalada, rappel, caida libre desde una cascada... increible. Y el pueblo colonial precioso, en una sierra magnífica.
Cansados de tanto deporte cogimos rumbo a Santa Marta, en el caribe colombiano. Allí disfrutamos de tres días comiendo pescado y marisco fresco y fiesta sin fin, con ron artesanal y mujeres preciosas. En un pueblito de mucha pureza llamado Taganga.
Nuevamente con resaca visitamos el parque natural Tayrona. Selva tropical a orillas del caribe. Pudimos ver todo tipo de animales, dormir en una hamaca bajo la atenta mirada de los monos y durante el día ver caimanes y nadar entre tortugas marinas. ESPECTACULAR!!!
Extasiados emprendimos camino de Cartagena de Indias. Ciudad colonial donde las haya. Yo que soy Gaditano, disfrute como un enano viendo las murallas, las garitas y los cañones. Así como la estatua del glorioso Medio Hombre!
La última ciudad que visitamos fue Medellín (trás 13 interminables horas de bus). Decir tengo que esta ciudad fue la que más me gusto para vivir, si tuviera que vivir en Colombia. Clima perfecto (ciudad de la eterna primavera), paisaje maravilloso, las mujeres más bellas del país y una ciudad bien conectada, moderna y con muchas cosas que hacer.
De aqui cogimos un avión a Quito y de Quito uno a Madrid. Una experiencia inolvidable. Espero que os haya gustado el paseo.
P.D. A ver si actualizo con un mapa del recorrido.