EN DIEZ AÑOS, NADIE CALVO
No es una enfermedad, pero su impacto en la autoestima podría ponernos malos. Los remedios actuales no convencen y hasta cinco multinacionales farmacéuticas preparan el golpe definitivo a la calvicie. En una década, las peluquerías no darán abasto.
A lo largo de la historia, millones de hombres horrorizados ante su inexorable pérdida de cabello se han dejado engatusar por los más variados crecepelos. Hipócrates recomendó una mezcla de excrementos de paloma con rábano picante y, en el antiguo Egipto, los faraones utilizaban un potingue de pezuña de asno y pata de perro para tratar de combatirla. Se calcula que en España hay cuatro millones de calvos y que la alopecia androgenética, la calvicie común, tiene una prevalencia del 40 por ciento entre los hombres de 40 años, un 50 entre los de 50, un 60 en los de 60 y así sucesivamente, aunque un tercio de ellos empieza a sufrir pérdidas importantes de masa capilar a partir de los 30 y en algunos casos incluso antes de los 18. Los biólogos evolucionistas (empeñados en justificarlo todo mediante la pulsión de la supervivencia de la especie) mantienen que, si la calvicie es un patrón físico que se ha conservado a lo largo de millones de años, se debe a que cumple una función de luz roja, una señal para alertar al género femenino de que el hombre está llegando a la madurez social y sexual y que, por lo tanto, es menos agresivo y está preparado para criar a los niños y tener una familia. Sin embargo, hoy en día, nadie quiere envejecer y, aunque la alopecia androgenética no esté considerada estrictamente como una enfermedad, su alta incidencia y su enorme repercusión sobre la autoestima, hacen que cualquier producto efectivo sea un gran negocio.
En el siglo XXI, la calvicie ni siquiera es un problema estrictamente masculino (lo que daría al traste con la teoría evolucionista), ya que afecta al 30 por ciento de las mujeres entre 40 y 60 años, y un tercio de los pacientes que se someten a un trasplante de pelo son mujeres. La cantidad de testosterona en ellas es menor y la carga genética también, pero los factores ambientales, como su incorporación al mercado laboral y el estrés, han ayudado a que esa carga genética se exprese y ahora ellas también sufren con las entradas.
Desde hace veinte años la calvicie tiene remedio, pero, además de controvertido, no convence. En el mercado sólo hay dos tratamientos realmente efectivos: un producto de uso tópico, el Minoxidil, y otro en pastillas, el Fenasteride, han ayudado a detener el proceso, pero los dos requieren constancia y sus efectos son reversibles desde el primer día que dejan de usarse. Teniendo en cuenta que la patente del Minoxidil ya ha caducado, y que el Fenasteride tiene efectos secundarios muy controvertidos (el 2 por ciento de quienes lo toman tiene problemas sexuales verificados y un 10 por ciento, o más, los padece inducidos por el miedo a tenerlos), no es de extrañar que hoy cinco multinacionales farmacéuticas trabajen en la clonación capilar para ver dar el golpe primero.
De momento, la clonación no tiene aplicación clínica, pero los ensayos están muy avanzados y se calcula que de aquí a tres años recuperar el pelo perdido será más fácil gracias a una nueva técnica denominada implante de células foliculares que hará más sencillos los trasplantes. Con la clonación, el dermatólogo le extraerá al paciente un pequeño trozo de piel con cinco pelos de su cuero cabelludo, lo enviará al laboratorio y dos meses después le devolverán 500. «Se trata de un auténtico cultivo in vitro que brinda al cirujano una fuente inagotable de pelo –explica Eduardo López-Bran, jefe de Dermatología del Hospital Clínico y director de Imema, Instituto Médico Estético de Madrid–. Esta técnica supondrá un gran avance para los casos de calvicie avanzada o con poca elasticidad del cuero cabelludo, una condición que impide obtener una tira de piel de la zona poblada de pelo, necesaria para los métodos actuales de regeneración capilar.» De momento, el gran problema de los investigadores en la clonación es la superviviencia del pelo in vitro, aunque los medios de cultivo creados en los laboratorios son cada vez más sofisticados.
De más largo alcance es la otra gran línea de investigación a nivel mundial de la búsqueda del genoma causante de la alopecia. En 2008 dos grupos investigadores diferentes, uno del King’s College de Londres y otro de la Universidad de Bonn, llegaron a las mismas conclusiones: tras analizar la composición genética de más de 1.000 hombres caucásicos (entre los blancos occidentales la calvicie es más frecuente que en otros grupos étnicos), se descubrió que el patrón alopécico está estrechamente vinculado a las discrepancias genéticas en dos lugares del cromosoma 20. Un dato muy relevante en el campo de la genómica, pero aún aproximativo si tenemos en cuenta que ese cromosoma contiene más de 900 genes.
Al mismo tiempo, en Japón, investigadores del Instituto Nacional de Genética en Mishima han llegado un poco más lejos al identificar en ratones un gen, el Sox21, que también podría ser clave en la pérdida del pelo en humanos. Los autores descubrieron que Sox21 ayuda a regular la síntesis de la queratina, la proteína constituyente del pelo, y que los ratones sin ese gen tienen menos proteínas del pelo en comparación con otros ratones con niveles normales de Sox21. Toda la prensa se hizo eco de la noticia con gran optimismo, pero el doctor López Bran, recuerda: «Tiene relevancia, pero los resultados de animales no siempre son reproducibles en humanos».
Además de la genómica, otra ciencia de moda en la bioquímica –la proteómica– está desarrollando también investigaciones cruciales sobre la calvicie común. Las proteínas son los obreros de la obra de ingeniería que es el metabolismo celular, y la proteómica es la ciencia que correlaciona las proteínas con sus genes. Antes se pensaba que cada gen producía una proteína, pero hoy sabemos que puede producir múltiples variantes, y que estas variantes pueden tener funciones distintas, incluso antagónicas, con lo que el estudio de los genes se hace insuficiente para entender la diversidad de proteínas presentes en una célula. En España, el doctor López-Bran está llevando a cabo un importante estudio sobre la aplicación que puede tener la proteómica en dos de las enfermedades dermatológicas más frecuentes: la psoriasis y la alopecia androgenética: «Estamos desarrollando un estudio que consiste en obtener de los pacientes con alopecia un poco de piel de la zona de la calvicie, aislar las proteínas y estudiarlas. La proteómica tiene el potencial de revolucionar el modo de diagnosticar, determinar el pronóstico clínico, así como las estrategias terapéuticas que se deben seguir. Una vez identificado su funcionamiento, la industria farmacéutica podrá desarrollar fármacos que inhiban esa proteína, con lo que se podrá evitar que se manifieste la enfermedad en toda su extensión».
¿Y ahora qué?, se preguntará el sufrido lector amenazado por una incipiente calvicie. ¿Cómo se traducen estos descubrimientos en el terreno de la praxis? Para las multinacionales farmacéuticas, el descubrimiento del patrón genético y de las proteínas que intervienen en la alopecia androgenética será el primer paso para trabajar en tratamientos preventivos que pueden ser comercializados para personas con predisposición a la calvicie y todavía no la han desarrollado: es decir, más medicación y desde más pronto. En un futuro a medio plazo, igual que se nos hace un análisis de sangre para medir la glucosa, se nos hará un test genético precoz para averiguar si tenemos propensión a desarrollar un cáncer de colon, un cáncer de piel o una alopecia, y con esa información, cada persona podrá actuar en consecuencia con respecto a los factores ambientales que pueden inhibir o impulsar esa enfermedad. El flashforward de nuestra salud (la anticipación de lo que podríamos padecer) nos permitirá saber para qué enfermedades estamos programados e intervenir cuando aún no haya síntomas, un avance de imprevisibles consecuencias. Por ello, cabe preguntarse cuándo será recomendable empezar a tratarse la alopecia, ¿en la infancia?
Fuente: XL semanal.
Weno que opinais?? A mi la verdad es que no me importa no creo que me quede calvo pero hay gente a la cual le afecta mucho a nivel emocional.