En pleno apogeo de la Guerra Fría, el ingeniero ruso Rostislav Evgenievich Alexeiev concibió lo que luego se conocería como “ekranoplanos”, unos vehículos a mitad de camino entre un barco y un avión. Con más de cien metros de largo y propulsado por diez motores, volaba a solo tres metros de la superficie del agua, atravesando olas de hasta cinco metros de altura sin problemas. Un accidente ocurrido en 1980 puso fin a este desarrollo ruso, al que los espías norteamericanos apodaban "El Monstruo del Mar Caspio”.
La Guerra Fría sirvió de marco para el desarrollo de las tecnologías más extrañas. Tanques de guerra del tamaño de acorazados, o cañones que necesitaban de miles de hombres para operarlos. En el campo de la aviación también se hicieron algunas pruebas realmente sorprendentes. Una de ellas es la serie de aviones-barcos rusos conocidos como “ekranoplanos”. Todo comenzó cuando en la década de 1960 los satélites espía norteamericanos tomaron unas fotos de la costa del Mar Caspio. Los técnicos determinaron que las extrañas formas que aparecían en las fotografía -a pesar de su tamaño- no podían ser otra cosa que un avión. Con más de 100 metros de longitud y unas alas prácticamente cuadradas, este aparato era algo completamente diferente a todo lo conocido. Las agencias de inteligencia de los EE.UU. comenzaron a llamarlo “El Monstruo del Mar Caspio", y rápidamente comenzaron a investigar su origen y características. Varios meses más tarde descubrieron que en realidad no era exactamente un avión, sino una especie de barco de 550 mil kilogramos de peso pero capaz de volar a ras del agua aprovechando el a veces llamado “efecto suelo”. El Ekranoplan KM, nombre que utilizaban los rusos, podía volar solo a muy baja altura, pero lejos de ser una limitación, esto le permitía volverse prácticamente indetectable por los radares.
spoilerEl responsable del diseño de este aparato era el ingeniero Rostislav Evgenievich Alexeiev, quien se había especializado en el desarrollo de superficies que pudiese sustentar un gran peso “volando” casi a ras del piso o del agua. El Ekranoplan KM sería un nuevo medio de transporte que aprovecharía las ventajas de los aviones y de los barcos, tomando lo mejor de cada uno. Nikita Kruschev se interesó tanto por el proyecto, que le concedió a Alexeiev fondos ilimitados para llevar adelante su investigación. Lo que en un principio fueron modestos modelos a escala, construidos con papel y lanzados por un tobogán se convirtieron -gracias al dinero ruso- en un prototipo real. Propulsado por 10 motores -8 motores en la parte delantera del fuselaje y 2 más en la cola, indispensables para obtener el empuje extra necesarios durante el despegue- el primer ekranoplano voló por primera vez en octubre de 1966. Fue capaz de elevarse apenas unos 30 centímetros sobre el agua, y su diseñador afirmaba que no podría volar a más de 3 metros sin correr un serio riesgo de estrellarse. Pero esto no era un problema demasiado grave, ya que las olas de hasta cinco metros de alto podían ser “atravesadas” sin problemas por el enorme vehículo. El KM sirvió para hacer miles de pruebas, y los rusos aprendieron prácticamente todos los secretos de esta tecnología. La aventura terminó en 1980, cuando el Ekranoplan KM sufrió un accidente y no volvió a volar. Según parece, una ráfaga de viento lateral desestabilizó el aparato. El piloto, desoyendo los consejos del diseñador que indicaba aproximarse a la superficie del agua en caso de problemas, se dejo llevar por su instinto y, como si estuviese piloteando un avión tradicional, intentó ganar altura para evitar el accidente. Esto provocó que el “efecto suelo” que mantenía el KM en el aire disminuyese y se fuese a pique.
Lo que mantenía en el aire al Ekranoplan KM era el empuje que experimentan las alas de un avión cuando este vuela muy cerca del suelo. Esto es debido a un exceso de presión que sufre el aire que circula entre las alas y el suelo. Esta presión genera un “colchón de aire” y ayuda a la aeronave a mantenerse en vuelo. Para maximizar este efecto, los ekranoplanos tenían las alas cuadradas y “partidas”, de forma que el flujo de aire se dirigiese naturalmente hacia la parte inferior del aparato. Pero este efecto va disminuyendo a medida que el avión se separa del suelo, por lo que el KM no podía volar a gran altura. Antes del accidente del KM, los ingenieros rusos crearon más modelos, como el A-90 Orlyonok (Pequeño Águila), de 140 toneladas de peso y sólo 58 metros de longitud, propulsado por dos motores turbojet que le permitían alcanzar velocidades de 400km/h en 1972. Este aparato, que tenía una autonomía de 1500km volando a entre 5 y 10 metros de altura, estaba concebido para misiones de asalto. Se proyectó la construcción de 120 unidades destinadas a la Armada Soviética, pero la crisis sufrida por esa nación hizo que sólo se construyesen 3 o 4, que estuvieron en servicio hasta 1993. Alexeiev diseñó otros aparatos similares, más o menos grandes, capaces de transportar bombas nucleares, misiles, tanques y camiones. Pero al igual que el Spasatel (el salvador), un ekranoplano con capacidad para 500 personas y dedicado a ser un hospital volante para las tripulaciones de navíos o submarinos, se cancelaron antes de ser construidos por falta de fondos. El Monstruo del Mar Caspio, uno de los más grandes vehículos jamás construidos, descansa a orillas del mar.
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Cuantos vehículos extravagantes se nos han quedado por el camino.
Con este en especial y estando operativo al 100% durante la guerra fría los rusos habrían tenido la posibilidad de alcanzar las costas americanas con bombas nucleares fácilmente.