Hace unas semanas, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades lanzaron en EEUU
con consejos para actuar en caso de ataque zombie. El objetivo no era otro que dar a conocer estos organismos utilizando a los muertos vivientes, sabiendo que el eco mediático estaba asegurado. La iniciativa fue un rotundo éxito que dio la vuelta al mundo.
El origen de esta alerta fue el trabajo de dos neurocientíficos de la Universidad de Berkeley,
, que, tras analizar las películas más famosas del género, decidieron aplicar al tema sus conocimientos. El resultado es una enfermedad, bautizada como “trastorno hipoactivo de déficit de conciencia”, que se caracteriza por “la pérdida de conducta racional, voluntaria y consciente y su sustitución por una agresión ilusoria/impulsiva, una atención dirigida por estímulos, la incapacidad de coordinar las conductas motoras y lingüísticas y un apetito insaciable por carne humana”.
A diferencia del enfoque tradicional para enfrentarse a una pandemia zombie -el clásico “duro y a la cabeza”, como diría Tallahassee- Voytek y Vestynen propusieron combinar el bate y la neurociencia para salir airoso de un lance. Por ejemplo, una de las zonas del cerebro que tienen dañada es el lóbulo temporal, lo que se traduce en deficiencias en la memoria. Una buena solución puede ser esconderse unos minutos y esperar a que el muerto viviente olvide la presa.
Otra cosa que no hay que olvidar que se trata de un juego de suma cero: o gana el zombie o el humano. Esto se debe a su incapacidad de sentir dolor provocado por daños en el lóbulo parietal (donde el cerebro detecta los daños). Por eso o estamos en situación de acabar con él de un golpe o mejor poner pies en polvorosa. Una retirada a tiempo siempre ha sido una victoria.
También tienen dificultades para fijar su mirada en algo concreto (síndrome de Bálint), lo que hace más fácil despistarlos (les cuesta fijarse en algo o calcular las distancias). Pero mucho cuidado cuando se trata de un zombie al que conocimos antes de contraer la enfermedad: no reconocen ni a su madre, así que es inútil apelar a sus sentimientos. Los zombies con sus presas son como los tíos cuando ligan: lo que más nos gusta de las chicas es su cerebro.
Otras características que hay que tener en cuenta son los problemas motores (los zombies avanzan a trompicones) así que unas escaleras o adentrarse en terrenos irregulares puede frenar su avance, lo que se convierte en una ventaja a la hora de escapar. Tampoco hay que olvidar que los daños en la corteza prefrontal (donde encontramos el área de Broca) impiden que los bichos puedan comunicarse entre sí: aunque vayan en manada, cada uno va a la suya. Estas mismas lesiones explican por qué son tan agresivos: mejor no intentar razonar con ellos.
Voytek y Vestynen no son los primeros con su investigación. El pionero es su compañero de la http://www.zombieresearch.org y profesor de la Universidad de Harvard http://io9.com/5286145/a-harvard-psychiatrist-explains-zombie-neurobiology. En 2009 bautizó la enfermedad zombie como “síndrome de deficiencia atáxica neurodegenerativa”. Asesorado por George ‘papa oso’ Romero anticipó muchas de las conclusiones de este nuevo informe, pero también otras interesantes claves.
Los zombies no son malos, son los problemas con el lóbulo frontal lo que los hace tan agresivos. Esa zona del cerebro es la que evita que estrangulemos a nuestro jefe dos veces por semana. Estudios con cocodrilos demuestran que actuando sobre esta zona se vuelven corderitos. ¿Servirá con los muertos vivientes?
Muy importante, dice Schlozman que las ‘neuronas espejo’ (que afectan a nuestra sociabilidad) están muy dañanas. Eso es bueno porque entre ellos no siente empatía, así que limita su capacidad de organización. Pero tiene un problema: No se asustan ante un ataque, no temen las represalias y no se van a retirar. Mientras quede uno en pie, seguirá luchando.
Y un último consejo. Lo primero que hay que hacer al ver un zombie es asegurarse. Si es en un afterhours es hasta normal, pero si es un infectado (como los de 28 Días) considerate ya parte del menú: los daños cerebrales son menores, lo que se traduce en más agilidad, capacidad de relacionarse con su entorno y coordinarse. Tienen más peligro que los Ewoks, esos oso perroflautistas que meriendan stormtroopers.
Extras:
Ya esta tratado en el foro, pongo el enlace como mera curiosidad
Varios articulos de la National Geographic sobre zombies:
http://channel.nationalgeographic.com/episode/the-truth-behind-zombies-5710/
http://news.nationalgeographic.com/news/2010/10/1001027-rabies-influenza-zombie-virus-science/
http://news.nationalgeographic.com/news/2011/03/pictures/110303-zombie-ants-fungus-new-species-fungi-bugs-science-brazil/