Con todas estas precauciones, los físicos han detectado un movimiento entre los espejos equivalente a la diezmilésima parte de un protón. Para entenderlo, imagine lo pequeño que puede ser un átomo. Ahora trate de imaginar una partícula proporcionalmente mucho más pequeña en el interior de su núcleo, en este caso el protón. Coja ese protón y divídalo en 10.000 partes y ya tendrá el espacio que se ha movido el espejo y que ha servido para detectar una onda gravitacional. En metros, esa distancia se expresa así:
0,0000000000000000001 m
que flipe macho que puedan medir eso