Cuando la pólvora empieza a quedarse anticuada, hay que pensar en nuevos métodos para propulsar los proyectiles. Por ello, y desde hace años, se investigan métodos que permitan propulsar proyectiles utilizando electricidad.
Los dos métodos más corrientes son las coilguns (conocidas también como armas Gauss), construidas por primera vez por el físico noruego Kristian Birkeland y que emplean electroimanes, y las railgun, que transmiten electrones a través del propio proyectil para impulsarlo.
Las primeras, según el número de electroimanes que actúen, pueden clasificarse como de una o varias fases. En las de una fase, se conecta una fuente de energía al electroimán. Al liberar la energía, el electroimán impulsa el proyectil. Por supuesto, se necesita una gran cantidad de energía en la bobina. Para ello se emplean condensadores, dispositivos que almacenan energía y la liberan en un momento determinado. Esto puede producir resultados tan sorprendentes como este, a energías de 100 julios aproximadamente:
O este, fabricado empleando un capacitor de un flash de cámara de fotos:
Sin embargo, para 'grandes' proyectos este sistema se queda corto, y hay que recurrir a las coilgun de varias fases.
Funcionan como las anteriores, sólo que proporcionan más potencia, como es el caso de esta impresionante arma de 18 fases:
A pesar de las dificultades a la hora de construirlas, como sincronizar las bobinas o diseñarlas de modo que el operario no reciba descargas, ofrecen ventajas como el bajo precio de los sistemas (una coilgun de una fase se puede construir por menos de 200€), el ruido, que es prácticamente inexistente, la posibilidad de reutilizar las baterías (y poder cargarlas en prácticamente cualquier sitio) y la facilidad de uso.
Por supuesto esto resulta inutil para fines militares, ya que a media y larga distancia no provocarían ningún tipo de daño. Para ello, y desde hace varios años se están empezando a desarrollar con éxito los railguns, sistemas inventados por el francés Louis Octave Fauchon-Villeplee en 1918, que son armas que transmiten grandes cantidades de energía a través del propio proyectil para propulsarlo, como se puede ver en el siguiente diagrama:
Es sencillo de entender y una vez llevado a la práctica produce resultados impresionantes, como estos vídeos, que muestran el progreso del sistema, desarrollado para la marina americana (se prevee que este sistema será instalado en buques de guerra) a fecha de 2007 (seguramente sean del 2005 aproximadamente):
Ni siquiera se plantea el problema de poner cabezas en los proyectiles, ya que solamente la energía del impacto es capaz de destrozar paredes gruesas de hormigón. La energía del lanzamiento en los dos vídeos superiores es brutal, del orden de 8 millones de julios.
Sin embargo, los planes de la marina son más ambiciosos, y para 2016 se plantean tener plenamente operativo un cañón de 64 millones de julios.
El calor y las fuerzas generados en un lanzamiento de este tipo son enormes. Tanto que, como se aprecia en el vídeo, se vieron obligados a fijar toda la estructura con 220 tuercas especiales de 227 toneladas en total, porque tras cada lanzamiento, la estructura sencillamente se desmoronaba debido a las fuerzas magnéticas y al calor.
A la hora de construir un cañón de este tipo hay que tener en cuenta factores como los materiales (tanto los raíles como el proyectil deben ser excelentes conductores, y la cubierta debe de ser resistente, ya que el retroceso experimentado es igual a la energía de lanzamiento. Se baraja la posibilidad de utilizar proyectiles de wolframio, el material del que se fabrican los filamentos de las bombillas), la corriente utilizada (debe de subministrarse una gran cantidad de energía durante un período de tiempo razonable, para ello se emplean capacitores, que son lentamente cargador mediante una fuente externa) y compulsadores), la disipación del calor (generado tanto por la resistencia eléctrica de los raíles y del proyectil y por la fricción entre el proyectil y el cañón a altas velocidades) o fenómenos que se dan con altas energías, como los arcos eléctrcos, que desgastan y deterioran los raíles y reducen el rendimiento.
No hay duda de que estos sistemas son el futuro. Se oyen y leen rumores de que ya se están desarrollando armas portables plenamente automáticas empleando este sistema, más allá de todos los sistemas amateurs que circulan por la red. En cuestión de tiempo, la pólvora quedará relegada a los fuegos artificiales.