Mientras dure la guerra
Que esta película tuviera éxito o no, y me refiero a éxito en tanto que buena película, no a película taquillera, se debía a la buena caracterización de los personajes y al papel de los actores.
La película tiene lo uno, ya que los actores hacen un trabajo impecable, pero carece de lo otro, los personajes no son creíbles ni verosímiles, a no ser, claro está, que pensemos en la caricatura. Si Mientras dure la guerra hubiese sido una obra esperpéntica, un vodevil en el que Millán Astray apareciese como animalillo inflamado e histriónico o, por poner solo un par de ejemplos, Unamuno hubiese querido ser retratado como un escritor empequeñecido, más burdo de lo que fue, entonces Amenábar ha filmado una obra maestra.
Sin embargo, como la película aspira a retratar con dramatismo y detalle un momento muy concreto de aquella España tan compleja de entender, la caracterización y por ende la profundidad de los personajes debería haber ocupado el lugar privilegiado dentro de la obra.
Como esto no se ha conseguido, cualquier escena, por muy memorable que aspirara a ser, tal como el disurso de Unamuno, momento más que esperado en el largometraje, tan solo resulta pavesa en lugar de fuego a ojos de un espectador que espera mayor emoción, y convicción, de una película de tal calibre.