Boyhood.
En pleno debate sobre la duración de películas, ayer vi POR FIN esta, de casi tres horas. Hay que mentalizarse bien, porque conociendo a Linklater, tres horas pueden ser muchas horas.
Y el caso es que empieza la película y no ves absolutamente nada que te llame la atención: la fotografía es anodina, las actuaciones no están mal pero son sosillas, y se acerca tanto a un documental que sientes la tentación de mover el ratón para ver cuánto llevas.
Pero qué va, el tipo ya te ha enganchado. Y sin ningún exceso, ninguna rimbombancia, te da un paseo por la vida y te demuestra lo inevitablemente dolorosa y lo bella al mismo tiempo que es, y también lo rápido que pasa. Y no le hace falta meterte música cuando tienes que emocionarte, porque te está hablando tanto de la vida de sus protagonistas como de la tuya propia. Y de repente ya no te parecen sosas las actuaciones, sino reales, y ya no te parece un documental, sino un retrato exacto sobre la vida.
Una película que voy a recordar mucho tiempo, por emocionante y por auténtica.