Qué haríamos sin nuestro tito Tom.
La primera no la vi cuando se estrenó porque en el 86 yo no era ni proyecto (soy del 90 y tantos), pero la he visto posteriormente y qué queréis que os diga, pero me flipa. Es una película ochentera en todo su esplendor, con una buena banda sonora y una trama que si bien no es de las mejores del mundo, te hace pasar un buen rato, que a fin de cuentas es la esencia del cine.
La segunda, la disfruté como un niño. Entre tanta película de superhéroe y tanta bazofia woke, para mí representó la vuelta del cine de verdad. Me recordó a cuando era pequeño y los fines de semana íbamos al videoclub a alquilar una película para verla en familia y se disfrutaba al máximo. Buenas escenas de aviones, buenos actores y unos guiños a la primera espectaculares (lo de Val Kilmer fue un momento emocionante). Y qué decir de la Connelly…sale espectacular.
Es que, señores, me da la sensación de que ya nos hemos olvidado cuál es la verdadera finalidad del mundo cinematográfico. El cine no debería ser una extensión de la política como sucede en estos días. El cine tiene que estar para hacernos disfrutar como se debe, para que desconectemos durante un rato de la ardua vida real y nos demos un homenaje viendo películas que nos hagan pasar un buen rato y nos transmitan emociones. Nada de propagandas woke y nada de consignas políticas dirigidas a lobbies de ninguna clase. Simplemente, cine.
Si sale una tercera parte, seré el primero en ir a verla.