"Si luchamos, podemos perder; si no lo hacemos, estamos perdidos”. El presidente del Real Madrid, Ramón Calderón, leyó esta frase en un cartel recientemente en Lanzarote, cuando asistía al torneo internacional de fútbol 7 que ya es habitual por las fechas navideñas. Al máximo jerarca blanco le gustó. Le dio vueltas a la cabeza y pensó que sería extraordinario que un cartel con dicho lema colgara en el vestuario del Real Madrid. Para el mandatario blanco, el slogan cuadra a la perfección con el espíritu que debe representar el club, el de la lucha y el de no rendirse jamás.
Una pancarta de tres por dos metros con dicha inscripción ya se pudo leer en el último encuentro que el equipo de Bernd Schuster jugó en casa, ante el Villarreal. Además, en el seno del conjunto madridista se apunta que trajo buena suerte pues el Real Madrid remontó en dos ocasiones los momentáneos empates del ‘submarino amarillo’ para terminar imponiéndose por tres goles a dos. La idea del slogan fue acogida con agrado y ahora el Real Madrid quiere un rótulo más solemne para exponer el nuevo lema de la casa blanca que presida la salida al campo de los jugadores y que suponga un referente para el Real Madrid.
Hasta aquí, todo parece correcto, aunque la polémica viene a la hora de buscar la autoría de la frase. La que vio Ramón Calderón en Lanzarote estaba escrita en un cartel de protesta en el que un vecino que se niega a ser expropiado –Santiago Medina, de 71 años y carpintero hasta su jubilación– clamaba por sus intereses.
El origen del citado slogan no está nada claro. Hay quien afirma que estaba pintada en una pared de Barcelona durante la Guerra Civil, otros la atribuyen al presidente chileno Salvador Allende. Y un amable lector de SPORT, en su condición de piloto e historiador aeronáutico, nos descubría que un lema similar fue el slogan que marcó la vida de Hans Ulrich Rudel, un piloto alemán de la Segunda Guerra Mundial, nacionalsocialista convencido y poseedor de la más alta condecoración alemana, los Diamantes para su Cruz de Caballero con Hojas de Roble y Espadas.
Hans Ulrich Rudel, nacido en 1916 en Konradswaldau (Alta Silesia) y fallecido en 1982 en Rosenheim, es hasta el día de hoy el soldado con la más alta condecoración alemana. En su hoja de servicios se le adjudican 2.530 misiones de combate. Se le atribuye la destrucción de 519 tanques soviéticos, el acorazado Marat, dos cruceros, once aviones enemigos derribados y más de setenta embarcaciones hundidas. Según los expertos, las cifras son sorprendentes, pero apuntan a que la Luftwaffe exigía numerosas pruebas para dar por válidos derribos o ataques efectivos.
‘Verloren ist nur, wer sich selbst aufgibt’ fue el lema de su vida o, lo que es lo mismo ‘Sólo el que se da por vencido está perdido’. El inicio de la fama de Hans Ulrich Rudel llegó en septiembre de 1941 al cargar en su avión una bomba de mil kilos y dañar al crucero-acorazado soviético Marat. La propaganda alemana fabricó la leyenda de que el dictador soviético Stalin había puesto precio a su cabeza, ofreciendo cien mil rublos a quien lo capturara, vivo o muerto.
A la conclusión de la guerra, y a diferencia de otros colegas, Rudel se mantuvo firme a su ideología nazi. No se le encontró culpable de crímenes de guerra y a pesar de las solicitudes de extradición por parte de la Unión Soviética fue liberado en 1.948 y regresó a Alemania. Escribió el libro ‘Piloto de Stuka, 2.500 vuelos contra el bolchevismo’ donde cuenta sus aventuras durante la guerra y deja claro en reiteradas ocasiones que su lema de vida fue ‘Sólo el que se da por vencido está perdido’. Un slogan similar al que ahora quiere Ramón Calderón que luzca con todas las de la ley en el Santiago Bernabéu."
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