Que puto amo Jabois como siempre xDD
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Bale tiene nombre de verano
Una monja argentina del Barça (no se me ocurre imagen más gráfica del infierno) empezó ayer la temporada diciéndole a El País que ella reza por el equipo antes, durante y después de los partidos, y que lo hace además con pasión, y que algunos de esos partidos los ve en un centro de salud mental. No habían pasado 45 minutos y el Barça, que más que un club es una feligresía, le había metido media docena al Levante con un juego deslizante y cómodo, pletórico de esa ración de veneno que tuvo el equipo de los mejores Rijkaard y Guardiola (se habla poco de Rijkaard). La relación blaugrana con la religión siempre ha sido intensa y a ello ha contribuido la ausencia de un Tarancón fumador y sardónico por la sombra de Sistach, que opositó un verano para tesorero del Madrid, debe de ser por lo bien que tratamos a los tesoreros en Madrid. En el culebrón del verano (Florentino siempre nos regala a los famélicos un culebrón, frecuentemente caro; es como la eterna reposición de Los Simpson pero doblados por la lista Forbes) se echó de menos a Sistach como Doña Adelaida de la austeridad.
De momento, además de ser la nueva vara de medir de la moralidad pública y de la contención del gasto, Bale ya ha hecho lo más difícil, que es tener nombre de verano. Este es el verano de Bale y todo lo que hagamos lo recordaremos en ese contexto tan florentinista. En la adolescencia los veranos tenían nombre de chica, aunque a veces fuese Conchita. Crecimos y los veranos empezaron a tener nombre de fichaje; ya no paseábamos por la playa, sino por la cubierta del Pitina, de donde zarpaban lanchas que soñábamos de Ronaldo Nazario y las chicas de sus cumpleaños. Antes de firmar el jugador del Madrid tiene que ser verano. Una vez fichado, y tras el reconocimiento médico, anunciar que pone el 50% de sus derechos de imagen en manos del club y el 100% de su pelo para que no ocurra lo de Benzema, a quien la mitad de la cabeza se la está gobernando un vándalo, y lo peor es que no sabemos de qué mitad se trata.
La primera parte de ayer no surtió el efecto deseado, que parecía ser que los jugadores del Betis se aturdiesen viendo el look de Ronaldo, cuya pretemporada estilística, con esas gafas sin cristales (o sin graduación, que no sé lo que es peor), ya prometían un año muy Pérez Hilton. En lugar de eso, los que se dedicaron a contarle las rayas del peinado de CR fueron sus compañeros. No hubo sorpresa en la portería y por tanto, en contra de lo anunciado, jugó Diego López. Ello sirvió también para deleitarnos con los comentarios de la tele tipo «otra que se come por alto Diego López» cuando el balón había pasado a 30 metros por encima de él. De hecho hubiera tenido más posibilidades de despejarla el comentarista que el portero. Me será difícil a partir de ahora ver un avión y no pensar: «Otra que se come por alto Diego López». El partido del Madrid acabó entre arreones pretéritos y empujes emocionales, nunca tanto contra el rival como contra el reloj. Fue Isco con un salto contrarrevolucionario el que rumió la victoria pastando en el aire un cabezazo de caranava veraniega, casi académico, marcando los tiempos si Isco y yo supiésemos de qué va eso de marcar los tiempos cuando toda la vida se trató de saltar y chuzarla.