Vayamos con el artículo de mañana de Relaño, ese hombre conocido por su objetividad y buen hacer
Otra vez ángel y demonio. Otra vez hombre del partido, primero con sus dos goles, luego con su expulsión. ¿Rigurosa? Puede ser, así la juzgan algunos, pero la verdad es que sacude. Mtiliga le va agarrando, él hace por desasirse, suelta dos veces el codo, la segunda con más violencia que la primera, y le rompe la nariz. Pérez Lasa está justo delante. Desde luego que jugadas de éstas se ven con alguna frecuencia y no siempre acaban en expulsión, pero tampoco se puede decir, en puridad, que la expulsión sea indefendible. Se puede, si acaso, discutir sobre raseros, y en eso ya saben lo que pienso.
Valdano defendía después del partido que Cristiano siempre quiere jugar, dar espectáculo, y que no es ese el propósito de todos los jugadores, y es verdad. No lo era el de Mtiliga cuando le sujetaba. Pero dado que las cosas son como son y que él está lo vigilado que está, más vale que controle esas cosas. Ser un astro significa sufrir persecución, faltas y hasta la envidia propia de la mezquindad humana. Ya vamos viendo que con él no hay indulgencia, ni por los públicos ni por los árbitros. Si él no da cuartel ni en su juego ni en sus actitudes tampoco puede esperarlo, y menos en estos tiempos de villarato.
Porque queda bien echar a Cristiano Ronaldo en el Bernabéu, eso es de tíos valientes, de modo que mejor no dar muchas oportunidades. Ni a los árbitros ni a los comités, que pueden empezar a tratarle como un reincidente. En ese sentido, está muy bien que pasara al vestuario del Málaga y pidiera perdón a Mtiliga. Eso amortiguará la sanción, pero lo que hay que dar por seguro es que no estará en Riazor, como no estuvo en Mestalla. Algo sabe a injusto en la forma en que es tratado este jugador, pero de nada le servirá sentirse incomprendido. El mundo es como es, y en este mundo tiene que vivir.
Y así, es como se manipula la opinión de los madridistas carajilleros, que creerán que Relaño tiene razón.