Dejad de decir tonterías de "fakes" anda, Mourinho es real! y no lo digo por que me lo haya contado el amigo del amigo de un amigo, no, lo he visto yo con mis propios ojos...
Un noche estuve en el Paseo de la Castellana tomando algo con unos amigos en un bar. Tomamos cervezas y tapas hasta bien entrada la madrugada. La música paró sobre las 3 de la mañana anunciando que llegaba la hora del cierre, terminamos lo que teníamos en la mesa, y nos preparamos para irnos. Ya en la calle, nos despedimos y cada uno continuó hacia su casa. Algunos de mis amigos cogieron un taxi, pero yo preferí andar para despejarme un poco, pues a pesar de la hora no estaba cansado.
La noche era tranquila y solitaria, salvo yo, no había ni un alma en la calle, y ni siquiera el ruido ocasional de un coche circulando irrumpía en el silencio en el que me hallaba. Subí por el Paseo de la Castellana en dirección a Plaza de Castilla hasta llegar a la altura del estadio Santiago Bernabeu. El estadio quedaba a mi derecha, eché una mirada rápida hacia aquel lado para contemplarlo, y rápidamente me sentí minúsculo ante la magnitud del monumento con el que me encontraba. Sus muros parecían no tener fin y llegar hasta lo más alto del cielo, y la bandera del Real Madrid ondeaba en la noche tranquila como un símbolo de orgullo y victoria ajeno al paso del tiempo y a los problemas de los simples mortales.
Fue en aquel mismo momento, mientras contemplaba una de las mayores obras jamás construidas por el ser humano, que sentí un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. Una sensación muy extraña me invadió, algo que jamás había sentido. Un poco nervioso, empecé a mirar al rededor mío; no había nadie, los aledaños del estadio estaban completamente solitarios, cuando de repente, divisé una sombra.
Junto a una de las taquillas, como si de un espectro se tratase, una imagen oscura se dibujaba en los muros del estadio. Parecía la sombra de una figura humana, pero al mismo tiempo cambiaba constantemente de forma. Estaba aterrado, pero también sentía la necesidad de investigar la procedencia de mi visión. Cautelosamente me acerqué hacia la taquilla, y en la oscuridad de la noche encontré a un hombre de espaldas con una gabardina.
-Señor, disculpe, señor- Espeté con una voz leve y asustada. No obtuve respuesta. Me acerque un poco más, lo suficiente para poder tener contacto físico con él. Levante mi mano, y progresivamente la llevé hacia su hombro. Apenas quedaban unos centímetros para que mi palma tocase su espalda, cuando la figura se giró repentinamente hacía mi. A pesar de la escasez de luz, adiviné claramente ante mi el semblante de José Mário dos Santos Mourinho. Sin tiempo a ninguna reacción por mi parte, abrió su gabardina, y en su interior colgaban todos los trofeos conseguidos en su carrera. El brillo era cegador y mis ojos ardían ante él. Levante la vista intentando huir del resplandor de sus victorias, y me encontré con su mirada. Clavo sus ojos en los míos, y contemplé como sus pupilas se transformaban en los escudos de todos los equipos a los que había entrenado y con los que había cosechado éxitos.
Estaba completamente paralizado, intenté huir, pero mis extremidades no respondían, intenté gritar, pero la voz no brotaba. Sentí como mis piernas perdían fuerza, no era capaz de seguir erguido, y mis rodillas se clavaron en el cemento de la calle. Totalmente indefenso y a su merced, con una voz firme y estremecedora, Mourinho pronunció las siguientes palabras: "!LA DÉCIMA¡".
Su sonido penetró mis oídos, sentí ardor en los tímpanos, y finalmente las palabras se clavaron en mi cerebro. Me desvanecí, ya no sentía mi cuerpo, ni era capaz de oír ni ver nada. No sé durante cuanto tiempo permanecí inconsciente en la calle, quizás segundos, quizás horas, pero de repente mis ojos se abrieron y recuperé el control de todo mi cuerpo, como cuando empiezas a dormirte y tienes la sensación de que te caes, y al momento despiertas estando completamente alerta.
Me levanté del suelo, y corrí frenéticamente durante el resto del recorrido que quedaba hasta mi casa. Cuando por fin llegue, al entrar al salón encontré a mis compañeros de piso despiertos jugando a la videoconsola. Me vieron totalmente pálido y cubierto de sudor. - ¿Qué te ha pasado?, ¿te han atracado?- preguntaron con claros signos de preocupación. -Lo he visto, es real, lo he visto. - dije con una voz temblorosa y llena de nerviosismo. -¿Qué es lo que has visto?- preguntaron cada vez más extrañados. - A José Mourinho. - dije finalmente sintiendo un miedo terrible mientras pronunciaba su nombre.
Incrédulos, mis dos compañeros se miraron entre sí, para acto seguido comenzar a reírse a carcajadas. -Venga hombre, ¿cuántas cervezas dices que te has tomado hoy?. Empezaron a hacerme bromas y comentarios burlescos al tiempo que no paraban de reír. Comprendí que no había caso en insistir, pues por mucho que lo intentase no me iban a creer.
Mientras escuchaba sus risas de fondo, me dirigí a mi habitación, cerré la puerta, me metí en mi cama, y allí, completamente a oscuras en la soledad de mi cuarto, rompí a llorar.