Pues tú dirás, colega.
Imagínate a ti mismo. Delgado, con el pelo bien peinado, relajado en la vida y que las empresas de desarrollo back-end te miren con desdén, que vayan de gurús del código y solo recibiendo desprecio.
Y te viene un colega de estos. Que sí, quizás no domina la lógica de programación tan a fondo. Pero maneja el front-end como un maestro. Tiene una habilidad para alinear divs que podrías poner una taza de café encima y no se caería. Y unos estilos, que no muy extravagantes pero limpios y atractivos. Y el tío comienza con sus "ay, compañero" y sus "oh, qué fácil es esto". A darte palmaditas en la espalda, vamos. Y notas como tu código, que pensabas que ya solo serviría para solucionar bugs el resto de tu vida, comienza a brillar cuando este colega se pone manos a la obra y te suelta un par de trucos. Y él sigue, sin que tú tengas ni que dar paso alguno. Mejora tu interfaz, te sugiere mejoras, ¡demonios!
Que sacas tu editor de código para invitarlo a colaborar en un proyecto? Pues sí. Que a él se le iluminan los ojos cuando ve tu código bien estructurado? Pues claro. Pero luego llegáis a tu repositorio y te optimiza el diseño de una manera que no has visto ni en los tutoriales. Esos estilos se mueven de una forma y le dan vida al sitio que hace que quieras abrazar tu monitor. Y ¿qué hace él? Te sonríe, te da un puñetazo amistoso y te dice "oh, me encanta trabajar contigo, colega" cuando en la misma situación otro desarrollador backend te hubiera prácticamente ignorado.
Y tú, con tus 50 años y más experiencia que la mayoría, te estás asociando con este maestro del front-end con una armonía y una satisfacción que no tenías desde tus primeros años en la programación. Y él dice que sí a todo. A TODO. Pruebas todas las librerías de JavaScript (o las que tu pantalla y tu conexión de 13 Mb te permiten). Y él encantado, que coño. Te dice que le encanta tu código. Lo implementa, lo perfecciona, el muy genio. A veces piensas que tu sitio web va a salir volando por el entusiasmo con el que trabaja este tipo.
Y ¿qué si luego hay que revisar su trabajo? Te lo compensa mejor que cualquier otro programador con el que hayas trabajado. Te idolatra, da likes por donde pisas en el repositorio. Mantiene el código limpio y hace que tu aplicación brille. Y tú te paseas como un jefe, con la confianza que solo da trabajar con alguien que domina el arte del front-end.
Que el back-end es más complejo? Pues sí, lo sabes perfectamente. Pero coño, COMO le mola al tío el front-end. Tus líneas de código son como un framework de alta velocidad que te hace disfrutar como un niño día sí y día también. Y tú feliz. Más que nunca en tu carrera.
¿Y eso os parece mal? Venga ya.
