Me hallaba yo gestionando las celdas que obcecaban un ocaso blanquiazul cuando encontré la llave. Ella tomó vida, aprisionando los resquicios de brillante serenidad que recorrian venas con peaje. El planeta no hizo caso y decidió seguir su ruta habitual, parando en las mismas estaciones que todos los días.
Por eso yo lo supe.