Tengo que declarar que a mí me encantan los garbanzos, cocidos, me vuelven locos los garbanzos. Ahora bien, en un surtido, en mi vida he conocido a nadie y cuando digo nadie es nadie ni nadie que hubiera conocido a nadie o que hubiera oído de nadie ni visto a nadie aunque fuera en una de esas pesadillas de cenar fuerte, de ajo, junto a un unicornio pelirrojo y un centauro con una gorra de los Lakers, nadie a quién le gusten los putos garbanzos de los surtidos de frutos secos, no hay nadie. Nadie que te diga: ¿Perdona, me puedo comer los garbanzos esos que parecen perdigones de la guerra civil, esos que has tirado al cenicero? ¿Me puedo comer las habas esas también que están secas como el culo de un perro?, dámelas también que me gustan. Nadie.
Se venden los quicos por separado, los cacahuetes, los anacardos, las pipas, las avellanas, hasta las pipas de calabaza se venden por separado, que no me diréis que es comida para pavos, pero de garbanzos no se venden por separados duros como un creernos. Porque nadie en su sano juicio se come un surtido de estos y dice: hmmm, ojalá existiera una bolsa solo de esta mierda, nadie. Si te los comes, si logras comértelos, es enmascarlos dentro del puñado como cuando le das la medicina a un gato, no sé si lo hacen para que nos acordemos de la posguerra, si están poniendo a prueba los empastes de los ciudadanos, no tengo ni idea. Sinceramente ignoro qué clase de poder tiene en ese país el lobby del garbanzo y del haba, a cuántos reyes han ayudado a auparse al trono para que este tema sea más difícil de reformar que la constitución...
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