Parece que todo va bien, es un día como cualquier otro. Al final de la jornada te dispones a descansar en tu humilde cama. Intentas dormir pero, de repente, algo cambia. Esa sensacion, un tanto incómoda, se apodera de tu tripa. No es dolor, pero sabes que algo no va bien y pruebas todo tipo de posturas, intentando conciliar ese placer de los dioses, llamado sueño. Después de dar un millón de vueltas en la cama, te atreves a dar nombre al malestar que te acompaña: Gases.
No sabes cómo evadir esa sensación, dado que tu cuerpo no parece estar muy dispuesto a expulsar el demonio por ningún sitio. Te relajas, pero no hay manera de dormir... Sabes que te espera una noche larga.
¿Cómo acabar con esa molestia?
Abro paraguas.