Realmente no quiero escribir una Biblia como suelo hacer de vez en cuando cuando trato de desahogarme y servir de conciencia a los demás, así que trataré de ser lo más breve posible y espero que mi testimonio sirva para otras personas que estén en la misma situación que yo.
Tengo 23 años, pero me he dado cuenta que desde los primeros años de la pubertad (11-12 años) he ido fomentando un deseo sexual que es totalmente preocupante, en cuestión del número de masturbaciones que hacía. En esos primeros años, al descubrir el porno, empecé a consumirlo cada vez con más frecuencia, notando que aquello me daba un inmenso placer al cual me fui acostumbrando hasta hacerlo asiduamente. Más adelante, y a los 17 años, empecé a masturbarme más de una vez al día, casi todos los días; estaba consciente de que aquello estaba mal, me arrepentía de caer a esos niveles en el vicio y trataba de orientarme en Internet para solucionarlo, sin éxito. También a esa edad empecé a sexualizar a las personas de mi entorno, ya que quería salirme del ciclo de la pornografía y ponerla en práctica para obtener aún mayor placer. Eso me empezó a costar las relaciones con mi entorno, ya que no discriminaba entre amigos, parejas de estos, conocidos y personas de mi ámbito (profesores, personas con las que entraba en contacto, gente de la calle...); simplemente los sexualizaba si me atraían físicamente y deseaba tener relaciones sexuales para saciar mis necesidades que iban en aumento, llegando a tratar de hablar con estos con segundas intenciones, aun así supiera que era algo imposible que sucediera por incompatibilidades de orientaciones sexuales, edad y tipo de relación. Y esto me llegó a costar socialmente porque la gente empezó a darse cuenta de lo que hacía y fui perdiendo personas de mi entorno y a ser estigmatizado.
Sin embargo, empecé a tener relaciones sexuales a los 19, pero con mucho miedo a las ETS, por ser hipocondríaco. Cabe destacar que provengo de una familia muy tradicional y estoy encorsetado en aspectos de que mis padres sepan a dónde voy y qué hago, hecho al cual me acostumbré y acepté porque en el fondo sé que se preocupan por mí y yo los quiero y aprecio mucho; sobre todo porque, a pesar de ser bisexual, tiendo a que me gusten más los hombres y mi familia es homófoba. Ahí, empecé a tratar de tener relaciones en clandestinidad, aprovechando la falta de confianza con mis padres en estos temas (autoinducida) y porque nunca compartimos muchas conversaciones sobre salud sexual. Sin embargo, estaba consciente de las prácticas seguras.
Y, como mis padres no podían saber sobre mi vida sexual y quería practicarla de pleno, empecé a quedar con desconocidos en aplicaciones de citas. Me acostumbré mucho a ello y, aunque me daba mucho apuro el tema de las ETS, realmente nunca tuve relaciones con condón, porque la otra persona no lo deseaba o no contábamos con eso o por el estigma de que "se siente mejor sin". Lo bueno es que nunca llegué a tener contacto con la eyaculación porque sé que ese es el principal foco de enfermedades, pero sé que eso no me exenta de contraer alguna enfermedad. Me fui acostumbrando tanto a las relaciones clandestinas con desconocidos que realmente empecé a disfrutar mucho del morbo que me generaba, llegando a no repetir sexo más allá de 2 veces con la gente (por eso, no he tenido suerte en las relaciones de pareja porque me aburro con facilidad y tengo ansias de experimentar con otras personas que me ofrezcan cosas diferentes sin repetir). Así, poco a poco empecé a caer en prácticas de riesgo como el cruising, de tener relaciones al aire libre (bosques, baños, zonas despobladas, etc.) al ser imposible por ambas partes hacerlo en alguna vivienda. Empecé a cogerle el gusto a las relaciones sexuales en sitios poco convencionales por la costumbre y el morbo que me genera el riesgo que conlleva, llegando a hacerlo varias veces a la semana y sin condón, con desconocidos, como siempre, llegando a acudir a saunas y sitios de orgías con el mismo fin. Aun así, seguía en la línea de no entrar en contacto con fluidos sexuales de las otras personas, especialmente porque durante los actos sentía que lo que hacía era mal a mi edad y no llegaba a culminar con éxito la mayoría de estas relaciones. Pero al día siguiente volvían las ganas, con más fuerza, de seguir experimentando y saciar mi sed sexual que perece no tener fin.
A pesar de esto, he acudido como 3 veces de incógnito a asociaciones LGBT para hacerme las pruebas de las ETS. Estaba siempre limpio, aunque yo sabía que siempre va a existir el riesgo y que, generalmente, la otra persona no va a admitir en la mayoría de las veces que está enferma; soy testigo consciente de ello. Pero esto no puedo hacerlo muchas veces ya que evito ir a hospitales y centros de salud a hacerme las pruebas por el miedo a que me estigmaticen y me vean tan desesperado por saber cuántas posibles enfermedades tengo a mi edad, por mis problemas de adicción al sexo y al porno y por ser consciente del uso de condones y no usarlos por morbo.
Esto se llegó a agravar tanto este año que un chico con el que tuve relaciones me confesó que después de hacerlo dio positivo en sífilis. Y, a pesar de que lo normal sería tenerle rabia, odio y evitarle por no decirme nada e ir corriendo a hacerme las pruebas, me siguió dando morbo volver a experimentar con él porque me excita, obviando que pudo haberme enfermado de algo tan grave. Aunque mi miedo mayor es el VIH, del cual me sigo cuidando al no entrar en demasiado contacto con fluidos. Por otra parte, esto en el punto de hacerme, como mínimo, 3 masturbaciones al día y todos los días. No puedo parar, sé que no estoy bien y que tengo un problema, pero mi cuerpo me pide más, y más, y aunque me frustro tras tener relaciones y masturbarme excesivamente, a los minutos vuelve ese deseo sexual, al punto de costarme cosas como no rendir académicamente lo suficiente, tratar de desviarme en la calle de mis obligaciones y acudir a encuentros sexuales, de rechazar quedadas con amigos para tener sexo con desconocidos, de salir antes de tiempo del gym y de tener el morbo de hacerlo en los baños con cualquier chico... y así. Un bucle sin sin. No puedo parar, no sé cómo hacerlo aunque soy plenamente consciente de ello, trato de evitarlo y fracaso. Creo que lo mejor sería que me encierren en un psiquiátrico sin estímulos externos, de forma radical, hasta curarme y volver a encauzar mi vida de forma normal. No es normal frustrarme y molestarme al no poder quedar para tener sexo en el momento que quiera por tener que cumplir con mis obligaciones diarias.
Pero, en definitiva, trataré de hacerlo por mi cuenta porque mis padres no pueden saber de mis problemas, y tratarlos con un profesional sería demasiado evidente.