Dada mi actual situación, bastante crítica y depresiva en todos los sentidos, no me queda otra que escribir. Tampoco voy a entrar en detalles sobre esto o lo otro, ni autocompadecerme, ni mucho menos pretender moralizar con este discurso. Algo me quema, en ocasiones lloro, trepo por las paredes buscando algo que sé que no existe, que sé que jamás estará aquí, y muero poco a poco. Son las seis y algo de la madrugada, silencio, vacío, decadencia.
Intento evitar la música, me lleva a dimensiones de pánico. Intento evitar las películas o las series, me envuelven en soledad. Intento evitar los libros, la cabeza se me escapa. Un apátrida, sin amigos ni familia, ni trabajo, y el estudio es a distancia. En ocasiones pienso en el suicidio, sería demasiado débil y cobarde, todavía soy joven, o eso creo. Ahora mismo hay lágrimas, agradezco la ausencia del alcohol, habría sido más doloroso si cayera en su juego.
Salgo un fin de semana y ahí está, delante de mí, la indiferencia, la apatía, y algo arde por dentro, incomunicable, insípido, se me escapa. Doy paseos a mediodía, y ahí está, la misma nada, el mismo vacío, el pánico a perder el ínfimo resquicio de sentimiento, de humanidad. ¿Qué soy? ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? La sociedad se autodestruye, se evade, no pinto nada.
Duele, duele cada día, cada minuto, cada segundo. Pienso en emigrar al extranjero, puede ser productivo para mí, puede ser el hundimiento definitivo, todo es ambiguo. Se han escrito cientos de miles de libros sobre crisis y vacíos existenciales, sobre autoayuda, sobre psicología para dummies y enfermos del tarro. No me dicen nada, me excluyo de todo y todos.
Conocí el amor, el primer amor, con veintiún años, fue bonito, intenso, precioso, la gran ceguera en mi circunstancia, y sucumbí, perdí la cabeza, de madrugada, un sábado, veintidós llamadas a su teléfono móvil, y la espiral hacia el abismo. Quizá el amor sea la única respuesta, el cariño, la complicidad. Quién sabe.
Es pesimista, lo sé. No me compadezco de mi vida, pero he tocado fondo, lo último sería la residencia bajo un puente periférico. Pienso en el suicidio, duele pensar en ello, no es una pataleta, es la espiral. Tres ciudades en veintiún años, dejo mi corazón en la autopista, ahora soy ceniza y niebla.
Buenos días.