Los partidos de izquierda clásica en el paso a la transición abandonaron la influencia materialista de la izquierda para pasarse a defender una serie de políticas sociales pragmáticas, y como el pragmatismo se configura según el deseo del pueblo, tienen un tinte populista (porque no nos engañemos, el objetivo no es el progreso, es la perpetuación del poder mediante la captación de votos).
Lo triste y lamentable es que el concepto de progreso es maleable, como no lo era el materialismo, y por tanto, y al venir influido por una sociedad permeable a valores capitalistas e individualistas, en último término gran parte de las políticas engendradas en el seno del progresismo no suelen ser de izquierdas. En otras dimensiones sociales el progresismo es el cambio por el cambio, permitiendo la sucesión de discursos opuestos en ciclos sucesivos a modo de relaciones hegelianas. Esto no tiene como fin el progreso, sino insertar la idea en la conciencia colectiva de que existe un problema, problema para el cual los ideólogos ya tenían respuesta (en realidad la respuesta --el cambio-- está planificado antes de que exista el problema). El feminismo hegemónico actual es un ejemplo de ello, habiendo pasado de dar derechos y responsabilidades a las mujeres, a empezar a considerarlas disminuidas sociales que necesitan el amparo continuo del estado, que viene a sustituir al hombre.
Un estado y una sociedad progresa cuando sus cuidadanos pueden vivir dignamente con su trabajo. Al menos, coincidiremos la mayoría en que este sería el nivel más básico. Paradójicamente cada vez que "los progres" tocan poder el paro se dispara en este país.