Buenas tardes a tod@s
Escribo aqui porque es lo primero que se me ha pasado por la cabeza hacer tras lo acaecido en el día de hoy, necesitaba escribir y palpar vuestra opinión sobre mi... ¿soy un cerdo?.
Resulta de que me gusta bastante hurgarme la nariz, independientemente de si estoy en casa o en el trabajo, lo considero un placer solo superado por la masturbación o por los goles de mi equipo. Además, llevo desde hace seis años una copistería y es ahí donde ha ocurrido todo. Como eso de hacer munición me gusta más que a un tonto un lápiz, en el trabajo, siempre que no hay clientela o ya he cerrado pero ando con el papeleo y tal, aprovecho y de forma inconsciente (o no) esos perdigones siempre los he ido acumulando debajo de la mesa, han sido años sin cesar, pero jamás me dió por mirar ahí. Pero de un tiempo a esta parte notaba la parte inferior de la mesa muy irregular, demasiado, y hoy decidí echar un ojo... creo que pueden hacerse una idea de lo encontrado. Una amplia estepa de trazados verdes oscuros, algunos naranjas y colorados, algunas zonas intuían el nacimiento de estalactitas, zonas a las que llamo "del inconsciente", pues son en ellas en las que por pura inercia dejaba el recado. En ese momento me embargó una sensación de vergüenza y desprecio hacia mi persona, que fui incapaz de dejar tan magna indecencia un segundo más en mi mesa de operaciones.
¿Qué hice?
Con una pequeña regla metálica procedí a raspar. Fue una ardua tarea, los "escombros" caían sin cesar, varias veces tuve que sacudirme la mano pues esos malditos despojos se adherían a mi. Una vez eliminado todo, humedecí un trapo y lo pasé por debajo de la mesa... ¡quedó como nueva!, pero en el suelo se hallaba el meollo del asunto...
¿Idea?
Recogí todos esos residuos nasales y pensé que sería una buena idea conservarlos. Reconozco que es una guarrada, pero cada trazo representa un momento de vida. Cada vez que he pasado mi dedo impregnado de mucosidad, he dejado constancia del momento... trazados de alegría, de tristeza, de euforia desmedida, de estrés, trazados de cualquier día de verano, o trazados gélidos del crudo invierno, trazados con aroma a longaniza y seguro que muchos de ellos con sabor a la salsa de las albóndigas de madre...
En definitiva, una vastedad de trazos que hoy he tenido que eliminar... pero como ya he dicho, no del todo. Los recogí de forma meticulosa, no quería que elementos externos a esa gran obra se mezclara. Durante varios minutos, agachado en el fondo de mi local, fui amontonando e introduciendo todo en una bolsa con cierre hermético...
¿Resultado?
Esta es mi maravillosa obra, espero sepan entender lo que me ha movido a ello: