El otro día, andando por la calle tranquilamente a eso de las 11:00am, divisé algo de forma circular depositado en el suelo sin aparente premeditación, un objeto caído, con forma perfectamente circular, que al parecer no despertó la atención del resto de viandantes, cosa que sí ocurrió conmigo.
Aquello que pude ver no era comprensible a mis sentidos. Un ejemplar de colección, un objeto singular. El "sancta sanctorum" de la diversión infantil de principios de los 90. Desde que lo vi, lo reconocí. En un primer momento, la reacción de mi cerebro fue de inverosimilitud. No podía creerlo. Probablemente fuera el objeto con más valor en kilómetros a la redonda y yo, solo yo, había caído en la cuenta de mirarlo y ver que estaba ahí.
Supongo, amigos, que ya sabéis de lo que hablo. Sí. De un TAZO.
Además, no era un tazo cualquiera, no. Era un TAZO como DIOS MANDA. Es decir, ya presentaba signos de envejecimiento, mostrados en forma de decoloración y erosión en los bordes por tirarlo "de pico", lo cual te daba una victoria segura cuando algún tazo rival quedaba entre el espacio entre dos baldosas. Escudriñé, no obstante, su dibujo, lo cual me dejó todavía más perplejo, se trataba ni más ni menos que GYARADOS, el pokemon número 130.
De repente, mi ser volvió a hace 15 años y busqué algún niño con el que jugar a mi alrededor. Algún prepúber vislumbré enfrascado en odiosas actividades como haciéndose selfies para Instagram. Pero caí en la cuenta de que necesito al menos 2 tazos. Uno para apostar y otro para jugar. Pero no importa, estoy seguro de que el destino me tiene alguna buena noticia preparada para dentro de poco, como encontrarme un tazo de GRAVELER EL ROCOSO.
Si alguno de vosotros conserva los suyos, algún día podríamos hacer una KDD y jugárnoslos hasta acabar a hostias por el tazo de Mewtwo.