Hoy he podido confirmar que las buenas mujeres también saben tener amigas. Pero para eso tienes que ser buena mujer. Y para eso, en España, salvo gloriosas excepciones, tienes que haber nacido antes de mediados de los 60, como es el caso de nuestras queridas sexagenarias, heptagenarias y octogenarias.
Hoy ha sido el cumpleaños de mi sacrosanta abuela y mi madre había insistido en salir a cenar el grueso de mi familia (6 personas) por algún sitio típico del centro con buena relación calidad-precio. A todos nos parecía bien, menos a ella. Insistía en que no, era un derroche de dinero absurdo para una celebración, ha ido deslizándose hacia otras excusas del tipo hace frío, no me gusta ir en coche de noche, etc. Parecía que la señora ocultaba algo, pues no suele poner ese tipo de excusas cuando se trata de juntarnos.
Al final, obviamente y porque de buena que es, no sabe llevar las tristezas sola, nos ha contado todo. Ella quería celebrar el cumpleaños en casa de su mejor amiga, Pilar, quien, para sorpresa nuestra, padece un tumor terminal desde hace apenas 6 meses y apenas sale la mujer de casa. No se sabe cuanto le queda, pero que no va a salir de ésta es seguro. No nos lo había contado porque mi abuela es de las de antes. De las de llevar las penas dentro y digerirlas como mejor se pueda, pero son sus penas. Y no las de los demás.
Desde hace 6 meses mi abuela pasa allí, escrupulosamente, las tardes con ella. Juegan a las cartas, recuerdan historias de la infancia (se conocen desde los 6 años) y comentan los 25 minutos que han visto de telenovela (el resto del capítulo se lo han tomado de siesta). De lunes a domingo. Sin falta.
Se negaba a pasar su cumpleaños con una pieza fundamental de su vida como había sido su mejor amiga. Ella también es su familia y por tanto se negaba a celebrar el cumpleaños sin la familia al completo.
Obviamente, hemos celebrado el cumpleaños en casa de su mejor amiga.
Me parece curioso y lo comento porque a día de hoy sólo he conocido un caso de amistad de este tipo entre mujeres y es éste. Todas las "superamigas" se acaban traicionando, perdiendo el contacto y, cuando lo retoman, es para hacerlo con un 200% más de hipocresía que antes. Parece ser que hubo una época en que las mujeres tuvieron un sentido de la amistad del cual, a día de hoy, sólo quedan retales mal cosidos.