Todo ocurrió en las vacaciones de invierno. Estaba aburrido, lejos de un ordenador donde echarme un LoL, y no había nada que hacer. Una noche empecé a imaginar como serían las vidas detrás del LoL, los personajes, sus relaciones y todo lo que les rodeaba. Cogí un boli y un papel, me acomodé, y empecé a dar rienda suelta a mi imaginación.
Buenas! Soy DonDemencia, un user cualquiera con una imaginación muy amplia y unas ganas de escribir terribles. Además, soy el creador de Runaterra's Tales, una serie de historias que tratan sobre League of Legends basadas en los lores del juego.
Por lo pronto, y si gusta, subiré los capítulos en este post con regularidad, relatando las historias jamás pensadas de los habitantes de Runaterra. Vamos allá!
Capítulo 1: El Comienzo
- General, aquí lo tiene.
Era temprano, tanto que aún no había salido el sol, y hacía un frío seco que calaba hasta los huesos. Sin embargo, Noxus no descansaba, sino se prepara para la batalla. El férreo deseo de poder era la máxima en cada noxiano de bien, y luchaban día tras día en pos del resurgir definitivo de la nación.
Se removió en su asiento y miró extrañado a su comandante, esperando más explicaciones.
- Se trata del joven que anda detrás de las peleas de los últimos días en los bares – Completó, añadiendo más detalles -. Además, se le relaciona con un altercado acontecido la semana pasada con un puesto fronterizo, en el que murieron ocho valientes noxianos.
Lo examinó detenidamente. Bajo esa infranqueable capucha se escondía un asesino. Nacido y criado en el nivel más bajo de Noxus, la muerte para él no era más que un juego que solía ganar. Se levantó del escritorio y se acercó al joven.
- Déjenos a solas, comandante.
Beatrice había empezado a graznar, como cada mañana, pidiendo comida a su dueño. Revoloteó alrededor de ambos mientras el Gran Comandante abandonaba la sala. Finalmente, se posó encima de la mesa, mordisqueando un trozo de carne cruda y dura. Cuanto más durara comiendo más tardaría en volver a pedir comida.
- No te debo disculpa alguna, Swain
En un instante, Swain había inmovilizado a su invitado, provocándole un ligero dolor.
- Creo que olvidas con quién hablas, Talon – Dijo Swain, aumentando la voz -, y la situación en la que te encuentras.
Swain se sumió en una vorágine oscura. A través de ella, Talon pudo discernir como el cuerpo transmutaba, como crecían unas oscuras alas a su espalda, como su cara tomaba una forma córvica. Era la imagen del miedo, la bestia que toda Demacia temía. Plumas negras rodearon a Talon, el cual se removió del sitio, incapaz de escapar, mientras Swain seguía cada movimiento con sus ojos, brillantes en la tormenta, oscuros como el azabache.
A los pocos segundos, Swain volvió a tomar forma humana. Cogió su bastón y le tiró otro trozo de carne dura a Beatrice. Tardaría poco en volver a pedir comida tras ese gesto.
- Ni tan siquiera vale la pena sin tus hojas – Dijo Swain, apoyándose en el escritorio -. Tus métodos comienzan a cansarme, y no tengo tiempo para dar forma a ese talento que tanto te empeñas en malgastar. No te pido lealtad ni compromiso, Talon – Lo miró directamente a los ojos -. pero deberías recordar quién te perdonó la vida, a quién servía ese hombre, y qué has conseguido sirviendo de igual manera.
Talon formaba parte de la élite de Noxus, uno de los mayores campeones que podía defender a Noxus en la Liga de Leyendas. Entrenaba con los mejores, decantaba batallas tras su paso y conseguía lo que deseaba. Y todo gracias al general Du Couteau. Si no hubiera sido benevolente...
Swain se sirvió una copa de ron, llenando una segunda y ofreciéndosela a su acompañante.
- Dentro de dos días marcharás lejos de Noxus. Te encomendaré una misión en la que tu vida resultará prescindible con tal de cumplir tu objetivo – Tomó una pausa bien conocida por Talon -. Busca al compañero que te plazca, os quiero mañana al alba para detallaros la misión. ¡Comandante!
El fornido noxiano volvió a aparecer, regalando una mirada de soslayo a Talon.
- Acompañe a su noxiano hermano a recuperar sus hojas, y ocupe mi puesto al frente de la nación. Mi invocador me solicitará en breve, necesito unos instantes de descanso.
El Gran Comandante asintió. Era conocida la entrega insaciable del General Mayor de Noxus por el Estado, y su predisposición a participar el la Liga siempre que se le requisiese.
Esperó a que Talon saliera y dejó a Swain en el salón de mando. Talon mostraba una sonrisa de autosuficiencia, esperando la respuesta de su acompañante.
Tuviste un buen invocador
La habilidad es importante – Reconoció Talon -, pero es el entrenamiento duro la clave de la victoria, “comandante” Darius. No diste el nivel en la Grieta... otra vez.
El día anterior Talon había sido la estrella del enfrentamiento, y ni Darius pudo pararlo. Era descorazonador para la mano de Noxus no hacer frente a alguien tan inferior como Talon.
- Mis responsabilidades me impiden pasar el día holgazaneando y matando hermanos noxianos – Dijo, añadiendo en tono serio – He de asegurar la nación.
Llegaron a unas pronunciadas escaleras de caracol, que daban directamente a la entrada del castillo.
Marcho aquí – Sentenció Talon, sonriendo arrogantemente -, ya encontraré hojas por el camino. O las robaré, lo que surja primero. He quedado con tu hermano para entrenar. Quizás debiera unirse, “comandante”.
Aún no te has parado a pensar en tu misión, ¿verdad? . Ahora era el comandante quién sonreía de oreja a oreja -. Conozco los detalles, y la verdad es que espero que no vuelvas de ella. Y no lo harás, Talon, al hombre al que haz de dar caza ya dejó de funcionar como nosotros hace mucho.
Capítulo 2: Caminos Entrelazados
- ¡Muerte, noxiana!
La fama la acompañaba allá donde fuera. Había formado parte de Noxus, escribiendo con sangre una cruenta parte de la historia de Runaterra. Pero pocos sabían de su reniego, de su nuevo inicio. Intentaba escapar de su pasado, pero era más lenta.
Su movimiento fue tan rápido que apenas pudo bloquearlo, recibiéndolo de lleno en el hombro. Esquivaba los golpes como podía, pero bloquear los ataques de un enemigo con una espada rota era complicado. Y peligroso.
Logró noquear a su rival el tiempo justo para tomar distancia.
- ¡Detente, Yi, no soy tu enemigo!
Pero el dolor de esa vieja herida, provocada en el pasado, no había ni empezado a difuminarse. El innombrable pueblo de Yi había caido bajo el aplastante poder de Noxus. Hablaban de guerra, pero lo acontecido en Jonia no fue una guerra, fue un exterminio noxiano.
Cuerpos apilados en el centro del pueblo, casas destruidas desde los cimientos y la pacífica forma de vida jonia erradicada de la historia.
Y Yi no pudo hacer nada. Había luchado en la batalla principal, dejando de lado su pueblo. El odio y la ira recorrían su cuerpo, pero era la culpa lo que le atormentaba día y noche. No protegió lo que amaba, a los que quería, y ya nada le quedaba más allá de la venganza.
Ambos mantuvieron la distancia sin dejar de moverse, preparados para volver al ataque. Llevaban un buen rato combatiendo, pero ninguno bajaba la guardia ni un instante.
- He renegado de Noxus, Yi – Resolló Riven -. Tras lo ocurrido...
La mención al pasado disparó la ira de Yi, que atacó con una furia inusitada. Los golpes de su espada eran más poderosos, y Riven no podría soportarlos mucho más.
La espada de Riven, en un destello, volvió a ser una espada entera y completa. Tras noquearlo completamente, embistió a Yi con toda su fuerza, pasando al ataque con tres golpes que nuevamente lo noquearon momentáneamente. No obstante, Yi se concentró en su estilo Wuju, y un aura regenerativa lo rodeó. Riven atacó lanzando los fragmentos unidos de su espada, pero no bastó para detenerlo.
Fue entonces cuando Yi atacó con tal virulencia y a tal velocidad que Riven no pudo protegerse. Acabó en el suelo, respirando la suave esencia de la hierba fresca y disfrutando del silencio del bosque que los rodeaba, con la espada de Yi besando su garganta.
Adelante, mátame, pero mi muerte no solucionará nada. En Noxus hay precio por mi cabeza, no tengo nada que ver con ellos.
Noxus irá después de ti, Riven - Prometió Yi -
No... No hubo orden de Noxus para atacar tu pueblo – La perplejidad de Yi no se hizo esperar -. Fue obra de Singed: necesitaba experimentar con humanos y fue quién inició el asalto con los soldados a su mando, pero no fue el General Swain responsable del ataque. Al finalizar el... asalto, huí de Jonia. Me creían muerta, por poco muero bajo la mano de Singed, y por ello me dieron por muerta, pero cuando supieron que vivía, renegué de ellos. Nadie reniega de Noxus, por ello tengo recompensa – Miró a Yi a los ojos -. Buscamos al mismo hombre, Yi. Y es probable que aún queden supervivientes bajo su poder.
La recompensa por Riven era cierta. El fugaz y fútil paso de Yi por Noxus en busca de culpables le había proporcionado valiosa información, a pesar de casi costarle la vida. Era cierto que su pueblo no era importante para nadie, y nada pasaba por la aprobación de Jericho Swain. Encajaba con su versión... Pero esa mujer había matado hermanos suyos. Imperdonable.
- Singed... - Haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, retiró la espada del cuello de Riven -. Te dejaré vivir porque conocer cómo llegar hasta él, pero cuando acabe con su vida responderás por tus actos.
Riven quedó abrumada por las palabras. Desde su presunta muerte, se había encontrado sola en Valoran, y ahora marcharía junto a un hombre con motivos de sobra para matarla.
Yi se tiró a su lado, clavando su espada atravesada por dos aros en la esponjosa y húmeda tierra. Riven fue a sacar algo de comer para reponer fuerzas, pero el combatge había destrozado su petate.
- Uuuhh... - Dijo Yi, mirando las pertenencias de Riven, señalando -, ¿me pasas esa poción?
- Señor, le traigo los informes.
El rey observó, preocupado, los informes que le habían llegado, leyéndolos con paciencia. Y parecían confirmar los peores presagios imaginables: existía un enemigo más temible que Noxus. Y Noxus ya se había puesto en marcha ante tal amenaza. El precio de la tierra era muy alto, y el riesgo aún mayor.
- Manda a llamar a mi hijo, que acuda a mí aprisa. Es menester actuar prestos ante este dilema.
Esperaba que su hijo, Jarvan IV, estuviera preparado para ello.
Capítulo 3: El nuevo enemigo de Valoran
Era el peor tugurio de la peor zona del peor nivel del subsuelo de Noxus. Extraño era el día en el que no moría nadie, y lejos de condenar al asesino, se le vitoreaba por sus vecinos y por los propios guardias noxianos. Era un claro ejemplo de la máxima que imperaba: en Noxus no había lugar para débiles.
En un cartel herumbroso y roído por el tiempo, se podía leer: La Cueva de Valoran. Ese día estaba lleno, como era costumbre tras el regreso de los campeones de la Liga. Todos los noxianos celebraban los triunfos de Noxus, y era habitual que fuera junto a los propios campeones. Solían pasarse por el bar por el placer del reconocimiento, mientras que los noxianos aplaudían y el gerente hacía la noche. Todos salían ganando.
Todas las mesas, sillas y taburetes estaban ocupados. Estaba tan lleno que incluso había gente en pie, lejos de la barra, hablando a gritos y riendo con una copa en la mano. Había sido un día propicio para los campeones, todos saldados con victorias, y ello se reflejaba en el alcohol que corría. No obstante, el centro de atención estaba en la mesa más cercana a la barra. Talon consiguió distinguir a Twisted Fate, con la marca del inframundo recorriendo su brazo. No era noxiano, pero era apreciado por Noxus, lo suficiente como para permitirle la entrada al estado. Estaba lo suficientemente borracho que se subió a la mesa y empezó a moverse al ritmo de un extraño baile. Tan pronto como volvió a sentarse, cayó sobre sus brazos extendidos en la mesa.
A su lado, destacando entre los hombres, Mundo, que se movía con fuerza entre carcajadas. La aguja de su hombro se agitaba violentamente, pero sin despegarse de su cuerpo. Talon siempre supo que la definición “matasanos” era más acertada, pero constaba como médico. En la mesa, uno de sus cuchillos se mantenía estático, clavado en la madera, en posición por si su dueño requería usarlo con algún pobre desgraciado.
Preguntó al dueño del bar, a algunos conocidos e incluso a Twisted Fate, pero nadie sabía nada. El gitano lloraba a lágrima viva, culpando al amor de sus problemas. Intentó que Talon se prestara a escucharlo, pero el asesino fue más ágil y salió del garito. Al respirar el rancio aire de la calle, supo que si no la había encontrado era porque ella no quería ser encontrada.
Decidió entonces desistir en su búsqueda. Aceptaría la misión encomendada por Swain y marcharía solo, como era costumbre. Mientras cavilaba, una cuchilla pasó silbando su oído. Si hubiera ido directamente a él, la habría esquivado, sus reflejos eran muy altos. Miró a su alrededor, pero el callejón oscuro en el que se encontraba no daba muchas facilidades. No era la primera vez que un pobre diablo con aires de grandeza intentaba acabar con él, pero con su incursión en la Liga le había proporcionado una fama a la que solo acudían buenos enemigos. Y ni eso bastaba para derrotar a Talon.
El atacante era rápido. Los ojos de Talon, aún acostumbrándose a la oscuridad reinante, buscaron luz en el cielo, pero nubes oscuras la tapaban. Intentó moverse, pero tuvo que esquivar otra cuchilla. Su rival conocía el lugar, sus movimientos eran seguros y precisos.
En un segundo, una hoja plateaba atravesó la noche para lamer, estática, el cuello de Talon.
- Shunpo, ¿eh?
Una suave risa sonó a su espalda, seguido de un suave ronroneo, a medida de que la cuchilla desaparecía en la oscuridad. Talon se dio la vuelta, disfrutando de la vista. Era provocativa y provocadora, dueña de una belleza fatal. Su cuerpo parecía esculpido por un cincelador experto con mimo y paciencia, y su sonrisa era tan voluble como su dueña, tan pronto sonreía plácidamente como reía endemoniadamente, controlada por su poder. Pero eran sus ojos, vivos, ávidos, deseosos de un rival que llevara al límite sus habilidades. Ojos que en otro tiempo tuvo Talon.
- No me gusta que me busquen, Talon.
Una cascada plateada caía por su espalda, brillante a la reaparecida luz lunar. Botas, pantalones y chaqueta que mostraba el estómago, todo de cuero. Era la belleza de Noxus, sin lugar a dudas. Y Talon conocía esa vestimenta, era la que usaba cuando desaparecía para trabajar como mercenaria fuera de Noxus.
Tan esquiva como siempre, Gata
No me llames así – Dijo, empujando a Talon contra una pared, volviendo a apretar una cuchilla contra el cuello de su “amigo” -. Y no me gusta que me busquen, lo sabes.
En un abrir y cerrar de ojos, Talon desapareció, y una fría hoja apareció en la garganta de su “amiga”.
- No eres la única que sabe aparecer detrás del enemigo, Katarina – Susurró Talon al oído -, nos enseñó el mismo hombre.
Al girar la cabeza, Talon miró a Katarina a los ojos. Su cicatriz destacaba en el cara a cara, el único detalle diferente en el pétreo rostro de la Hoja Siniestra. Dio un suave cabezazo a Talon y se alejó lentamente, indiferente. Para Talon, era un gato en un cuerpo humano.
Me han encomendado una misión – Dijo Talon -. Mañana parto al alba, y necesito a la mejor compañera posible a mi lado.
Sabes bien que ya no sirvo en misiones comunes a Noxus – Comentó, despreocupada -. Suerte.
He oído que el hombre al que hay que dar caza es más peligroso que el mismísimo Swain.
Katarina giró sobre si misma, sorprendida y curiosa a partes iguales, con ese brillo de deseo en la mirada. Talon había conseguido la atención de la asesina más letal de todo Valoran.
Aún no había salido el sol, y el General Mayor Jericho Swain ya tenía que revisar el engranaje noxiano y engrasarlo en caso necesario. Pero se podía dar el capricho de ver el amanecer desde el balcón de su despacho. Desde ahí, Noxus parecía ínfima, pero todos los noxianos estaban bajo su cuidado, y el alba era un nuevo comienzo de la gran nación. Respiró el frescor del rocío, sintiendo como rejuvenecía momentáneamente. El reino y la Liga agotaban sus energías, pero cada día era más poderoso. Su cuerpo envejecía, pero su mente no paraba de progresar.
Se dirigió a sus invitados. Talon había encontrado una buena compañera para la misión. La Du Couteau siempre cumplía. Swain deseó que ambos fueran suficientes.
- A partir de este instante, su máxima trata de observar, analizar, recopilar información y, si es posible, eliminar la amenaza. Espero mucho de vosotros, hermanos noxianos y parte de la gloriosa familia Du Couteau. Pero no arriesguen su vida: son más valiosos vivos.
El hombre al que deben vigilar es un campeón del cual sospechamos que ha encontrado una manera de evadir la llamada de los invocadores de la Liga. Además, se le relaciona con la desaparición de campeones de toda Valoran. En los informes tenéis todos los detalles. Ahora, partid.
Ambos dieron media vuelta, rumbo a la salida, pero en el umbral de la puerta, Talon se volvió.
- ¿Quién es, General?
Swain suspiró, preocupado.
- Viktor, el Heraldo de las Máquinas.
Capítulo 4: Las afrentas de Demacia
El sol brillaba, imponente, en lo más alto del cielo. Demacia brillaba con luz propia, siempre limpia, siempre impoluta. El último noble llegó al palacio, acompañado de su escolta, y entró en el salón real.
Columnas de mármol blanco adornaban las paredes de la ovalada estancia. Vidrieras a color con caballeros en ellas bañaba la habitación de un suave blanco. No había asientos, así que todos esperaban en pie. Comandantes, capitanes, generales y nobles aguardaban la noticia por la cual habían sido llamados por el rey, Jarvan III.
Hacía tiempo que la calma se había instalado en Demacia. La llegada de La Liga había apaciguado muchas guerras, y empezaba a prosperar un sentimiento de tranquilidad en los demacianos. No obstante, era una calma engañosa. Los altos mandos conocían a Swain, y sabían que no pararía. Como decía un refrán demaciano, “cuando el enemigo deja de hacer ruido, o está muerto o espera tu descuido”.
En lo alto del amplio salón, en un balcón interior, blanco como las columnas, apareció el rey. Las voces de Demacia allí reunidas cesaron, y miraron al Lord de Demacia. Eran hombres de bien, amantes de su país y defensores a capa y espada, y la palabra de su rey era la más valiosa que podían escuchar.
El rey espero a que el silencio fuera completo. A su lado, dos de sus consejeros, temerosos. Ellos ya conocían la noticia.
- Agradecido me hallo por la prontitud de sus presencias, fieles servidores de Demacia. Antes que yo -Comenzó -, Demacia fue gobernada por mi padre, Jarvan II, el Protector; antes de él, Jarvan I, el Precursor, iniciador de la tierra que hoy se conoce como Demacia y, a la postre, de Valoran en su esplendor. Mis antecesores nos señalaron un camino, fueron guías para generaciones futuras en pos de una sociedad justa y leal.
Pero no fue un plácido sendero, hermanos míos. Las guerras por los dominios a las que se enfrentaron mellaron y corrompieron muchas sociedades, quebrando incluso la tierra que pisamos, y levantando entre hombres muros mayores que las propias murallas. Al alba, este reino se pone en marcha al son de los valores que hemos hecho nuestros y que otros han rechazado.
Murmullos velados fluyeron por el salón. No era usual que el rey señalara a otros territorios de Valoran, y mucho menos a Noxus de forma tan directa.
- Pero hoy temo por mi reino – Continuó Jarvan III-, y me preocupo por su bienestar. La Liga ha servido para aliviar tensiones existentes entre todos los territorios, incluida Demacia, lo que nos ha permitido disfrutar de una vida más afable.
Pero cuan hastiado me hallo... Ante vuestras mercedes mostrado se encuentra un rey, más no un hombre libre de las cadenas humanas. Mi cuerpo se conserva, a pesar de soportar una mente harto fatigada por los acontecimientos que rodean a nuestra querida patria. Las disputas con los reinos enemigos, el bienestar demaciano, la protección de Valoran...
“Y los dos años que pasó el príncipe Jarvan desaparecido”, pensó Xin Zhao, apoyado en una columna, alejado de los demás. Había evitado todo contacto con hombres de alto rango por el simple hecho de que no era un día para perder tiempo. Intuía la noticia, aunque deseaba equivocarse. “La pérdida del príncipe ha supuesto una inestabilidad inimaginable al rey”.
- Se acercan tiempos difíciles mientras suenan tambores de guerras, donde no solo estará en juego Demacia, ni tan siquiera Valoran, sino toda Runaterra – La palabra conmocionó a los presentes, su sola mención transmitía sensación de magia arcana -. Mas no me hallo capacitado para afrontar tal hacienda. Por ende, me veo en la necesidad de ceder mi reino en pos del bien.
Muchas miradas se dirigieron a Galio, incluida la del propio Xin Zhao. Era un estratega puro, dominador de sus emociones y rocoso por los golpes soportados en su vida. Su mente brillante le había dado un puesto entre los consejeros del rey, aportando ideas y opiniones que eran siempre bien recibidas en las altas esferas. Su reinado sería una cota de malla extra en la seguridad de Demacia. No obstante la gárgola, cercana a la primera fila, no se dio por aludida, y siguió a la espera del discurso del rey.
- Fervientemente agradezco a todos su labor incondicional en la ardua tarea de mantener la sociedad en alza, mas no hinquen aún la rodilla y sigan trabajando en pos de Demacia, hasta el último día – Aumentó el tono de voz -. ¡En pos del reino, yo, Jarvan III, abdico de mi puesto y declaro como sucesor y nuevo gobernante de Demacia a mi hijo, Jarvan IV!
Y en ese instante acabó el reinado de Jarvan III, el Pacificador, dando paso a un reinado incierto bajo la batuta de un rey inestable.
El silencio era aplastante, incómodo. En la pequeña y oscura sala, presidiendo la mesa de roble, Jarvan IV parecía tenso, al igual que los demás consejeros y generales. Había hecho una oferta muy arriesgada que podía poner en peligro toda Demacia. Era un Jarvan, el orgullo corría por sus venas, y era el nuevo y legítimo rey, pero era un desconocido en lo referente a conducir un imperio.
- No me haré a un lado, Jarvan – Dijo Galio, tras un profundo suspiro -. Lo que me pides es imposible.
Por supuesto que lo era. Para Xin, no había mayor insulto que pedir a Galio su marcha de Demacia, aunque fuera “en pos del reino” como argumentaba Jarvan. Era una bofetada a mano abierta, y Galio la había asumido de forma inmejorable, negado educadamente.
- Compréndelo, Galio – Argumentó Jarvan -, contigo en Demacia mi reino será una eterna comparación con el que hubieras tenido tú. Se me analizará al mínimo detalle, y no me gusta ese tipo de presión – Intentaba no perder los nervios, pero el rey era un hombre temperamental -. Amas Demacia, y conoces tan bien como yo que el reino decaerá si te mantienes como mero consejero, Un reino por ti, Galio.
La gárgola se mantuvo pétrea, inmóvil, silenciosa, como si la hubiesen despojado de toda clase de magia. Era su manera de pensar. Xin, como otros campeones que habían luchado con y contra él, creían que la magia que le daba la vida le permitía ver un poco más allá de las decisiones que tomaba.
Cuando se movió, una leve vibración sacudió el ambiente. El poderoso aleteo era costumbre en él tras tomar una dura decisión.
Existen muchas diferencias entre ambos, Jarvan, pero es el amor a Demacia lo que nos une - Su voz se tornó aún más grave -. Sin embargo, tu nuevo puesto te ha cegado por completo, y parece que tu deseo de venganza hacia Noxus será la máxima que rija el devenir del reino.
Pides un imposible, no sólo porque soy el mejor pensador y estratega del reino, sino porque me preocupo de Demacia como sociedad avanzada, con valores y deberes, no como territorio con un número de efectivos dispuestos a la batalla.
A partir de hoy, me convertiré en tu mano derecha, virrey de Demacia. Tendré control ilimitado y sólo tu, en tu infinita sapiencia, podrás gobernar sobre mis acciones. Has de saber que si rechazas mi oferta puede iniciarse una rebelión en el reino y será entonces cuando desaparezca de Valoran, y Valoran con él.¿Por qué ese férreo deseo de poder, Galio?
La terrible falta de respeto formulada en forma de pregunta golpeó a todos los presentes, que exclamaron su sorpresa. Xin no conocía los límites de Galio, y su impertérrito rostro no parecía enfadado.
- ¿Deseo de poder? Te diré la verdad, mi lord: Estoy terriblemente preocupado por los dos mandatarios que reinan en Valoran.
Capítulo 5: Un asalto en el camino
- ¿Por qué tan lejos de Jonia, Yi?
Yi dejó de limpiar los cristales de sus gafas y, sin dejar de andar, se las puso. Llevaban varios días en el camino, pernoctando al raso o, si había suerte, en la posada de algún pueblo. La aparición de Riven junto al Maestro Yi había llamado la atención, siendo él jonio y ella noxiana, pero los campeones no les prestaban atención. Pagaban el coste de la noche y, antes de que nadie pudiera volver a verlos, partían en silencio. Descansaban lo justo y necesario.
No obstante, en vez de cansarlos, el viaje les animaba a seguir. Antes de cada comida, luchaban seriamente, aprendiendo el uno del otro: Riven empezaba a mirar de otra manera la serenidad, y Yi apreciaba la ferocidad que destilaba su compañera de viaje. Era un beneficio mutuo.
Al principio, Yi se había negado a dar un paso junto a Riven al conocer sus ideales. Ella amaba a Noxus, el mismo imperio que había desolado gran parte de Jonia. Sin embargo, Riven luchaba por hacer desaparecer la actual Noxus; anhelaba una Noxus fuerte, unida, respetada y grandiosa, donde el mejor no fuera el más fuerte, y no la temida y odiada tierra en la que se había convertido. Fue entonces cuando Yi comprendió la nobleza de sus sentimientos, a pesar de la oscuridad que entrañaba aquel lugar.
- Cuando destruyeron mi aldea... - Respondió, tomando una ligera pausa -, me dí cuenta que no era lo suficientemente fuerte. He entrenado y meditado años, dentro y fuera de La Liga, y ahora en mí sólo hay deseos de venganza. Mi objetivo es, bueno, era, medir mis fuerzas en el Instituto de la Guerra, aunque al parecer me desvié un poco.
“Un poco” era quedarse corto. Valoran era grande, pero el Instituto de la Guerra se encontraba justo en el centro, y Riven había encontrado a Yi en Kumungu, en la frontera con el desierto de Shurima. No obstante, ahora iban en buena dirección y, tras pasar por el Paso de Mogron, estaban a pocos días de llegar al Instituto de la Guerra. Pensaba quedarse allí unos días, entrenar junto a otros campeones y, con un poco de suerte, conseguir información relacionada con Singed.
Cuando ambos empezaron a tener hambre, acordaron parar. Estaban en un denso bosque de altos árboles y frondosos arbustos, rodeados de naturaleza. A Yi le encantaba el lugar para relajarse, le recordaba a los bosques de Jonia. A Riven, no obstante, no le inspiraba confianza, ella había crecido entre el clamor de las espadas y no entre el canto de los pájaros.
Dejaron sus pertenencias y se acercaron a un claro, bastante espacioso e iluminado, ideal para entrenar. No obstante, Yi notaba que no eran los únicos en el bosque. Desenfundó la espada con rapidez, mientras que Riven lo miraba, extrañado.
- ¡Sé que estás ahí, sal! - Gritó, en tono de advertencia, mientras Riven se ponía en guardia -. Si no te muestras, ¡atacaremos!
El silencio se instauró en el bosque, con un leve susurro entre las hojas que ponía aún más en tensión a ambos compañeros de viaje. Yi temía una emboscada, Riven un pelotón noxiano.
Como una exhalación, corrió hacia Yi y, con un empujón, lo desestabilizó. Riven cargó contra el atacante, pero su espada rota se encontró con la hoja semicircular de un arma única. Recibió un golpe de la escamosa cola, lo que le hizo retroceder e interponerse entre su enemigo y Yi, aún en el suelo.
No había tiempo para recuperar el aliento. Jadeaba, con las fauces abiertas, dejando ver brillantes y afilados dientes, al tiempo que clavaba su reptiliana mirada en sus enemigos, moviéndose lentamente de un lado a otro, preparado para atacar. Pero Riven estaba preparada para luchar, aunque fuera contra Renekton, el Carnicero de las Arenas.
Riven se lanzó en un movimiento que le cubrió el cuerpo con una defensa momentánea, esquivando los ataques de Renekton. Logró noquearlo unos pocos segundos, atacándole ese tiempo, pero no pareció hacer mella en su furioso enemigo, que no cesaba de atacar. No obstante, entre esquive y bloqueo, vio como Yi se ponía en pie, reincorporado, meditando para regenerar su vida.
Renekton, girando sobre si mismo, logró pasar por un lado de Riven y llegar hasta Yi. Con tres rápidos movimientos de hoja cortó la meditación y, con un giro sobre si mismo, danzando con su arma, alcanzó tanto a Riven como a Yi, dejando a éste último malherido. Sin tiempo para dejar que le atacaran, giró sobre si mismo al lado de Riven, volviendo a la posición inicial, siguiendo con el asedio a la noxiana.
Riven hizo lo que pudo para vencer, pero sus fuerzas iban decayendo, y el alligator parecía capaz de continuar hasta el final. En un intento desesperado, invocó los trozos de su espada rota, uniéndose de nuevo, preparada para atacar con su golpe más letal.
- ¡Suficiente! - Gritó Yi, ante el arcano ataque de Riven -. Nos ha ganado limpiamente, no mueras en balde.
La noxiana mantuvo unos instantes su espada en alto pero, al tiempo que su espada volvía a la mutilación, miraba cara a cara a Renekton. En gesto de impotencia, clavó su hoja en la húmeda tierra y abrió sus brazos, esperando el fin a manos del Carnicero. Hubiera sido una deshonra huir, así que deseaba que Renekton hiciera lo necesario.
No obstante, no había deseo de muerte en el alligator. Había deseo, furia, decepción, pero no deseaba la muerte de la noxiana. Sin mediar palabra, dio media vuelta y desapareció en el claro, dejando a Riven y a Yi solos.
No somos lo suficientemente fuertes, Yi – Dijo Riven, en un suspiro -
Prefiero ser débil y entrenar para ser fuerte que ser orgulloso y morir – Respondió Yi, poniéndose costosamente en pie -. Esto no es la Liga, Riven, si morimos aquí, se acabó.
Ambos dejaron el entrenamiento para otra ocasión. La Liga había enseñado a los campeones que no debían menospreciar a los rivales. Siempre habría quien, sin ser el más fuerte, podría ganarte, porque en Runaterra se regían por la ley del mejor.
La preocupación del rey Jarvan iba en aumento con cada palabra escrita. La visión del problema al que se enfrentaba podía haber causado el cambio de poder en Demacia, la abdicación de su padre Nadie había sospechado jamás que un campeón ajeno a las grandes capitales pudiera tramar una revolución a gran escala. Según informes, estaba completamente solo, pero sospechaba que dejar a Viktor sin vigilancia era un grave error, más siendo un inventor tan poderoso.
Cuando terminó el último reporte, en el que Noxus enviaba una avanzadilla de dimensiones desconocidas para conocer el alcance de los planes revolucionarios, tomó la decisión.
- Que acudan ante mí a toda prisa – Dijo, rompiendo el silencio del salón real -. Ambos.
Capítulo 6: Senderos
Las puertas del gran salón de mando se abrieron de par en par, acallando las susurrantes voces. El nuevo punto de mando, renovado tras la llegada del nuevo rey, hervía con una fuerza inusitada y con un nuevo enfoque bélico. Un reino era el reflejo del control de su rey, y en esta ocasión no había excepción posible, y la nación entera se preparaba para tomar las armas. El rey calmaba al pueblo, intentando transmitir tranquilidad, pero la realidad no era apacible.
Todos giraron la cabeza en busca de los nuevos integrantes del salón, asomando rostros duros y tensos. El último en girarse, como de costumbre, fue Galio, que los recibió con un leve asentimiento en su inexpresivo rostro, mostrando su agrado. Después de todo, formaban parte del mismo comando demaciano, el mejor de todos.
Tras cruzar miradas en silencio con gran parte de los presentes, clavaron la rodilla al llegar a la altura del rey Jarvan IV.
- Levantaos, no son necesarios los saludos – Respondió el rey al gesto -. Me alegro de volver a veros a ambos, y siento llamaros con tanta rapidez después de lo ocurrido.
Lo ocurrido era una forma elegante de no entrar en detalles de la última y fallida misión. Nuevamente, Noxus había dado un paso más que Demacia.
Es nuestro deber cumplir para con Demacia, mi señor – El corpulento hombre añadió -. Y mis más sinceras felicitaciones por su coronación.
Debiste verme el día de mi investidura, hubieras disfrutado con mi discurso, Garen.
Una sonrisa asomó en la cara del rey, seguida de la de su general, acabando ambos con una sonora carcajada que recorrió el salón por completo. Por toda Demacia era conocida la adversidad de Jarvan IV a hablar en público ante el pueblo. Hablar a las tropas ya era otro cantar.
Un fuerte abrazo fue el saludo verdadero entre amigos verdaderos. Aún con la sonrisa de oreja a oreja, asintió de forma amistosa en señal de saludo y respeto a Lux, la cual respondió de igual forma.
Tras los saludos de Galio a los hermanos y de varios saludos más a altos mandos demacianos en los que todos los presentes se tomaron un breve descanso, Jarvan condujo a los recién llegados a una extensa mesa llena de mapas, informes y notas varias.
- Se acercan tiempos oscuros, y no parece ser Noxus el culpable de ello – Todos en la sala callaron, centrando la atención en las palabras del rey -. Hace unas semanas, llegaron reportes de Viktor, el Heraldo de las Máquinas, visto en las cumbres rocosas cercanas a la ciudad de Zaun. En dichos reportes se notifica que puede estar formando un ejército, aunque desconocemos si los componentes del mismo son humanos o prototipos robóticos creados por el mismo Viktor. Su objetivo parece claro: la guerra, aunque desconocemos cual es su objetivo – El desconocimiento del blanco era una preocupación capital para el alto mando demaciano -. Debemos conocer las intenciones de Viktor, pero no podemos permitirnos enviar una simple avanzadilla.
Necesitamos a los mejores, servidores fieles a Demacia para que viajen hasta su base oculta, verifiquen los reportes y descubran que planea Viktor. Estaréis solos por completo, y nadie fuera de este salón conocerá de vuestra incursión hasta vuestra vuelta.
¿Qué hay de Xin? – Preguntó Lux –
Marchó al alba al Instituto de la Guerra por diligencias – Los hermanos se miraron, extrañados -. Necesito ojos y brazos para proteger ese enclave neutral.
¿Qué hay de ti, Galio, te apuntas?
Por supuesto, si Garen tuviera conocimiento de lo acontecido el día del nombramiento de Jarvan IV, ni habría formulado la pregunta. La gárgola se removió, pero su respuesta tardó en darse.
- Siento que os retrasaría – Respondió Galio, solemne -. Además, son necesarias las opiniones del virrey en momentos de alerta como en el que nos encontramos.
Garen y Lux comprendieron que ambos estaban solos.
- Asimismo, nuestros reportes indican que Noxus ha movido pieza y ha enviado un reducido grupo en busca de Viktor, probablemente campeones, aunque desconocemos más detalles. Ambos partirán en una hora con el claro objetivo de conseguir información sobre los planes de Viktor y, a menos que sea imprescindible, no entrar en conflicto es la máxima – Jarvan remarcó sus últimas palabras -. Disponéis de lo necesario. Marchad antes de que sea tarde y, sobre todo, volved rápido y de una pieza.
A Katarina no le hacía la más mínima gracia, aunque fuera parte de la misión. A Talon, sin embargo, le resultaba terriblemente agradable, no por el hecho en sí, sino por el degustar del disgusto de su compañera. Era un verdadero lujo verla incómoda.
¡Zaun! Joder, ¿por qué tenemos que pasar por Zaun? – Preguntó la asesina por enésima vez -. ¡Los detalles de la misión los tenemos en los informes!
No podemos desobedecer las órdenes, no sería profesional, Gata – Respondió Talon, simulando cansancio -. ¿Y si hay algún nuevo reporte que debamos conocer? Me decepcionas.
Katarina le dio un puñetazo en el hombro a Talon, que no paraba de reír a carcajadas. Era poco conocida la aversión de la asesina por perder tiempo en las misiones en las que se involucraba. Además, no le gustaba lo más mínimo Zaun, demasiado parecida y diferente a Noxus.
A diferencia de Piltover, Zaun si recibía influencias directas de su vecino. Mientras que en la primera se habían alejado del ideal demaciano, convirtiéndose en una ciudad próspera y avanzada, Zaun seguía anclada a Noxus. Claro ejemplo de ello era que los capitanes Warwick, Sion o Singed, el cual poseía unas privilegiadas vistas desde su mansión-castillo. ¿Por méritos propios? Por ser más fuertes. Y para seguir esas reglas, prefería quedarse en Noxus.
Llegaron al mediodía, intentando que nadie se percatara de su presencia, pero eran dos campeones, luchadores de Noxus. Pasar desapercibido no sería tan fácil. La gente empezaba a arremolinarse, alabando y aplaudiendo a ambos y dejando un sendero libre tras la llegada de los guardias zaunitas.
Tanta gente agobiaba a ambos. Katarina miró a Talon, éste asintió y la asesina desapareció. Talon habló con el guardia más cercano, le dio un mensaje y desapareció, siguiendo a su compañera.
Capítulo 7: Bajo la atenta mirada de
Se dio cuenta casi al instante.
El aire, antes fresco y suave, se había vuelto seco, viciado. La tensión que flotaba a través de él era casi palpable. El camino, antes puramente de tierra fresca, salpicada por zonas con césped, se hallaba completamente cubierto de las hojas de los árboles más altos del bosque. Habían huesos desperdigados, de todos los tamaños, sin un triste bocado para cualquier carroñero. Renekton podía olerlo: el olor de la muerte.
El otrora dios ahora andaba con pies de plomo. Reconocía el escenario y el panorama, estaba en el comedor-sala de juegos de una bestia poderosa, y eso le inquietaba. No se había recuperado del todo de la última batalla. No eran las heridas, era el cansancio lo que le pesaba.
Tras un rato andando con cautela, llegó a un claro, agotado, tomando asiento bajo la protección de la piedra más alta de los alrededor. Los días anteriores oía bellos cantos de pájaros, luchadores melódicos de sus territorios, pero en ese instante ni los grillos lo acompañaban.
Sea lo que sea lo que vive aquí, se ha comido toda la cadena alimenticia, pensó Renekton.
Tras un rato de descanso, lo olió. No sabía que era, pero se puso en tensión, preparado, con su hoja en ristre. Si había suerte, no se percatarían de su presencia. Pero no había suerte, nunca la había.
Un rugido resonó en todo el claro y, justo en el momento en el que Renekton saltaba hacia delante, un zarpazo convertía en piedras la roca. El alligator se puso en pie, buscando a su atacante, que se había ocultado en los arbustos, acechando. Renekton se relamió: había otro reto, otro rival, otra oportunidad.
Desde un costado, el fiero felino se abalanzó, intentando clavar las garras en el alligator, pero éste lo repelió con un giro de su hoja y, antes de que Renekton pudiera contraatacar, su enemigo había vuelto a la seguridad de los arbustos. La presa se mantuvo fuera de ellos, a sabiendas de que jugar en sus dominios era derrota segura. No era cualquier enemigo, era un cazador nato, un campeón duro y un asesino letal: Rengar, el Acechador Orgulloso.
Unas bolas se engancharon a los pies del alligator e hicieron que perdiera el equilibrio. Renekton se puso en pie tan rápido como pudo, pero Rengar fue más rápido, y rasgó el hombro izquierdo de su enemigo. Renekton respondió con un giro de su cuerpo con la hoja siguiendo el movimiento, pero lo único que logró fue una de las rastas blancas que colgaban en la espalda del felino.
La escamosa piel había absorbido el corte, pero había dolido de igual manera. Sin tiempo de reacción, Rengar saltó hacia él, pero logró noquearlo, endosándole varios golpes. Sabía que debía continuar así, su furia era la clave de la victoria.
No obstante, el siguiente ataque de Rengar había sido demasiado rápido, y el golpe descendente de sus garras había cruzado el pecho de Renekton, dejando un ligero rastro de sangre. El segundo golpe lo logró esquivar y, plantándose frente al cazador, comenzó a notar como la furia invadía su cuerpo al son de los golpes.
Pero, tras un rugido ahogado, el blanco felino desapareció ante los ojos de Renekton.
La situación se había complicado. Si no atacaba pronto a Rengar, no podría recuperar vida, y en ese estado era demasiado vulnerable. Si el cazador decidía esperar, Renekton estaría en problemas.
Un suave jadeo sonó a su espalda. Ningún cazador dejaba libre a su presa. A tiempo, pensó Renekton.
Su ataque giratorio dio de pleno en el pecho a Rengar, que perdió la invisibilidad al poco. Con sendos cortes verticales, dejó aún más herido al ya maltrecho felino, que trastabilló y cayó al suelo. Renekton, en un rápido movimiento, colocó su arma curva en la garganta de Rengar. El cazador había sido cazado.
- Mi cabeza no es un trofeo, gato de mierda.
Mantuvo la mirada, impasible. Merecía la muerte. Nadie osaba enfrentarse al Carnicero de las Arenas sin conocer los riesgos. Notaba como la furia crecía, diluyéndose por sus venas y llegando a su mente. La sangre, fría por costumbre, hervía de pura demencia; la lengua se movía, lamiendo el miedo de su presa.
Retiró la hoja, despacio, en contra de la voluntad que le empujaba. Rengar aprovechó para huir al arbusto más cercano. Hasta que un rugido en la lejanía rompió el silencio, no supo cuán lejos había huido.
Tres vidas perdonadas en tres días, recordó Renekton.
El suave sonido del aire agitándose despertó a Renekton. Al abrir los ojos una pluma, blanca e impoluta, cruzó su campo de visión. Un suave y familiar aleteo le llegó. Unas alas, grandes y brillantes, asomaron entre la arboleda del bosque.
- Horus... ¿Eres tú?
A medida que transcurrían los segundos, los sentidos volvían a Renekton, mostrando con claridad su entorno. Y esos sentidos, sumados a sus reflejos, fueron los que esquivaron el bastonazo frontal.
Se levantó de un salto, en posición de combate. Ante él, otro campeón sin motivo alguno para atacarle. Pero ya estaba acostumbrado al odio que le tenían, y en parte lo comprendía y lo aceptaba.
En esta ocasión era Wukong quien embestía contra él, dispuesto a derrotarlo, mientras que Renekton resistía las embestidas como podía, al límite del agotamiento, herido y magullado. Era un combate en desventaja, pero nadie pediría justicia por él.
En un buen movimiento del Rey de los Monos, Renekton acabó en el césped del claro que horas antes había vivido otro enfrentamiento. Wukong se sentó en el pecho de su rival, con su bastón a escasos centímetros del alligator. Un solo movimiento y todo habría acabado.
Justo cuando ese golpe iba a ser dado, un grito desconcentró a Wukong por un instante. Ese valioso segundo le bastó a Renekton para empujar a su rival contra el suelo, ponerse encima y endosar un perfecto ataque contra el pecho del hombre mono.
La hoja salió rebotada varios metros. Un escudo dorado e infranqueable recubría a Wukong que Rekenton reconoció al instante. Poniéndose en pie, agarró al alumno y lo lanzó contra su maestro, que acababan de aparecer de entre los arbustos.
La furia que se había acumulado salió en forma de tajo al árbol más cercano tras recuperar su hoja. Y aún se sobrada furia.
- Dejad de seguirme u os mataré – Gritó, mirando desde Kayle, que acababa de aparecer, hasta Yi y Riven, que protegían a Wukong -. ¡A todos!
Y desapareció en el bosque, seguido por la mirada atenta de los cuatro campeones.
Capítulo 8: Nubes negras
¿Por qué le atacaste, Wukong?
Porque es Renekton, maestro.
La fama lo acompaña allá donde va, pensó Yi. Aún seguían dándole vueltas a lo acontecido, cómo había sucedido todo y por qué. Si no llegan a intervenir Riven y Yi, quién sabe como hubiera acabado Renekton. Y si Kayle no hubiera usado su movimiento especial, Wukong no estaría con ellos.
Los cuatros campeones se arremolinaban alrededor de una improvisada hoguera en medio del bosque. La noche era fría, la comida insuficiente y la compañía necesaria.
Renekton no ha hecho mal alguno, mi joven aprendiz – Reprendió Yi a su joven discípulo-. No hay que luchar sin motivo.
¡Pero si me ha dicho que os atacó hace varios días! - Respondió Wukong, defendiéndose -.
En primer lugar, desconocías los hechos que os hemos contado, por lo que no puedes usar ese argumento en la discusión – Sus palabras eran severas, aunque aleccionadoras -. En segundo lugar, le amenazamos. Nuestro error fue sobrevalorar nuestro poder, y nos venció en desventaja, dejándonos con vida, al igual que hizo con Rengar.
¿Rengar? - Preguntó Kayle, extrañada -. ¿Qué tiene que ver él en todo esto?
Tras nuestra derrota – Respondió Riven -, decidimos seguir a Renekton, vigilarlo por si...
Por si era tan malo como la gente pensaba, pensó Yi, en absoluto silencio.
No obstante – Continuó Yi -, vimos el enfrentamiento entre ambos campeones, poco después del alba. Dejó con vida al cazador. Ha demostrado que no es un enemigo.
¡Pero intentó matarme!
Porque lo atacaste sin motivo, Wukong – Yi parecía cansado, y dejó que sus palabras así parecieran -, se llama defenderse.
Wukong soltó un bufido, visiblemente molesto. Sabía que su maestro tenía razón, ¡pero era Renekton! Allá donde iba, ocurrían sucesos terribles. Las leyendas de Zaun sobre el asesino de las alcantarillas no eran más que él viviendo en la oscuridad. Y Wukong no quería que siguiera su rumbo por Valoran,
- Cambiando de tema, ¿que motivos llevan a mi inexperto aprendiz a acompañar a una consagrada campeona como tu, Kayle?
Nada se le escapaba a Yi. La meditación, tras tantos años, había llevado su mente y sus sentidos a límites insospechados. Se percataba del más mínimo detalle... cuando no le cegaba el odio y el dolor.
Hace unas semanas – Respondió Kayle, con suavidad -, me asaltaron en la frontera de Noxus tras volver de tierras jonias. Eran pocos, pero muy buenos, y la verdad es que, si no llega a ser por Wukong, ahora mismo no podría contarlo.
¿Morgana?
Kayle asintió. El odio fraternal entre ambas era conocido en todo Valoran, y era sabido que la poderosa hechicera Morgana tenía como único objetivo acabar con la vida de su hermana, sin importar el coste.
- Fue entonces cuando juré protegerla hasta llegar a Demacia, donde puede estar a salvo – Dijo Wukong, con orgullo -. ¿Que hay de usted, maestro?
Yi había omitido en una primera parte su encuentro con Riven, y la decisión de viajar juntos en pos de Singed. Se lo contó detalladamente, Wukong respondió, apenado.
Sabe cuanto desearía acompañarle, maestro, pero he de cumplir mi juramento.
No hay problema alguno, mi querido aprendiz, hemos de hacer lo que se nos es encomendado. Mañana, al alba, nuestros caminos se separarán, pero hasta entonces disfrutemos del calor y de la compañía.
El sol pegaba con una fuerza inusitada en Zaun. Los niños lloraban cuando salían de la sombra, las fuentes de agua se quedaban sin el líquido elemento y las piedras que pisaban los zaunitas se agrietaban. O eso sentía Katarina, quien odiaba el calor.
Habían llegado dos días atrás, y aún seguían ahí, a pesar de tener una misión que cumplir. Pero las órdenes eran directas, y debían ser cumplidas.
Para desespero de ambos, el Ejecutor Jefe se hallaba fuera. Talon había pasado el día anterior casi al completo en la Liga, pero no así Katarina, por lo que la asesina sentía que había desperdiciado un día entero. Y eso le enfadaba soberanamente.
No obstante, ambos campeones esperaban al ejecutor zaunita en la entrada de Zaun, tras recibir el aviso de su llegada. Agotados por el soporífero calor, Talon prefería andar para sentir la brisa, mientras que Katarina se mantenía sentada contra la muralla, con la cabeza entre las rodillas.
Talon paró en seco cuando vio a su desgraciado compañero de la Liga ir hacia ellos. Era deforme, grotesco, desagradable y antinatural. Y debían darle las gracias a Garen por ello.
Llegó andando sobre sus cuatros patas, de esa forma tan mecánica y característica, moviendo su cañón de forma involuntaria, situado donde antes se hallaba su mano izquierda. La amalgama de hierro y piel cosida que formaba su cuerpo frenó al llegar hasta ellos con un sonido mecánico.
Ha tardado en volver, Ejecutor Urgot – Saludó Katarina, visiblemente enfadada -. Es cierto lo que dicen, las ciudades se mueven al ritmo de sus dirigentes.
Señorita De Couteau – Respondió Urgot, con su mecánica voz -, debería tener usted más respeto hacia un superior. No obstante – Añadió -, siento la tardanza, emisarios demacianos han venido hasta Zaun en busca del campeón que intentó asesinar al rey Jarvan III.
Su ojo izquierdo, el biónico, se fijó burlonamente en Talon. El rey Jarvan III había sido duro de pelar, y Talon había tenido que escapar de Demacia de forma rocambolesca, cargando con el fallo y con la necesidad de mejorar. Quizás por eso no le habían sentado bien las burlas de los guardias fronterizos noxianos a su regreso. Quizás los matara por eso.
Es cierto, fallé, y me di a la huída tras el fracaso. Corrí tanto como pude con mis piernas, me agarré a todos los salientes con mis manos y me oculté en las sombras con mi cuerpo – Talon no iba a permitir que su orgullo quedara en entredicho por un deforme, y menos a recibir burlas -. He corrido debajo de la lluvia, he dormido tumbado en camas y me he acostado con mujeres hermosas que admiraban mi físico. Si, ha sido un fracaso.
Dejadlo ya, me aburro – Terció Katarina -.
Si, será mejor... - Aceptó Urgot, con odio en su mirada – Antes de nada, me han llegado informes de Cuervos cerca de Zaun, así que id con cuidado.
¿Qué hace Fiora por estas tierras? - Preguntó Katarina -.
Probablemente nada que tenga que ver con nosotros, pero tomaremos precauciones – Respondió Talon, girando hacia Urgot, serio -. Ahora, cuéntanos lo que sabes de Viktor.
Urgot buscó sombra junto a la muralla, intentando esquivar los rayos de sol. Era visible que su cuerpo era imperfecto, que no estaba preparado para una guerra. Los días de gloria del Gran Ejecutor Urgot habían acabado.
- Debéis tener cuidado – Resolló Urgot, pegándose todo lo que podía a la pared -, su plan consiste en...
Un chirrido metálico recorrió Zaun, seguido de un fenómeno inesperado.
Una completa oscuridad había envuelto a los campeones, mientras que el sonido iba descendiendo en intensidad. Katarina y Talon, que a duras penas se veían el uno al otro, se pusieron en guardia, preparados para el ataque.
El sonido de las explosiones llegó hasta ellos, acompañado de más sonidos metálicos, que se alejaban en la distancia.
La extraña oscuridad desapareció, y Zaun volvió a vivir bajo en sol intenso. No obstante, daba igual donde miraran Katarina y Talon, el ejecutor Urgot había desaparecido.
Con la panza pegada al suelo, la hoja en la mano y la cola moviéndose, levantada, de un lado a otro, Renekton parecía un alligator de verdad. No movía ni un músculo excepto la cola, apenas respiraba, pero tenía los cinco sentidos en el campeón que tenía en frente.
Su piel, otrora cristalina, había dejado paso a la dura roca, con símbolos arcanos recorriendo su cuerpo. Debajo de su caparazón, raíces de vida se mantenían quietas, sirviendo a su vez de articulación con sus patas. Se mantenía quieto, con el aguijón cristalino en alto, dispuesto a atacar.
El aguijón cayó dos veces sobre Renekton, que los esquivó sin apenas despegarse del suelo. Medían su fuerza, su habilidad y sus ganas de combate.
El ruido característico de la batalla llegó hasta los oídos de ambos. Solo escuchaban fragmentos de gritos. “Aguantad la formación” y “¡Por Piltover!” eran las únicas frases que habían escuchado con claridad.
Renekton levantó lentamente la cola, ondeándola de lado a lado, en forma de tregua, mientras que el aguijón descendía. Ambos se reincorporaron, curiosos por los gritos, asomándose al borde de la ladera.
Estandartes de Piltover bañaban el suelo mientras que sus portadores luchaban contra máquinas. Eso impactó a los campeones, poco acostumbrados a los seres con cables. Los humanos perdían, en clara inferioridad de uno a tres, y poco faltaba para que los sistemáticos acabaran con ellos.
Renekton miró a Skarner, el cual le devolvió la mirada, y ambos saltaron al combate.
Capítulo 9: Nuevas Rutas
La cabeza les latía a ambos con virulencia. El espontáneo y desagradable sonido, unido a la repentina oscuridad, había noqueado todos sus sentidos. La impotencia se había apoderado de ellos en ese instante.
Talon salió a la fresca noche, escalando sin dificultad hasta lo alto del lujoso hostal. En noches como esa el sueño no acudía. Cuando sentía que no había hecho todo lo posible, su mente daba vueltas sin cesar.
El Ejecutor Jefe Urgot había desaparecido en medio de la confusión. El hecho en sí no le disgustaba, era un monstruo que iba contra natura, pero el suceso había tenido lugar en tierra zaunita, y eso lo convertía en un ataque frontal hacia Zaun. Y con ello, hacia Noxus.
Talon no lograba entender cómo una masa de metal amorfo había podido desaparecer en segundos. Da igual la búsqueda una vez que volvió el sol, se había esfumado. Parecía claro que se trataba de un secuestro. No obstante, en dicho caso, era incomprensible que los secuestradores pudieran moverse con tanta velocidad con Urgot a cuestas.
Lo que más le extrañaba era el sonido de descompresión que, entre el chirriante sonido mayor, había aparecido brevemente. Imperceptible para muchos, Talon tenía el oído afinado hasta límites insospechados. Y había sido justo después de la gran explosión de la muralla.
Con movimientos ágiles, saltando de azotea en azotea, llegó hasta el lugar donde, horas antes, había sucedido todo. Un considerable agujero había atravesado la muralla, que contaba con dos metros de grosor. Aunque no había forma de comprobar desde dónde se inició la explosión, si desde el interior o el exterior, Talon no consideraba a Urgot tan fuerte como para hacer algo así.
Un movimiento apenas perceptible a sus espaldas puso en guardia a Talon, antes de percatarse de que se trataba de Katarina.
Tampoco puedes dormir, ¿eh? - Katarina emitió un sonido de negación, mirando al hueco -. Aquí hay algo raro, lo noto, se nos escapa algún detalle
El que haya hecho esto sabe que se enfrenta a Noxus, y los cobardes demacianos no tienen valor para ello. No... Esto es obra de otra persona.
Piltover es lo más cercano – Reflexionó Talon -, pero no tienen motivo, al igual que Freijold, y Jonia no se atreverá a traer otra guerra.
Ha sido planificado para ser un golpe preciso. Diez segundos, trabajo terminado – Katarina se apoyó en la muralla, molesta –. Han ido a por Urgot, sabían que estaría ahí, pero, ¿quién querría a ese experimento humano?
Fue entonces cuando Talon, de una forma enrevesada, lo entendió.
Sabían que vendríamos – Reflexionó, con cautela -. Sabían sobre nuestra misión, sobre nuestro objetivo y sobre la información que se nos iba a proporcionar. Calcularon nuestra llegada, nuestra espera y nuestra impaciencia. Maldita sea, ¡calcularon todas las variantes!
Y sólo hay una persona capaz de hacer eso...
Viktor – La lógica resultó aplastante para ambos -.Su mente es superior a la nuestra. Planear todo esto no le ha debido suponer demasiado esfuerzo.
Resultaba aún más obvio si se pensaba en el desaparecido Urgot, ya que fue el propio Viktor por quién Urgot sigue vivo, aunque nadie lo supiera. Pocos conocían la realidad del profesor Stanwick Pididly, mente brillante a ojos de muchos, farsante en la realidad. Stanwick se agenció las notas de Viktor para la reestructuración de Urgot tras su “muerte”, y fue el profesor quien recibió todos los méritos de que el Ejecutor siguiera con vida. De igual manera y, siguiendo el mismo método, Blitzcrack nació teniendo un padre que no le correspondía. Por supuesto, no era de interés que el profesor más reconocido de Zaun fuera descubierto como una gran mentira, y tanto Urgot como Blitzcrack fueron las creaciones que le dieron el renombre que tenía hoy día.
Quizá fuera por ello que nadie en Noxus conocía una palabra de esto, y que las altas esferas noxianas se habían encargado de que nadie abriera la boca. Talon lo había descubierto por pura casualidad años atrás. Desde luego, no sería él quien diera la voz de alarma.
- Maldito Warwick – Se quejó Katarina, fastidiada -, si no fuera porque quiere vernos nos podríamos ir esta misma noche.
Era de esperar que les preguntaran por lo acontecido, pero tenían prisa por llegar a la guarida de Viktor, más sabiendo que él se había adelantado a sus planes. Además, tenían que cambiar su ruta, bordeando con cautela lo que antes era un camino recto.
Esto es una pérdida de tiempo – Sentenció Talon, mirando a su compañera -. Recoje tus cosas, nos vamos.
Se enfadarán por esto – Respondió Katarina, en tono infantil -, Talon.
Yo me hago responsable. Ahora, vámonos.
Con cuidado extrajo de su antebrazo la punta rota de un trozo de hierro. Dos gotas rojas cayeron, lastimeras, mientras tiraba el trozo de metal al suelo, sonando el entrechocar de metales al golpear el cuerpo de un enemigo abatido. Las luces de sus ojos tintineaban levemente por lo que, en un fuerte pisotón, Renekton rompió la robótica cabeza en fragmentos menores.
La tierra que debía ser yerma y vacía, y que sus pies pisaban, estaba bañada por cuerpo de metálicos enemigos, en parte porque allí no había nada, en parte porque eran muchos enemigos. No parecían ser de ningún territorio, no tenían ni estandarte ni escudo, ni lógica su presencia. ¿Robots?
Alguien golpeó suavemente el hombro de Renekton. Un joven que rondaba la veintena, de complexión delgada y avispada mirada, vestido con una armadura ligera con el escudo de Piltover en el pecho.
- Sígame, señor Renekton, por favor.
El alligator no puso objeción alguna y siguió al soldado por el campo de batalla. La intervención de Renekton y Skarner había sido un giro radical al combate, más teniendo en cuenta que los humanos perdían en uno cada tres máquinas.
Al principio, como era costumbre, las tropas de Piltover habían recibido a Renekton con temor, como si fuera a atacarlos en cualquier momento. Todo lo contrario había sucedido con Skarner, que provocó las sonrisas de alivio en muchos soldados. Quizá por ello, los soldados se movieran con un ímpetu renovado tras la ayuda.
Llegaron a una gran roca, plana y alargada, donde otros soldados, visiblemente agotados, hablaban. Prestando atención a cada palabra, Skarner, el cual recibió a Renekton con un leve asentimiento antes de centrarse de nuevo en la conversación.
El capitán ha muerto – Dijo un soldado al recién llegado joven que acompañaba a Renekton -, y el mago ha perdido la vista, por lo que tenemos que llevarlo a casa para su recuperación.
Pésimas noticias … - El joven inspiró, asimilando las novedades -. Señor Renekton, señor Skarner, mi nombre es Kron, y soy el capitán en funciones de la brigada de tierra número siete de Piltover. En primer lugar, agradecemos profundamente vuestra ayuda en la batalla. Sin ella, es probable que ningún soldado siguiera vivo para agradecer.
En segundo lugar, y así lo saben los demás soldados que aquí se encuentran, hemos perdido a diecisiete soldados, y ocho se encuentran heridos o incapacitados para el combate. Nos ha pillado por sorpresa esta batalla.
¿Cuál era vuestra misión? - Preguntó Skarner con su característica voz grave -
No nos está permitido relevar el objetivo de la misión, señor, mis disculpas – Respondió Kron, educado -, pero al alba partirán diez de nuestros soldados para cumplir dicha misión.
Por lo que tendrás que manejar un batallón de cincuenta y tres soldados extenuados y ocho tullidos hasta ¿Piltover? - Preguntó Renekton -
Así es – Admitió Kron -. Por ello, les pedimos de forma oficial a ambos que nos acompañen en nuestro regreso a casa, Piltover.
Ambos campeones quedaron en silencio, meditando la petición. Kron contaba con Skarner de antemano. Conocido por muchos era la historia de Skarner, como su raza se mantenía en estado de hibernación, tras la última Guerra Rúnica. Esperaban a que Valoran recuperara la magia natural, a que las guerras acabaran. Y Skarner era el único despierto, el único en luchar para que la paz se reestableciera. No obstante, Renekton era distinto. Todos conocían su furia, su odio y su terrible habilidad en la Liga. Voces hablaba de un alligator lleno de rencor e ira causando estragos pocos meses atrás en Zaun.
- Contad conmigo – Respondió Skarner, al poco -
¿Qué es lo que buscas, Renekton?, pensó Skarner. Tenía miedo de dejar solo al Carnicero de las Arenas, pero no podía faltar al deber con los habitantes de Valoran y, a la postre de Runaterra.
- Acepto – Respondió Renekton para sorpresa de todos -, con una condición: No nos acercaremos al Instituto de la Guerra.
Skarner sospechó de esa petición, pero se mantuvo en silencio, a la espera de que Kron diera su respuesta final.
- De acuerdo – Concedió el capitán en funciones -. Partiremos al alba, así que descansen, en breve empezaremos con los preparativos de la cena.
Y así es como dos campeones nos salvan el culo hasta llegar a Piltover, pensó Kron.
- Lo que no acabo de entender es... ¿Quién es el que dirige a las máquinas?