El flamante Pontífice ha dicho en varias ocasiones que este tipo de música es la “expresión de pasiones elementales” y que no es amigo de las iglesias. También ha asegurado que el pop es “el culto a la banalidad”.
Es un amante empedernido de la música. Pero de la clásica. El nuevo Papa, Joseph Ratzinger, adora escuchar a Amadeus Mozart, y a Ludvig van Beethoven. Dicen que puede pasar horas escuchándolos y tocando el piano. De hecho, estudió música en su Alemania natal y sabe ejecutar ese instrumento muy bien.
Pero desde hace once años, el flamante Pontífice insiste en que a su entender el rock "debe ser purificado de los mensajes diabólicos".
Así lo sostuvo el día de Santa Cecilia (protectora de los músicos) durante una misa celebrada en la iglesia de San Carlo en Roma, el 22 de noviembre de 1994.
En la música, añadió, "hay muchas cosas buenas, pero ocurre que en ciertas ocasiones que el rock duro no es adepto para las iglesias".
Sobre el mismo argumento, aquel que era por entonces el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe escribió en el libro "Introducción al espíritu de la liturgia", en febrero de 2001: el rock es la "expresión de pasiones elementales, que en las grandes reuniones de música tienen una relación de carácter cultural, esto es de contracultura, que se opone al culto cristiano", mientras el pop es "un culto de la banalidad".
El rock, añadió, "quiere liberar al hombre de sí mismo en el evento de masas y en el desarreglo mediante el ritmo, el rumor y los efectos luminosos, haciendo precipitar a quienes participan en el poder primitivo del Todo, mediante el éxtasis de la laceración de los propios límites".
El pop, "no es más sostenido por el pueblo en el viejo sentido, sino ordena a un fenómeno de masas, producido por métodos a escala industrial y debe ser definido como culto de la banalidad".
La música que se inspira en el espíritu "parece tener pocas posibilidades" en el mundo del rock, donde "el Yo se transformó en una cárcel, donde el espíritu se convierte en una cadena y la rotura violenta de ambas parece ser la verdadera promesa de liberación, de quien, al menos por algunos instantes, cree haber probado el sabor".
El guardián de la doctrina católica habla del rock y del pop en su libro en el capítulo dedicado a "Música y liturgia", en el cual resalta la importancia de la música en la Biblia y en la tradición cristiana.