Son pocos los seres íntimos que conocen mi calvario y mi historia desde sus comienzos, ya que al principio lo pasé realmente mal.
Todo comienza a la temprana edad de 17 años cuando todo el mundo está detrás del género opuesto y le da por conocer gente nueva. Para mi fué muy duro, me costaba hablar con chicas y apenas mediaba palabra con ellas. Era una persona gruesa y no rebosaba autoestima. Pero mi vida se tropezó con él, y como consecuencia dió un giro de 360º, el día que lo conocí mi vida cambió para siempre.
Al principio cuando me lo presentaron me resultó un tipo rígido, firme y sobre todo incómodo. Las primeras semanas fueron intolerables, sobre todo por las noches cuando estabamos en la cama. Pero finalmente mi cuerpo se fue adaptando a él, y él a mi. Cuando estabamos juntos yo me volvia un ser torpe, me sudaba todo el cuerpo y por la calle la gente nos miraba de forma arrogante, como si fuesemos seres extraños. Cuando se lo conte a algunas personas me decian lo típico: "ánimo, no tienes de que avergonzarte!" - "ya verás que bien dentro de un tiempo", "el tiempo cura las heridas".
Cuando mi cuerpo se sentia dolido y ya no podia más, se derrumbaba, pero él siempre estuvo ahí, ofreciendome un respaldo sobre el que apoyarme. Ha sido muy importante para mi durante este tiempo, brindandome penas y alegrias. Pero a día de hoy veintisiete de Octubre de dos mil seis, es momento para la despedida.
He de despedirme de un amigo que ha estado durante más de año y medio a mi lado, día tras día, noche tras noche, sujetando mi espalda fuertemente.
Hoy es un día felíz para mi, pero a su vez triste. Felíz por la despedida, pero a la vez triste porque lo añoraré.
Gracias corsé por este año y medio, en el que me has hecho perder peso, enderezado la espalda y elevado la autoestima. No te olvidaré jamás, hemos pasado muchas horas juntos, sobre todo en los calurosos días de verano (22h diarias), hasta siempre.