http://www.youtube.com/watch?v=Fdy4I6RzNpc
El Dios Emperador.
Cuando me propuse guiar a la humanidad por mi Senda de Oro prometí enseñarle una lección que jamás olvidaría. Conozco una norma de conducta muy profunda que los humanos niegan con sus palabras aún cuando con sus acciones la confirmen. Dicen que buscan seguridad y calma, la condición que ellos llaman paz. Pero incluso al hablar van creando ya las semillas del tumulto y la violencia. Si llegan a encontrar su calmada seguridad se retuercen inquietos en ella. Qué aburrida la encuentran. Mírales ahora, mira lo que hacen mientras registro estas palabras. Ah, yo les doy interminables eras de tranquilidad forzosa, que perduran y perduran pese a sus muchos esfuerzos por escapar al caos. Creedme, el recuerdo de la Paz de Leto morará con ellos para siempre. Después buscarán su calmada seguridad sólo con extrema cautela y constante tenacidad.
Los tres pilares del trípode del consentimiento son el deseo, los datos y la duda. La eficiencia y la honestidad tienen muy poco que ver con ello [...] El deseo reúne a los participantes, los datos establecen los límites de su diálogo. La duda enmarca las preguntas
Mis expediciones a través de mis recuerdos ancestrales me enseñan muchas cosas. Las normas de conducta, ah, las normas de conducta. Los liberales fanáticos son los que más me preocupan. Desconfío de los extremos. Escarba en un conservador, y encontrarás a un hombre que prefiere el pasado antes que el futuro. Escarba en un liberal, y hallarás a un aristócrata en ciernes. ¡Es así! Los gobiernos liberales se convierten irremisiblemente en aristocracias. Las burocracias traicionan la verdadera intención de las personas que forman dichos gobiernos. Desde el primer momento, los hombrecitos que formaron los gobiernos que prometieron equiparar las cargas sociales se hallaron inopinadamente en manos de aristocracias burocráticas. Ya se sabe que todas la burocracias siguen esa pauta, pero qué hipocresía descubrirla incluso bajo una enseña comunizada. Ah... bien, si las pautas me enseñan alguna cosa, es que se repiten y se repiten incansablemente. Mis congojas, en conjunto, no son más angustiosas que las de los demás, ya al menos yo enseño una lección nueva
¡Oh, los paisajes que he visto! ¡Y las gentes! Las remotas correrías de los Fremen y todo lo demás. Hasta me remonto a Terra a través de las leyendas. ¡Oh, las lecciones de astronomía y de intriga, las migraciones, las desmelenadas huídas, las prolongadas carreras con dolor de piernas y pulmones a lo largo de tantas noches en todas esas motas cósmicas en las que hemos defendido nuestra fugaz posesión! Os digo que somos un portento, y mis recuerdos lo confirman.
Algunos dicen que no tengo conciencia. Qué falsos son, incluso consigo mismos. Yo soy la única conciencia que jamás ha existido. De igual modo que el vino conserva el perfume del tonel, yo conservo la esencia de mi más antigua génesis, que es la semilla de la conciencia. Eso es lo que me hace santo. ¡Yo soy Dios porque soy el único que conoce realmente su herencia!
Que no haya duda alguna de que soy la colección de nuestros antepasados, la palestra en la cual ejercitan mis momentos. Ellos son mis células y yo soy su cuerpo. Esto es el favrashi del que hablo, el alma, el inconsciente colectivo, la fuente de arquetipos, el depósito de todo el gozo y todo el trauma. Mi samhadi es su samhadi ¡Sus experiencias son mías! Su conocimiento destilado es mi herencia. Esos billones son lo mío.
Disponiendo las generaciones del tiempo suficiente para evolucionar, el predador produce determinadas adaptaciones de supervivencia en su presa, las cuales, mediante un ciclo operativo de alimentación, producen cambios en el predador, que a su vez modifica a su presa, etcétera, etcétera, etcétera... Innumerables son las fuerzas poderosas que producen el mismo efecto. Las religiones pueden contarse entre dichas fuerzas.
¿Sabéis lo que suelen decir los guerrilleros? Pretenden que sus rebeliones son invulnerables a la guerra económica porque carecen de economía, alegando ser parásitos de aquellos a quienes se proponen derribar. Los muy necios no valoran la moneda con la que tendrán inevitablemente que pagar. El esquema es inexorable en sus fracasos degenerativos. Se ve repetido en los sistemas de esclavitud, de los estados liberales, de las religiones organizadas en castas, de las burocracias socializantes, en cualquier sistema, en suma, que cree y mantenga dependencias. Tolera un parásito por demasiado tiempo, y no podrás vivir sin un huésped.
La mayoría de civilizaciones se basan en la cobardía. Resulta tan fácil civilizar enseñando cobardía. Se diluyen los niveles que conducen a la valentía. Se referena la voluntad. Se regulan los apetitos. Se vallan los horizontes. Se dicta una ley para cada movimiento. Se niega la existencia del caos. Se enseña a respirar despacio incluso a los niños. Se domestica.
No podéis comprender la historia a menos que comprendáis sus flujos, sus corrientes, y la manera en que cada caudillo se mueve entre estas fuerzas. Un caudillo procura perpetuar las condiciones que crean la necesidad de caudillaje. Y así, el caudillo exige la presencia del extranjero. Os conmino a que estudiéis con tiento mi carrera. Yo soy a la vez caudillo y extranjero. NO cometáis el error de suponer que sólo instituí la Iglesia que era el Estado. Esa fue mi función como caudillo, y dispuse de numerosos modelos históricos que imitar. Como clave de mi papel extranjero, echad una ojeada a las artes de mi época. Son artes bárbaras. ¿La poesía favorita? La Épica. ¿El ideal dramático popular? El Heroísmo ¿Las Danzas? Salvajemente abandonadas. Desde el punto de vista de Moneo, acierta al describirlo como peligroso. Estimula la imaginación. Hace a la gente sentir la falta de aquello de lo cual les privé. ¿De qué les privé? Del derecho a participar en la historia.
Piensa en ella como memoria plástica, esa fuerza interior que te impulsa a ti a tus prójimos hacia formas tribales de existencia. Esta memoria plástica tiene como objetivo regresar a su antigua configuración, la sociedad tribal. Vedla a vuestro alrededor, en toda partes: el feudatario, la diócesis, la corporación, el pelotón, el club deportivo, los grupos de danzas, la célula rebelde, el consejo de planificación, la congregación religiosa... cada una con su amo y sus sirvientes, con su huésped y sus parásitos. Y los enjambres de artefactos alienantes (incluídas estas mismas palabras) tienden finalmente a emplearse como argumento para regresar a "aquellos buenos tiempos". Desespero de enseñaros otros métodos. Tenéis pensamientos cuadrados que no admiten círculos.