Hola! Soy nuevo en el foro y antes de nada me gustaría presentarme: me llamo Ander, tengo 18 años (recién cumplidos jeje :si: ) y soy de Bilbao, del norte. Me gustaría compartir con vosotros mi historia, intercambiar opiniones y saber si alguien más ha pasado por la misma situación. Como habréis leído en el título, el tema es el sobrepeso en la adolescencia y en el instituto, claramente jajajajaja. Actualmente peso 101 kilos, pero no siempre ha sido así...
Durante mis dos primeros años en la ESO mi físico no me importaba para nada. No estaba tan atlético como el resto de mis compañeros y colegas, pero bueno, me mantenía en forma. En aquellos tiempos llevaba ya tres años jugando en el equipo de fútbol del colegio, y todo el deporte que ahí practicaba me ayudaba a quemar todo lo que comía (que no era poco, siempre me ha encantado zampar jaja).
En 3º de ESO tuve que dejar el equipo de fútbol (muy a mi pesar) porque mis padres decían que me consumía demasiado tiempo de estudio y además no estaban por la labor de llevarme a los partidos todos los fines de semana. Al principio se me hacía raro ver como todos mis amigos hablaban de lo bien que les había ido en no sé qué partido o en los entrenamientos, pero me acabé acostumbrando. Al haber dejado el fútbol y dedicarme plenamente a mi mayor afición (comer y vaguear) no tardé en engordar un par de kilillos. Aunque solo tenía un poco de grasa abdominal y unos muslos algo más "fuertotes" que los de mis compañeros a mí me parecía que había engordado una barbaridad; y tengo que reconocer que me daba algo de cosa que mis amigos me vieran sin camiseta en los vestuarios de educación física.
Ese mismo verano mis padres me mandaron durante dos meses a una familia en Alemania, a un pueblo llamado Dinkelsbühl. Desde los 10 años he estado yendo a clases de alemán y según mi profesor tenía buen nivel para mi edad y dijo que me vendría bien para practicar el idioma. La familia estaba compuesta únicamente por el padre y dos hermanos un año mayores que yo. El padre era un hombre encantador. Trabajaba en una pastelería que vendía dulces típicos de la zona y todas las noches nos traía alguna que otra caja de pasteles o bombones. Durante el día, los hermanos me llevaban de turismo por las calles del pueblo y cómo no, me daban a probar todo tipo de comidas (cada cual más grasienta) que había en los puestos ambulantes. Total, que entre los dulces, la comida típica y el poco ejercicio que hice engordé la friolera de 9 kilos. Cuando llegue de vuelta a Bilbao estaba irreconocible. Mis padres se quedaron boquiabiertos cuando me vieron, pero a pesar de eso nunca mantuvimos una charla sobre mi peso (mi padre siempre ha estado como un tonel, no tenía nada que echarme en cara). Lo más difícil fue volver al instituto en Septiembre. Es cierto que el primer mes de curso todos mis amigos me preguntaban como había engordado tanto, y los que no eran mis amigos se limitaban a mirarme y a cuchichear. Las cosas se fueron calmando y nunca recibí insultos ni burlas. Me había acostumbrado a no hacer deporte y a comer lo que quisiera, así que las clases de educación física me las saltaba día sí día también con la mítica excusa de que me duele el tobillo jajaja :si: . Al igual que a la gente se le olvidó que había engordado, a mí también se me fue de la mente y seguí atiborrándome a bollería y dulces. En el verano que daba paso a primero de bachillerato mis padres no me mandaron a Alemania. Aunque no me lo dijeron, yo sé que trataban de evitar otro enorme aumento de peso como el del anterior verano. De todos modos no lo consiguieron. Empecé bachillerato con otros 7 kilos de más. Mi barriguita había pasado a tener un tamaño considerable y me habían crecido los pechos. Mi cara también estaba más redondita y me empezaba a salir algo de papada. Mis muslos parecían dos patas de jamón que temblaban como gelatina cada vez que daba un paso y tenía más culo que la mayoría de las chicas de mi clase. De todos modos, mis compañeros no se metieron con migo, lo cual les agradecí. Mi nuevo profesor de gimnasia era el único que parecía interesarse por mi peso y mantuvimos largas charlas en las que trataba de hacer que adelgazara (no lo consiguió jejeje). Durante primero de bachillerato gané mucha confianza (y peso también) en mí mismo y empecé a ponerme ropa más juvenil (pitillos y camisetas ajustadas) en vez de la ropa ancha que llevaba antes.
Acabé bachillerato con muy buena nota y con casi 100 kilos. Llegó la graduación y encontrar un traje para mí fue una tarea difícil. Finalmente opté por uno que me prestaron de un chaval que pesaba unos 15 kilos menos que yo, por lo que iba bastante apretado. Tras el discurso del director y de algunos profesores que se me hizo interminable, los chavales nos fuimos a cenar a un restaurante. Yo era con creces el tío más gordo del colegio (sin tener en cuenta a mi profesor de dibujo técnico, claro JAJAJAJA). En la cena me puse las botas y me hinché a comer y a beber. Antes de ir de fiesta a la discoteca, el empollón del curso quiso dar otro discurso. Yo estaba tan lleno que me costaba hasta moverme. Todos estaban más o menos en silencio, pero mi estómago no estaba por la labor de mantenerse callado: el cochinillo y las alubias que me había zampado se estaban abriendo paso y antes de que acabase el discurso me tiré un pedo enorme, que gracias a dios, solo mis colegas oyeron ya que estaban conmigo en la mesa. Ya han sido testigos más veces de mis gases, y después de todo lo que había comido era de esperar jajajaja. De todos modos les faltó tiempo para cachondearse durante toda la noche.
Y así cerré esta etapa de mi vida. No sé si alguno de vosotros también ha tenido sobrepeso durante su adolescencia, me gustaría que aquí compartiésemos historias de este tipo. Yo tuve la suerte de no sufrir acoso por mi peso. Contarme vuestras experiencias de gorditos en el colegio, si esque las tenéis jejejeje