En los 80 follar era más fácil, la política seguía igual, podías hacer chistes de mujeres maltratadas y maricones, y si tenías una carrera tenías la vida solucionada.
Por lo demás, la mano loca estaba divertida, te sabías los teléfonos de tus amigos, decías de quedar una vez y la gente se acordaba de la cita una semana sin necesidad de grupos de WhatsApp ni de repetirlo cien mil veces, y lo único preocupante era ETA repartiendo democracia a golpe de atentado y la epidemia de heroína. Lo que a nadie se le ocurría era llamar facha a quien pedía que los terroristas fuesen a la cárcel.
Hoy el sexo y el humor se han sacralizado con el nuevo puritanismo, los títulos sirven para limpiarte el culo o hacer carrera política, y si te quejas de que vengan yihadistas eres poco más que un neofalascisheteromachiruloide.
Pero no te ralles, que vivimos infinitamente mejor aunque seamos unos pielesfinas con Twitter e Instagram.