Esto ya no tiene ninguna solución porque ya no es un problema político, sino un problema social. A alguien que cree en dios, ¿cómo le convences de que deje de creer? Y a alguien que es del Betis, ¿cómo le dices que se haga ahora del Sevilla? Pues lo mismo pasa con los indepes: la presión de grupo, las ganas por pertenecer a algo más grande que tú mismo y lo cool que resulta ir en contra del sistema cuando una buena parte de sociedad también lo hace (por lo que no hay tanto miedo al castigo) son motivos pasionales, no políticos. La gigantesca mayoría de indepes no sabe ni qué ganarían ni qué perderían con el cambio; ellos solo quieren conseguir cumplir ese sueño que les han impuesto a base de manipulación intensiva durante al menos dos generaciones.
La única solución a este problema que podría favorecer a España es alguna reforma drástica de verdad, como la suspensión de las autonomías, recuperar competencia en educación y perseguir cualquier tipo de discriminación hacia catalanes o españoles desde cualquiera de las dos partes. Así quizá, y solo quizá, de aquí a 20 o 30 años la cosa podría tomar otro color. Pero quien se espere que esto se va a solucionar mañana, que se vaya olvidando. Esto es una maratón, y de resultado incierto además.