Titulo original: Así organizan los antiabortistas el acoso en los alrededores de las clínicas
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Este domingo 31 de octubre se cumplieron los 40 días de oraciones ininterrumpidas frente a la clínica Dator, una de las entidades privadas acreditadas para la interrupción voluntaria del embarazo en Madrid y la primera que consiguió esa acreditación en España, en 1986. Lo mismo sucedió en lugares como Barcelona, Cádiz, Córdoba, Pamplona, Vitoria, Valladolid y el Puerto de Santa María, según afirman los organizadores de 40 Días por la vida, filial española de 40 Days for life.
En Madrid, durante todos estos días, de 9.00 a 20.00, voluntarios en grupos de entre 3 y 10 personas se han agrupado frente a la clínica para rezar. Lo han hecho de forma ostensible, con carteles y rosarios. Acumulan 1.039 turnos y 562 voluntarios, según anuncian en su página web. Cada turno tiene un capitán y se organiza en un grupo de WhatsApp. “Hemos salvado vidas”, escribe una capitana orgullosa.
No es esta organización la única que se presenta en las inmediaciones para presionar a las mujeres que acuden a la clínica Dator. También están “los rescatadores”, organizados por el médico Jesús Poveda, que se agrupan en parejas y disponen de una ambulancia móvil para hacer ecografías. Su estilo es más radical. Disponen de un manual de instrucciones. “Tenemos que parar a todas las mujeres que intenten llegar, aunque no vengan a abortar ese día”, suele decir Poveda.
La consigna es tratar de interrumpir el paso de las mujeres que acuden a la clínica y, con la excusa de repartir un folleto informativo, bombardearla a preguntas: ¿Cómo te llamas?, ¿a qué vienes?, ¿vas a abortar?, ¿qué necesitas para no abortar?, ¿estás segura de lo que vas a hacer? Si la mujer intenta esquivarles darán dos pasos, sea a derecha a izquierda, para impedirlo. El baile puede prolongarse durante un rato que a las mujeres se les hace eterno. Solo si estas responden con gritos e insultos, la guía del doctor Poveda recomienda apartarse. “No hay que caer ante las provocaciones de las mujeres agresivas que van a abortar”, reza el texto.
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En el árbol de la esquina de la calle de Hermanos Gárate, en el madrileño distrito de Tetuán, los voluntarios cuelgan rosarios de todos los colores y tamaños. La versión oficial es que estos quedan a disposición de quienes quieran cogerlos, por si a alguien se le ha olvidado su rosario en casa.
La realidad es que son un recordatorio para todo el que pasa por esta calle: están allí. Los carteles también van rotando, aunque en todos se puede ver el mismo logo azul oscuro. En uno de ellos se puede leer: “¿Y si tuviera tu sonrisa?”, con una foto de una ecografía en blanco y negro.
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“Ya hemos rescatado a cinco. ¿Muy bien, no?”, se le escucha decir a una compañera detrás de uno de los carteles. Ana rebaja el entusiasmo: “Es que debe de ser muy difícil matar a alguien”. La mayoría de los voluntarios son jóvenes con edades comprendidas entre los 25 y 35 años.
Los rezos se escuchan desde la ventana de las oficinas de la clínica, dice Sonia Lamas, una de las trabajadoras del centro y también portavoz de la Asociación de Clínicas Acreditadas para la Interrupción del Embarazo (ACAI).
Siempre la misma retahíla: “Nuestro Señor murió. Muchos de sus niños han muerto con Él. Su pasión se vive de nuevo con cada aborto, uno cada 20 segundos en nuestro país. Que todos nuestros hermanos y hermanas que han sido asesinados por el aborto descansen en la paz de Cristo y sean salvados por su cruz”, se puede leer en un PDF que circula por sus redes sociales. El pasado año, según el último informe del Ministerio de Sanidad, hubo 88.269 interrupciones voluntarias del embarazo en España, uno cada seis minutos.
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Convencida de ello, de que es el principio del fin, Rosario, de 36 años, ha ido todos los días desde el comienzo de esta campaña. Está en paro. “Desde que empezamos a venir, los rezos han hecho que vengan menos mujeres. El sábado es el mejor día porque vienen más grupos y se anima la cosa”, afirma, apenas consciente de que forma parte de una corporación antiabortista.
40 Días por la vida es la filial española de 40 Days for life, un grupo de presión antiabortista creado en 2004 en Texas (EE UU) y dirigido por el mediático Shawn Carney, una de las voces contrarias al aborto que en las últimas décadas se ha vuelto casi omnipresente en canales conservadores como la Fox. En 2007, el movimiento se empezó a extender por todo EE UU y hoy cuentan con extensiones en más de 1.000 ciudades repartidas por 64 países.
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Funcionan bajo un sistema elaborado desde hace décadas por el doctor Jesús Poveda, uno de los antiabortistas pioneros en España. Es fundador de la escuela Rescate a la madrileña, el grupo que se dedica a abordar a todas las mujeres que quieren abortar. La guía que recibe cada rescatador viene con su correspondiente formación, sus objetivos y sus riesgos. La guía explica que “el objetivo del rescatador es que la mujer disponga de un último momento de reflexión antes de tomar la decisión”. El documento advierte sobre los riesgos que supone su tarea: “Puedes ser ignorado, rechazado e incluso insultado o agredido, tanto por las personas que acuden al centro como por los trabajadores del centro, para los cuales lo que están haciendo es un puro negocio que no quieren perder”. Esas clínicas, que operan en España desde los ochenta, absorben la mayor parte de las interrupciones voluntarias del embarazo del sistema público, que, aunque la legislación de 2010 incluyó que preferentemente fuese la sanidad pública la que se hiciera cargo de que las mujeres pudieran ejercer este derecho, las deficiencias del sistema provocan que eso aún no ocurra de manera extendida.
Así, la inmensa mayoría de las mujeres que deciden abortar, acuden a estas clínicas. Y el éxito de quienes lo intentan impedir comienza cuando una mujer acosada se derrumba, cuando se deja guiar hasta la ambulancia, estratégicamente aparcada a escasos metros. Allí les harán una ecografía para mostrarles la imagen de su hijo y Poveda les invitará a tomar un café para hablar con ellas de su situación. Unas pocas, confiando en el médico que tienen delante, olvidarán que la Dator les ha pedido que acudan a hacerse la intervención en ayunas. Una vez tomado ese café, misión cumplida para Poveda y su grupo: ese día ya no podrán abortar.
Poveda confiesa que su forma de actuar ha cambiado a lo largo de los años. “Antes era más antiabortista, más agresivo. Una vez, hasta llevé camellos y ataúdes a la entrada de la Dator. Ahora soy más provida, intento ayudar a la mujer para que no aborte”.
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En un intento por frenar el acoso, el Congreso de los Diputados sacó este mes adelante una toma en consideración para cambiar el Código Penal e incluir como delito penado con hasta un año de cárcel la actividad a quienes “hostiguen o coarten la libertad de una mujer que pretenda ejercer su derecho a la interrupción voluntaria del embarazo”. El plan del Ministerio de Igualdad prevé regular la objeción de conciencia y garantizar el acceso al aborto en hospitales públicos en todo el territorio, además de eliminar el requisito del permiso de los progenitores para menores de 16 y 17 años.
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Cuando Estefanía, de 35 años, llegó el sábado a primera hora a abortar a la Dator, era un manojo de nervios. El día anterior, los doctores la habían informado de que su bebé venía con una malformación congénita incompatible con la vida: debía abortar o, de lo contrario, pondría en iesgo su vida por un bebé que no tenía ninguna posibilidad de vivir. Con 20 semanas de embarazo y después de ser remitida a la Dator porque en su hospital todos los médicos eran objetores de conciencia —algo que también entra en confrontación con la propia legislación—, un hombre y una mujer le cortaron el paso. “Con lo bonito que es tener un niño, dar a luz a una nueva vida”, le dijeron. Ni ella ni su pareja pudieron contestar. Estaban en shock. “Nadie tiene derecho a increpar a nadie, y menos en la entrada de una clínica. Estos grupos no distinguen, y no les importa el trauma que generan”, dice ella.
Fuente: elpais.com (lopais.com; fuente podemita/psoera)
La noticia está contada con un prisma bastante asqueroso y populista, he cortado algunas partes porque se ha hecho muy larga, pero aún así si alguien quiere leerselo entero, ahí tiene el enlace.
Antes de hacer la noticía tenía intención de echar sapos y culebras, pero sinceramente no me renta. El gobierno no hace una mierda para solucionar el problema y a la sociedad le da igual.
Pero creo que es un tema que hay que ayudar a visibilizar.