Jesús de 29 años, un joven trabajador de la construcción que, como muchos otros se ha visto en el paro, hasta ahí, un hecho muy común en la actual España en la que vivimos.
Comenzó a trabajar con 18 años en la construcción como peón encofrador, tras hacer el servicio militar obligatorio trabajó como gruista hasta que lo echaron a la calle, lejos de quedar aquí la historia, tras escuchar comentarios de que en Córdoba había trabajo recolectando fruta, partió desde Mieres (Asturias), hasta Córdoba en busca de tal trabajo, su sorpresa fue la negativa a proporcionarle trabajo y encontrarse con esos campos llenos de inmigrantes, ilegales muchos de ellos, que ocupaban tales puestos.
Tras esta aventura, este hombre se ha visto obligado a dormir en la calle ante la situación que vivía, asistió a un centro de acogida y emergencia social en busca de un lugar donde pasar la noche, pero no lo acogieron ya que el albergue no tenía más plazas, todas ellas se encontraban ocupadas por inmigrantes e indigentes que, lejos de utilizar estas ayudas para salir adelante, muchos de ellos se aprovechan del Estado y lo usan como forma de vida. Es aquí cuando se gana algún enemigo al declarar:
«En este país para recibir ayudas hay que ser o inmigrante o yonqui, son profesionales de la indigencia que convierten las ayudas en su forma de vida»
Este hombre salía a pedir trabajo por los polígonos y talleres de Córdoba, encontrando siempre la misma respuesta, no hay trabajo, es aquí donde se da cuenta que la mayoría de gente de los albergues lejos de hacer lo mismo, se dedicaban a mendigar en las iglesias, supermercados, etc...
Finalmente recibe una plaza en un lugar donde tenía que dormir en camillas, con mantas incluso orinadas y rodeado de drogadictos, finalmente sale de ahí y recibe una plaza en un centro donde podría dormir en una cama decente.
Tras recibir una plaza en un centro social para pernoctar, a los dos días un educador social, llamado Emilio, le pregunta que si tiene la cara así por tomar drogas, a lo que Jesús responde que no toma drogas y que está demacrado por el cansancio, a lo que el tal Emilio responde obligándolo a hacer una presunta prueba de orina que da positivo en marihuana y le expulsan de forma inmediata del centro; Jesús, lejos de resignarse, pide 12€ prestados a un amigo y se dirige hacia un centro de ayuda para toxicómanos donde pide una analítica de tóxicos, que cuesta 12€, saliendo negativo en todas las drogas y recibiendo un certificado médico oficial con los resultados. Con este documento se dirige de vuelta al centro a pedir una rectificación y el libro de reclamaciones, lo único que recibe es una negativa con actitud chulesca.
Ante esto se dirige a la directora buscando otra respuesta, esta le exculpa, pero le dice que lleva 7 días y que se tiene que ir, ya que su plaza ahora la tiene otra persona (Magrebí), a esto Jesús alega que hay gente que lleva ahí más de seis meses (reconocido por ellos) y que era indignante que hubiesen montado ese circo para echarlo, ante esta respuesta la directora responde llamando a la policía.
Es entonces cuando vuelve al lugar de las camillas, y le dicen que si no es drogadicto, inmigrante o acaba de salir de la cárcel, no tiene derecho a dormir ahí otra vez. Aquí ya había perdido 11kg tras todo lo sucedido.
Tras esto comienza a enviar correos electrónicos con el fin de que alguien escuche su queja, tras ser escuchada un partido político le ofrece algunos enseres y 60€ para que vaya tirando por el momento, agradecido declina la oferta de los 60€ ya que dice conservar su dignidad pese a sentirse profundamente humillado.
Vuelve al plan de pernoctación tras un mes vagando sin descanso, pero la voz del viaje que a planea hacer se ha extendido y, casualidades de la vida, el subdirector del centro (un musulmán de los que llevan a su esposa con correa y velo) le expulsa del propio centro tras ver las declaraciones que ha hecho, viéndose en las calles de Córdoba con temperaturas cercanas a los 0ºC.
«Me he visto tirado en la calle, durmiendo en cajeros y bancos sin nada que llevarme a la boca»
«Mi madre supo que vivía en la calle el día que empecé la marcha. No quería preocuparla»
Es entonces cuando decide emprender la marcha y va caminando desde Córdoba hasta Madrid, una caminata de unos 400km, a modo de protesta ante las malas gestiones y las nulas capacidades de reacción de este gobierno ante el incremento de paro juvenil, que ha llegado casi al 50%.
A los 4 días de emprender la marcha, se une a él Juan Antonio Carmona de 41 años de edad al paso de Jesús por un pueblo de Ciudad Real, al ver la noticia en los medios de comunicación y, como ha manifestado Juan Antonio, ante su situación de paro «Para estar sentado en casa prefiero caminar con él a Madrid»
Finalmente, tras una marcha de 15 días, Jesús logra llegar a Madrid, ante el Ministerio de Trabajo e Inmigración, nadie le ha atendido personalmente, lo que resulta cuanto menos indignante.
Aún hay quien le ha llamado demagogo y fascista durante su marcha.