Mi intención con estas palabras es simplemente la de compartir con vosotros un pensamiento que creo puede llegar a serle útil a algunos. Tal vez mi manera de expresarlo no haga honor a mi cavilación y lo convierta en un simple y repetido trocito de sabiduría sin mayor trasfondo (aunque de gran importancia bajo mi punto de vista) o, sencillamente, no sea más que un puñado de despropósitos carentes de sentido, en cuyo caso leeré encantado el feedback contrario a mi idea, pues como diré a continuación, siempre debemos estar dispuestos a aprender de nuestros errores.
Empiezo a estar convencido de cada paso que doy en mi vida.
Creo que debemos aprender que absolutamente todas las decisiones que tomamos son legítimas en tanto en cuanto seamos capaces de justificarlas racionalmente ante otros. Es decir, no existe algo así como una moral que delimite nuestro comportamiento: gana aquél que logre convencer al resto de la validez de sus acciones; aunque es cada uno quien, por encima de todo, ha de estar honestamente convencido de sí mismo. Sería una gran idea tener presente que jamás deberíamos hacer algo de lo que nos podamos arrepentir a posteriori. Estar seguro de si se está en lo cierto o no con cada una de nuestras decisiones es una incertidumbre constante, pero no hay precio por mantener durante toda tu vida una determinada creencia y que la experiencia vital no te haya aportado más que transformaciones positivas de dicho guión original. Confieso que tener convicciones es realmente gratificante, pero si no las sometes periódicamente a revisión, estás jodido. Este mundo sería un lugar mucho más agradable si hablásemos con nuestra conciencia más a menudo y nos parásemos a pensar por un instante en los demás.
Un saludo.