En Erandio dos bueyes murieron por 'doping' el pasado mes de agosto:
-'Chutan' drogas a sus bueyes para que ganen las competiciones de arrastre de piedras.
- La muerte de dos animales ha sacado a la luz el negocio del dopaje en este deporte rural.
- 'He drogado y a veces drogo a mis bueyes, todos lo hacen', denuncia un arrepentido.
No fue la carga de casi 2.000 kilos que arrastraban la que los mató. Ni el exceso de esfuerzo o la falta de entrenamiento. Tampoco los golpes con el akulu, la vara con un punzón de 11 milímetros con la que les azuzaban. La muerte les rondaba por las venas antes de iniciar las idas y venidas sobre la vía de piedra romana. Los dos ejemplares, imponentes, de entre 700 u 800 kilos de peso, debían lucirse en las fiestas del pueblo, en los Andra Maris de Erandio. La tarde del 16 de agosto aspiraban a ser la pareja estrella de la exhibición de arrastre de piedras con bueyes que acogía el municipio vizcaíno. Cuando les llegó el turno parecían aturdidos pero comenzaron a tirar con fuerza. Al principio la piedra resbalaba con facilidad, como si no pesara, un largo o clavo -28 metros- tras otro.
Un clavo, dos, tres... Cuando aún debían recorrer muchos más metros los bueyes se pararon, exhaustos e incapaces de seguir. Dos ejemplares de esa envergadura no debían haber caído tan rápido. Según testigos presenciales, Benito, su propietario, de avanzada edad, y los hombres que le hicieron de probalaris o boyeros -quienes guían a los bueyes- se inquietaron más de la cuenta. Los animales ocultaban un secreto y ellos lo sabían.
Otros muchos de los habituales a estas pruebas lo sospechaban. Tampoco ayudaba ver la resistencia a que el veterinario de la Diputación sacara una muestra de sangre a los animales o incluso la llegada de un veterinario desde Santander. Apenas una hora después de desplomarse, los dos bueyes morían a la vista de todos y al parecer con el corazón reventado. Lo hicieron apenas con tres minutos de margen.
En el mundillo de las pruebas de bueyes en Euskadi hace tiempo que muchos callan. Los menos han comenzado a hablar, a contar qué se esconde en las entrañas de estos inmensos animales de arrastre. Ni instituciones ni aficionados dudan de que lo sucedido en Erandio es otro caso más de doping, esta vez con resultado fatal. Las pruebas de laboratorio han confirmado que se les inyectó speed -anfetaminas-, según la Diputación de Vizcaya. La dosis podría haber estado adulterada o habérseles inyectarles una cantidad excesiva para su peso.
Ha sido la gota que ha colmado un vaso que hace tiempo que está colmado. El pasado mes de abril en Llodio (Álava) otro animal fallecía tras una prueba, poco después de habérsele inyectado una sustancia para incrementar su rendimiento.
Antiguamente bastaba con estimular a los animales con pequeñas dosis de cognac, café o aspirina. Funcionaba. Pero la rivalidad llevó a buscar productos con mejores resultados. Se comenzó por instalar carpas para vigilar desde la víspera que nadie manipulaba al animal. Ese celo se fue relajando. Ya ni se instalan y no es extraño ver a plena luz del día cómo se inyecta a un buey antes de la carrera. El speed, las anfetaminas, no es el único producto. La fenilbutazona, para aliviar lesiones; la pentoxicilina, la dromostanolona, el butorfanol...
Lo que está llamado a ser una competición de fuerza entre animales sanos y dispuestos a rememorar una tradición del campo vasco huele mal. Según algunos testimonios, el espectáculo se ha convertido en una pugna de sustancias sospechosas. «Esto está acabado», «hay que acabar con los narcos», «ya no es deporte, es tráfico de drogas», aseguran varios ganaderos a Crónica. Uno de ellos remata: «El 98% de quienes participan lo hacen pinchando droga a sus bueyes». La sombra de la sospecha está tan instalada que también las tradicionales y cuantiosas apuestas en los deportes vascos han caído en picado.
Quienes hacen esta denuncia en muchos casos prefieren el anonimato. Tienen miedo. Las amenazas de muerte empiezan a ser más habituales de lo normal, las llamadas inquietantes en plena madrugada también e incluso los incendios fortuitos de cuadras. «Por si acaso, yo lo he puesto todo asegurado a todo riesgo», reconoce un ganadero.
El entorno de las pruebas de bueyes es pequeño. Todos se conocen. Son un reducido círculo de promotores, entrenadores, veterinarios y responsables políticos. Se ven en todos los eventos deportivos, conocen a los animales, su potencial. No se juega por dinero: pesa más una mezcla de afición, orgullo y envidias. Los premios, de apenas 1.200 ó 1.500 euros, no dan para vivir de ello, ni siquiera para el mejor. El coste de comprar los bueyes -hasta 15.000 euros la pareja-, mantenerlos y transportarlos no dibuja un negocio rentable.