En el bulevar de La Chapelle siempre hay policía. Últimamente hay mucha más. Esta avenida parisina, poblada mayoritariamente por musulmanes, se ha convertido en símbolo de un debate que crispa a la sociedad francesa. Hace dos semanas, casi 20.000 mujeres que viven o trabajan en la zona denunciaron el "continuo acoso" y los insultos que sufrían en la calle. Los alcaldes de los distritos afectados han desplegado más agentes y el Gobierno ha anunciado que las "agresiones sexuales, incluidas las de palabra" serán sancionadas con multas. El viejo tema de la integración y el multiculturalismo estalla de nuevo.
Karim, un veinteañero que pasa muchas horas en la acera ocupándose de su pequeño negocio de tráfico de hachís, cree que no hay para tanto. "Son cosas de los religiosos y de los chavales que les imitan", dice. Cuando se le comenta que los vecinos también se quejan de la delincuencia, señala con una sonrisa que ése es "otro asunto". El dueño de un negocio de telefonía prefiere no responder y se limita a lanzar un suspiro. En un café del bulevar, donde no se sirve alcohol desde hace años y donde buena parte de la concurrencia viste chilaba, un hombre invita al periodista a largarse. "Somos gente de paz, somos gente de paz", repite.
Hay pocas mujeres. Algunas turistas, alojadas en los hoteles cercanos, cada día más baratos por las condiciones del barrio. Las mujeres locales toman rutas alternativas. En el cercano barrio de la Goutte d'Or, que trepa por la falda de Montmartre, una treintañera asegura que está harta de caminar con la mirada baja y de aguantar insultos si lleva tacones o falda corta. Prefiere no decir su nombre. "Salope [perra o puta] es lo más bonito que te gritan, y no son solamente los barbudos, son todos; si pudiera me iría de aquí, y la mayoría de mis amigas, musulmanas o cristianas, piensan lo mismo", comenta. Ella no firmó la denuncia. "Sabía que era mala idea y que iban a complicarse las cosas, esto no tiene solución".
Las firmantes han sido acusadas de xenofobia, islamofobia y racismo. Se las ha identificado con el Frente Nacional. Varias organizaciones feministas las han criticado por centrar su denuncia en una zona concreta y en una comunidad concreta. "El problema es global", proclama el colectivo de mujeres Paye Ta Schnek, que considera la denuncia de las vecinas de La Chapelle "inútil y peligrosa".
Los partidos de izquierda prefieren pasar de puntillas sobre el problema. Este mes hay elecciones legislativas y los musulmanes votan.
Philippe Goujon, alcalde conservador del cercano distrito XV, ha declarado a 'Le Figaro' que "las patrullas policiales y unas cuantas expulsiones no resolverán el problema, porque la causa está en unos flujos migratorios incontrolados". Uno puede preguntar a los vendedores de falso Marlboro, a los traficantes de hachís, a quienes ofrecen discretamente teléfonos robados, a los grupos de jóvenes que deambulan o se apoyan en las paredes, a los carniceros 'halal', a los comerciantes de ropa, y no encuentra extranjeros: todos dicen tener pasaporte francés. Estas calles componen un paisaje de aspecto norteafricano, pero son Francia, como sus habitantes.
Michel, uno de los agentes que patrullan la zona, opina que la clave del problema radica en "los caídes, los jefes extraoficiales de la comunidad, que marcan territorio y lo modelan hasta convertirlo en una zona donde imperan la ley islámica y las costumbres musulmanas". El objetivo, según este agente, es "prescindir de la ley francesa". "Es lo que nos faltaba", indica uno de sus compañeros, quejoso por esta nueva tarea para una policía ya saturada por la vigilancia antiterrorista.
Se supone que la protección de las mujeres correrá a cargo, en un futuro próximo, de la policía de proximidad que piensa crear el presidente Emmanuel Macron. La secretaria de Estado de Igualdad entre Hombres y Mujeres, Marlène Schiappa, promete que la nueva "policía de seguridad cotidiana" podrá imponer multas a los acosadores. Según ella, se trata de "una cuestión prioritaria" que debería llegar pronto al Parlamento.
http://www.elmundo.es/internacional/2017/06/02/593066e7468aeb517a8b45c0.html
Que envidia tienen que tener los buenistas y progresia en general viendo como en ese bulevar las mujeres se empapan gratuitamente de tanta multiculturalidad.
Tic, tac.