A mujer me lo cambiaba, de hecho me quedaría bien el llevar melena y un cutis resplandeciente de rimel, y me pasaría las tardes dándome placer menstrual y alcanzando mesetas orgásmicas hasta caer rendida de placer.
Eso de llevar dos montañas y un valle de por medio es todo un lujazo de la octava maravilla humana. La sensación de ir ligerita ahí abajo lo es más aún.